«La solución es que Evo dé un paso al costado para no empantanar al país»

 El literato boliviano Edmundo Paz Soldán cuestiona la falta de apoyo a los escritores y artistas de parte del Gobierno.

 

Edmundo Paz Soldán es un boliviano del mundo. Salió de Bolivia en 1985 para estudiar en Mendoza, Argentina. Luego (1988), con una beca de futbolista que le permitió estudiar ciencias políticas se marchó a Estados Unidos. Si bien en algún momento pensó que podía dedicarse a la política, fue cultivando, cada vez con más pasión, la literatura. Ahora es un escritor consolidado a nivel internacional, profesor de literatura latinoamericana en la universidad de Cornell y columnista de temas políticos y culturales en diversos medios internacionales.En esta entrevista con Página Siete, va y viene por sus dos mundos: la literatura y la política.¿Cree que estamos viviendo un boom de la narrativa boliviana o es muy exitista decir eso?Yo no creo que sea exitista. Creo que estamos atravesando un muy buen momento, sobre todo con las nuevas generaciones y eso se ha traducido no solamente en lo que pasa en el país, sino en varios premios internacionales, traducciones, publicaciones en editoriales importantes del exterior. Si lo comparas con otros momentos en la literatura boliviana, va a ser difícil encontrar una cosa así. Muchas veces hemos tenido la obra, pero nuestra caja de resonancia, que es muy pequeña, no ha logrado la difusión. Ahora hemos tenido la suerte de que la calidad de las obras de estos autores se haya visto acompañada de una repercusión local y en el exterior.La literatura boliviana tenía una temática muy local, ¿cree que ahora hay una renovación de la narrativa?Hubo cosas muy renovadoras en la obra de Cerruto, Arguedas, y en Quiroga Santa Cruz, pero en muchos casos fueron propuestas que no tuvieron mucha continuidad. En la literatura no son solamente los textos son lo que importa, sino un ecosistema que apuntala a las obras, y esto creo que ha mejorado los últimos años, sin ser exitistas. Hay varias editoriales que están publicando cosas muy interesantes y ahora están en las ferias. Quizá todavía nos falta mayor trabajo por parte del Estado para apuntalar las vocaciones jóvenes y para trabajar contra la piratería.



¿Cómo está el apoyo a nuestros autores? ¿Pueden asistir a las ferias o promocionarse?En mi caso, desde el inicio de mi carrera no he recibido ningún tipo de apoyo del Estado. El lado positivo es que eso me ha dado mucha libertad porque no le debo nada al Estado. A veces tenemos invitaciones a ferias internacionales, pero no hay apoyo del Estado o es muy escaso. Hay una visión de la cultura que está muy conectada a la imagen turística del país, que es en lo que el Ministerio de Culturas se enfoca, pero no pasa eso necesariamente por la literatura. Si van a ferias del libro en el exterior en vez de usar los fondos para crear una buena delegación de representantes de escritores, se piensa en otro tipo de actividades culturales que acompañan, como danzas (diablada) o la imagen de país. No me parece malo que se invierta en eso si se apoya al mismo tiempo a los escritores. En materia literaria, lo mejor que ha hecho el Estado en estos años es la Biblioteca del Bicentenario.¿Qué opina sobre la gestión del Ministerio de Culturas y su enfoque en el Dakar, sobre el museo del presidente Evo Morales?Es producto de una visión un poco limitada de lo que se entiende por cultura. Es una visión muy… tal vez turística, no se cuál es la palabra. Las manifestaciones populares deben apoyarse, pero mi crítica es que se convierta al Dakar en “el” proyecto central del Ministerio de Culturas.¿Qué opina de la incursión femenina en la literatura boliviana contemporánea?Cuando apareció Giovana Rivero fue mal leída porque la institución literaria en Bolivia es muy patriarcal. Si eres un escritor hombre es mucho más fácil porque hay cierto tipo de discurso que te cobija, te valida. Rivero era muy irreverente, en contraste con la literatura que generalmente era muy solemne. Sin embargo, parte de la revolución narrativa que ocurrió en los últimos años descansa en el trabajo de las escritoras mujeres que han tenido que pelear contra ciertas ideas muy tradicionales, como la representación de personajes femeninos como sujetos que desean o de otro tipo de literatura que puede ser más irreverente, más antisolemne y creo que eso es realmente notable.

