Mark Zuckerberg: el milmillonario que se levanta a las 10 de la mañana

El matrimonio Chan-Zuckerberg ha decidido abrir las puertas de la mansión de seis millones de euros donde se casaron, en el año nefasto del fundador de Facebook.

Priscilla y Mark

Mark Zuckerberg ha perdido varias cosas este año: más de 100.000 millones de euros en capitalización de Facebok en un sólo día (el 25 de julio, el mayor desplome bursátil de una empresa de todos los tiempos); más de 10.000 millones de euros de fortuna personal -aunque ha ido liquidando lotes de acciones para tener capital de sobra y su valor patrimonial se ha quedado en apenas 55.000 millones de euros; la confianza de los políticos, que le han hecho desfilar incómodamente trajeado ante las preguntas de los congresistas; y, peor todavía, al público juvenil (el último informe del Pew Research Center, hace menos de una semana, indica que el 44% de los usuarios estadounidenses entre 18 y 29 años han borrado Facebook de su móvil. Que, en esa franja de edad, es casi lo mismo que decir que le han borrado de todas partes).

En su momento, ya contamos los motivos que le llevaban al borde del desastre.

Pero su reacción ha sido inesperada. Zuckerberg, uno de los hombres más reservados en la vida real -aunque abierto y opinativo en su perfil de Facebook, abierto a esos 2.200 millones de usuarios que tienen perfil en la red social-, ha optado por abrir su intimidad al público. Y por intimidad nos referimos a «recibir a una de las firmas más prestigiosas del New Yorker, Evan Osnos (Pulitzer de investigación, National Book Award), en su mansión de seis millones de euros. Ésta:

La mansión, en el privilegiado vecindario de Crescent Park, en Palo Alto, fue construida en 1903 y fue la última gran compra de Zuckerberg antes de sacar Facebook a bolsa: la adquirió en 2011, allí se mudó con su prometida Priscilla Chan, y a la sombra de robles gigantes y en un patio trasero de ensueño -con estanque y todo- se casaron en 2012.

Today is Priscilla and my five-year wedding anniversary. I promised Priscilla that every year we’d have a honeymoon to celebrate our marriage. This year we’re traveling around the US and we’ll be spending our honeymoon in rural Maine. One lesson I’ve learned from marriage is that exploring together just gets better over time.

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Actualmente, es el hogar de Mark, Priscilla, sus dos hijos Maxima Chan y August Zuckerberg, y el perro lanudo Beast. Tiene suelos calefactados, bañeras de mármol y muy pocos vecinos: Zuckerberg se gastó 44 millones de dólares (menos del 0,1% de su fortuna actual, por si les suena excéntrico) hace unos años en comprar todas las mansiones que rodeaban su casa. Y no fue una decisión apresurada, sino el resultado de un conflicto con un promotor que quería construir un hogar con vistas al dormitorio de Mark y Priscilla. Y que aprendió lo que han aprendido casi todos los rivales de Zuck: no puedes ganarle.No son las únicas propiedades del matrimonio: cuentan con «una finca de 700 acres en Hawaii [en realidad, una antigua plantación de caña], un refugio invernal en Montan, y un casa de cuatro plantas en Liberty Hill, en San Francisco».De ahí que sea tan sorprendente que uno de los hombres más ricos del planeta -ya no en el top 5, pero todavía en el top 10-  y aún más celoso de su intimidad reciba recién levantado a las 10 de la mañana de un miércoles (y sin desayunar, un horario propio de ave nocturna en Estados Unidos) a un periodista de Condé Nast. Que le cuente que no pedalea en bici real porque un día se rompió un brazo -porque olvidó desabrocharse los pedales deportivos: los ricos superdotados que moldean el mundo también tienen los mismos lapsus que nosotros-. Y que a cambio usa uno de los juguetitos favoritos de los reclusos de Silicon Valley: Peloton, una bici estática de 2.000 euros más cuota mensual para recibir clases vía streaming con un entrenador personal desde Nueva York. Aunque también sabemos que tanto Mark como Priscilla son runners ávidos.Que en su casa no se ve la tele y prefieren los juegos de mesa (Zuckerberg, contaba un amigo y exempleado suyo al New Yorker, no sigue estrategias al uso y emplea los juegos de mesa para aprender cómo «vencerte psicológicamente»). Y que siguen los hábitos saludables que imperan en Silicon Valley, pero sin estridencias: agua, fruta fresca, deporte y cuidados. Son pequeños vistazos que contribuyen a eliminar la imagen del Zuckerberg arisco de La red social, y que los seguidores de los últimos F8 -la conferencia de novedades de Facebook, entre otras cosas- ya conocían. En los últimos años Zuckerberg se había mostrado mucho más abierto, utilizando su casa y a su familia para presentar nuevas características -las llamadas en realidad virtual, por ejemplo, nos permitireron ver su casa desde dentro-, y más cercano. Incluso se hablaba bastante de que podía emprender una carrera política.

Hoy, bastante tiene con intentar salvar a su criatura. Que ni mucho menos supondría el final de su imperio: Zuckerberg posee Whatsapp -al que aún no ha empezado a sacar dinero- y, sobre todo, Instagram. Cuando abríamos hablando de que un alto porcentaje de jóvenes se están yendo de Facebook estamos obviando la otra cara de la moneda: se están marchando a Instagram. En Internet pocas alternativas hay que no estén en manos de alguien que, a sus 34 años, ha decidido mostrarse como el reverso de ese Elon Musk cada día más entregado a sus demonios personales: un milmillonario con una vida familiar bien estructurada, bastantes proyectos en mente y, sobre todo, capaz de reaccionar ante las adversidades de forma acorde a su producto: exhibiendo su privacidad. También ante los medios.

Fuente: revistavanityfair.es