Las monjas cristianas a las que salvaron la vida unos islamistas radicales

Foto: Una de las monjas capturadas por yihadistas del Frente al-Nusra en el convento de Santa Tecla, en Maalula, Siria. (Foto: Axier A. Izarra)Una de las monjas capturadas por yihadistas del Frente al-Nusra en el convento de Santa Tecla, en Maalula, Siria. (Foto: Axier A. Izarra)

Pistola al cinto y aspecto de mercenario, un joven ruso escucha embelesado el «Padre Nuestro» en arameo. Su fascinación es comprensible, tanto como el hecho de que porte un arma en una iglesia: estamos en Maalula, el último lugar del mundo donde se habla la lengua de Cristo, un pueblo cristiano escondido entre montañas al norte de Damasco que ha caído varias veces en poder de grupos yihadistas durante la guerra.Termina la oración. El joven ruso recorre solemnemente la iglesia del monasterio de San Sergio. Se detiene ante dos iconos sin cabeza, recuerdo de la devastación que trajeron consigo los extremistas del Frente al-Nusra (exfilial de Al Qaeda en Siria), como si, preso de su fervor ortodoxo, saborease una idea: sin la intervención rusa Damasco habría perdido esta guerra y los 2.000 habitantes de Maalula seguirían hoy bajo el yugo yihadista.En realidad fue el ejército sirio quien liberó la población, tras meses de lucha y más de 200 bajas. Entre septiembre de 2013 y abril de 2014, el pueblo fue capturado en dos ocasiones por Al-Nusra y retomado otras tantas por las fuerzas del Gobierno. Y a pocos metros del monasterio de San Sergio, sobre la colina que domina Maalula, se encuentra la mejor prueba de la dureza de aquellos combates: el hotel Safir, el único que había en el pueblo, que los yihadistas convirtieron en su base y hoy es una ruina perforada por el fuego de artillería.

Convento de Santa Tecla, en Maalula. A lo lejos, el hotel que los yihadistas convirtieron en su base. (A. A. I.)
Convento de Santa Tecla, en Maalula. A lo lejos, el hotel que los yihadistas convirtieron en su base. (A. A. I.)

Maalula -que en arameo significa «entrada»- debe su nombre a la leyenda que evoca la herencia cristiana del pueblo. Tecla de Iconio, una mujer joven y hermosa discípula de San Pablo, huyó de su hogar en la actual Turquía después de que sus padres paganos la condenasen a muerte por convertirse al cristianismo. Perseguida, al llegar a Maalula encontró el camino bloqueado por una montaña. Sus oraciones separaron el macizo con un sendero, por el que discurría un arroyo.Precisamente a pocos metros del hotel donde los yihadistas instalaron su base comienza el camino de Santa Tecla, que penetra en la montaña hasta llegar al convento ortodoxo del mismo nombre. Allí, poco antes de la Navidad de 2013, doce religiosas greco-ortodoxas fueron secuestradas por el Frente al-Nusra.



Los bárbaros que «llegaron de Europa»

Ha pasado un lustro desde aquel episodio, pero los destrozos todavía son evidentes. La estatua de Santa Tecla, que antes de la llegada de los yihadistas coronaba la montaña, yace en el suelo, en la entrada del convento, un conjunto de edificios construido en el siglo IV en la falda del macizo. Aquí, algunos vecinos aseguran que los radicales que entraron en Maalula a sangre y fuego procedían de Europa. Son lo que en la terminología antiterrorista se conocen como «foreign fighters», los extranjeros que llegaron a Siria para hacer la yihad.

El patio del convento de Santa Tecla. Al fondo, la base de los yihadistas. (A.A. Izarra)
El patio del convento de Santa Tecla. Al fondo, la base de los yihadistas. (A.A. Izarra)

La paz del patio no logra desviar la atención de los agujeros de bala en las imágenes religiosas. No obstante, los yihadistas provocaron los peores daños en el interior, que ya ha sido totalmente rehabilitado. «Aquí, junto al comedor, solíamos poner un enorme belén en Navidad. Prendieron fuego a todo. Todavía puedes ver las huellas del incendio en el techo», explica, señalando una cavidad en la pared de roca, una de las monjas que fueron secuestradas por los radicales. En la penumbra de la sala, la pequeña figura envuelta en negro cuenta la experiencia con una serenidad pasmosa.Las doce religiosas que vivían en el convento, donde dirigían un orfanato, pasaron cuatro meses en poder de los yihadistas, que las llevaron lejos de Maalula, hacia la frontera con el Líbano. Contra todo pronóstico, aquel secuestro tuvo un final ‘feliz’. La milicia chií libanesa Hezbollah -que ha desplegado en Siria miles de combatientes para apoyar a Damasco- entabló negociaciones con Al Nusra y terminó pagando el rescate de las monjas. El domingo 9 de marzo de 2014, las doce religiosas -y tres colaboradores- fueron liberadas en Líbano.

El pueblo de Maalula, a unos 60 kilómetros al norte de Damasco. (A. A. Izarra)
El pueblo de Maalula, a unos 60 kilómetros al norte de Damasco. (A. A. Izarra)

Maalula ya no es un pueblo fantasma. Muchos de los habitantes que huyeron a Damasco durante la batalla contra los yihadistas van regresando poco a poco. Casi la mitad de las casas resultaron dañadas por los combates, pero la restauración avanza, y hoy visitar el pueblo no entraña ningún peligro. En el turismo religioso reside el futuro de Maalula y sus habitantes, que se jactan de ser los cristianos más antiguos del mundo. Un turismo que el Gobierno sirio se afana por recuperar, ahora que la guerra toca a su fin y la oposición armada ha sido aislada en su bastión de Idlib, junto con 2,9 millones de civiles.Hará falta tiempo. La carretera que conduce desde Damasco hacia Maalula atraviesa Al Tat, un enclave suní a 10 kilómetros de la capital donde los ‘niqabs’ son legión y niñas de corta edad llevan velo. El Frente al-Nusra sigue presente en la ciudad, pero se ‘comporta’ porque alcanzó un acuerdo con el Gobierno de Bashar al Assad. Un ejemplo perfecto del ‘quilombo’ sirio.Fuente: elconfidencial.com