¿Cómo ha evolucionado la narrativa latinoamericana a partir McOndo, ese movimiento del que has sido parte?Nosotros estamos muy acostumbrados a leer a escritores peruanos o mexicanos, pero ellos no estaban acostumbrados a leernos a nosotros. En cambio ahora, en otras partes me dicen que están leyendo a Rodrigo Hasbún, a Maximiliano Barrientos o a Magela Baudoin. Ha habido una inserción mucho más natural y mucho más fluida con la red latinoamericana literaria. El país no es el furgón de cola ni mucho menos; ahorita Bolivia es uno de los países que más se respetan. McOndo es de los años 90, cuando se intentó romper con un estereotipo del realismo mágico, que mostraba al continente como el lugar donde lo extraordinario se convertía en algo cotidiano. Lo que quiso hacer McOndo fue romper con ese estereotipo, pero la parte negativa fue la de crear otro estereotipo porque se fue al otro extremo, al querer mostrar a Latinoamérica como un continente urbano, con centros comerciales y donde los chicos se drogan y ven televisión como en otras partes del mundo. Yo creo que la verdad es mucho más ambigua y está mucho más en los claroscuros que en esas exageraciones.Tenemos entendido que le interesa la ficción desde un punto de vista más político, y desde las distopías. ¿Usted cree que se están viviendo esos procesos degenerativos en lo social en los países latinoamericanos? Yo estudié relaciones internacionales y ciencias políticas, por tanto me intereso por la política. Me interesaba sobre todo con las novelas, que son un excelente espacio para lo social y lo político. Pero, como la literatura está desfasada o atrasada y como a mí me interesa ver lo que está pasando respondo de manera más inmediata escribiendo una columna. Para mí distopía tiene una definición en el campo de lo literario, que es muy restringida, que tiene que ver con una novela proyectada en el futuro, conectada con la ciencia ficción, como Valiente mundo nuevo, o 1984 de Orwel, que proyecta lo que va a pasar con una sociedad totalitaria. Desde el punto de vista literario, me preguntaría por qué han surgido tantas distopías o por qué es tan popular el género en este momento, porque estamos sintiendo que estamos en una especie de final de época, en que no vemos muchas opciones, estamos tan desesperanzados y pesimistas. En mi caso, mi novela Iris trata sobre una isla donde hay una corporación minera, donde los irisinos son como gente sojuzgada por este imperio. Para mí Iris era una distopía que juntaba el resurgimiento de esta vocación imperial de Estados Unidos, después de la tragedia del 11 de septiembre, con la larga y traumática experiencia colonial en Bolivia, sobre todo con la explotación minera.

¿Cuál es su opinión respecto a la situación política del país y la decisión del Presidente de postular nuevamente?Pienso que Evo Morales ha perdido muchas oportunidades de dejar un gran legado o salir por la puerta grande, me parece que es una gran equivocación aferrarse al poder. Con casi 13 años en el poder, la gran herencia de Evo podía haber sido dejarnos con instituciones fuertes y una de ellas debe ser la Constitución, que en el gobierno de Evo ha sido abusada. Fue una típica viveza criolla decir desde el principio que van a cambiar la Constitución y que sólo se permitiría reelegir una vez, “pero comenzamos desde el siguiente gobierno, mi gobierno no cuenta”. Lo que está ocurriendo ahora es un añadido a una larga historia de falta de respeto al documento que debería ser central para nuestra organización como país. No nos está dejando con leyes fuertes, no nos está dejando con sistema judicial fuerte, más bien en los últimos años se ha criminalizado la política. Ahora nadie cree en la justicia porque la justicia toma decisiones con el Gobierno.¿Usted cree que el país corre el riesgo de llegar al caos que se está viviendo por ejemplo en Nicaragua o Venezuela?Claro que sí. Hay varios paralelos. Son gobiernos que se iniciaron con gran fervor popular, pero que, llegado el momento del desgaste de ese apoyo, prefirieron darle la espalda a su pueblo y se saltaron las vías democráticas para mantenerse en el poder. Sin embargo, no quiero ser alarmista y confío en que, pese a que el Gobierno sigue tensando la cuerda, al final se impondrá el sentido común y habrá una salida propia, pacífica y democrática.¿Por qué cree que la comunidad internacional tarda tanto en pronunciarse respecto a Nicaragua o Venezuela? Y en el caso de Bolivia, los organismos externos prácticamente apoyan a Evo Morales.

La comunidad internacional no ha diseñado mecanismos concretos para intervenir en los asuntos de otros países, generalmente lo que queda son más que nada propuestas retóricas que no llegan a tener peso. Un gobierno puede reírse de lo que dice la OEA. Incluso en grandes crisis humanitarias internacionales la comunidad internacional ha tardado en actuar. Hay además una serie de voluntades contrapuestas en la comunidad internacional y llegar a un consenso es muy difícil. En el caso de Bolivia, la solución obvia es que Evo dé un paso al costado, lo otro va a ser empantanar al país en una larga batalla que ya ha creado muchísimas tensiones que siguen subiendo y que el próximo año creo que van a explotar porque hay tensión latente.Luego de vivir casi 30 años fuera del país, ¿usted diría que Bolivia aún no es un espacio de oportunidades?Los últimos años creo que ha habido una mayor expansión en cuanto a las posibilidades y oportunidades. Ahora hay muchos más jóvenes que han seguido vocaciones artísticas, aunque en el campo cultural nunca hemos podido decidir qué tipo de ecosistema queremos. Existen muchos modelos, desde el mixto hasta el intervencionista, donde el Estado apoya a sus escritores o artistas con becas. La empresa privada también apoya con becas o a través de fundaciones a los artistas. Al final, los escritores o los artistas en general se desarrollan en un espacio de orfandad. Comparando con Chile o México, vemos que ellos tienen más oportunidades porque tienen más apoyo. Los proyectos que salen aquí son muy quijotescos y lo notable es que aun así hay muchos jóvenes que están apostando por el país. En cambio, en los años 80, si yo quería ser escritor tenía mucho miedo a que me ganara la coyuntura, pensaba “de qué voy a vivir, cómo voy a hacer” y puede ser que esos miedos hayan terminado ganándome y al final desarrollé una carrera afuera, pero creo que las cosas han mejorado, aunque falta mucho por hacer.

¿En lo personal ya se siente consolidado como escritor, en la docencia y como ciudadano del mundo?Suena muy peligroso decir que estoy consolidado porque evoca un remanso de paz en el que ya no tienes muchas cosas por las cuales pelear. Aparte de mi trabajo, mi principal vocación es la escritura, mi principal desafío es ver cómo hago para seguir reinventándome. En cuanto a los siguientes proyectos lo que quisiera es ver cómo hago para no repetirme, para desconfiar de mí mismo.¿Cuál es su mirada de Estados Unidos respecto a los latinos después de 30 años allá? ¿Ha aumentado la tolerancia o la intolerancia en ese país en el contexto de Trump?Yo creo que ha aumentado la intolerancia y bastante. Creo que Trump ha dado carta blanca a los prejuicios. Mucho tiempo se ha tratado de armar una sociedad más incluyente en torno al melting pot (crisol de razas), pero en los últimos años hubo una afirmación de ese nacionalismo blanco, de decir, “está bien que seamos una sociedad multicultural, pero no es para tanto, porque si seguimos así, nos van a pasar por encima”. Entonces, lo vivido en los últimos 10 o 20 años, tratando de ser una sociedad mucho más tolerante, mucho más incluyente, esas conquistas se han diluido o se han puesto bajo sospecha o en entredicho. Yo creo que en el caso boliviano, el desafío va a ser evitar caer en la tentación de volver a una Bolivia que ya debíamos haber dejado atrás y más bien pensar a partir de las conquistas que se lograron estos años con Evo, como la incorporación de grupos excluidos.En una entrevista anterior usted dijo que los bolivianos deberíamos admirar la cultura chilena. ¿A qué se refería?No debemos caer en la tentación del chauvinismo. Tenemos diferencias históricas serias con Chile, un reclamo justo que debe ser atendido, pero eso lo estamos tratando de resolver por las vías jurídicas y legales correspondientes. Como pueblo, deberíamos admirar y criticar lo que corresponde. En el caso que más me compete, la literatura chilena me parece muy interesante, por la forma en que sus autores han criticado el poder. Eso está en Parra y Bolaño, por ejemplo, también en Lemebel y Eltit.

¿Cuáles son sus próximos proyectos?Estoy en medio de dos proyectos, uno es un libro de cuentos sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la vida cotidiana y estoy escribiendo una novela corta ambientada en la selva en la frontera entre Bolivia y Brasil también como desafío en un territorio que nunca ha tocado la selva como espacio geográfico para ambientar. Cobija me ha impresionado, entonces eso me interesa explorar.Página Siete / La Paz