Mismos errores, distintos efectos

José Luis Bolívar Aparicio* 

No me cabe duda que poder tener un canal de televisión fue un enorme esfuerzo y sacrificio, que al verse consolidado, se notó entre la población, especialmente la de estratos populares, una satisfacción tal, que el logro pareció ser de todos ellos.

Don Carlos Palenque Avilés se hizo comunicador a machete y sin duda su vena de radialista y eximio locutor era innata; había nacido con ese don y dudo en lo absoluto que hubiera necesitado defender (como lo hizo), aquel título de Licenciado en Comunicación de una universidad a la que aparentemente nunca asistió y que se la refregó en un debate electoral con muy mala leche don Ronald McLean.



Eran otros tiempos, a mediados de los ochenta, no ser profesional podía dejarlo a uno muy mal parado frente a otros doctos y el título de “licenciado” era casi nobiliario en ciertos casos. Seguramente, esa fue la razón por la que el “Compadre” no quiso estar en desventaja y también quiso ostentar un diploma profesional.Pero ese cartón no tenía nada que ver con el Palenque del Híper show, el Sabor a Tierra o la Tribuna Libre. Esos programas no tenían nada de aula y sí mucho de pueblo, ahí radicaba el verdadero don del compadre Carlos, él sabía lo que tenía que decir y sabía cómo decirlo.Entrar en contacto con la gente era su don natural, y lo era tanto que se hizo costumbre pegar los oídos al medio día a la radio, para saber cómo jornada a jornada, resolvía los problemas grandes y pequeños de la gente, de sus compadres, sus comadres y sus ch’iti compadritos. Gente a la que tanto quiso y que llegado el momento, le supo pagar tanto amor con más amor.El canal 4 RTP, tuvo en su programación verdaderos hitos de la televisión paceña, como Sábados Populares, a cargo de su fiel escudero Adolfo Paco, o el Telepolicial que debe ser en la actualidad uno de los programas récord en su emisión sin interrupciones.Pero con el medio aún en versión experimental, Palenque se rodeó de los que en su momento eran los periodistas “top” de la caja boba, con la finalidad de no ser únicamente un canal para la Tribuna Libre (su programa estrella), sino poder marcar una huella tan honda como lo hacía hasta entonces su radio, la Metropolitana.Así que fue un programa de debate, el que puso al famoso Canal 4 en la mira del poder y en el escenario político de una manera que no se había visto en la historia de la comunicación boliviana.Resulta que entre los periodistas más destacados de este novel canal se encontraba don Cucho Vargas, un emérito comunicador de reconocida trayectoria, pero que en los últimos años había perdido presencia en la que él mismo denominaba “la máquina de mirar”, por lo que estaba a la pesca de alguna bomba comunicacional que lo vuelva a colocar a él en la palestra y al canal en la cima y lo que buscaba apareció.En mayo del año 1988, un vídeo se filtró a los medios provocando un verdadero terremoto político, debido a quienes formaban parte de sus escenas. Se trataba de don Alfredo Arce Carpio exministro del Interior de Hugo Banzer Suárez y del General Mario Vargas Salinas, el León del Masicurí, héroe de la Campaña de Ñancahuazú y también exministro de Trabajo de la misma gestión, ambos altos dirigentes de Acción Democrática Nacionalista.Compartían una tertulia y algunas bebidas con nada menos que Roberto Suárez “El Rey de la Cocaína”, en una de sus haciendas y tal situación hizo que inmediatamente se denomine a este cortometraje como el “narcovideo”.El narcotraficante fue citado para declarar ante una comisión en el Congreso, para indagar sobre semejantes relaciones, pero como no pudo asistir por razones obvias, quien dio la cara por él fue su hijo, y que ante la comisión legislativa, no sólo confirmó la cita, sino que además, dijo que no eran los únicos que se habían reunido con su padre, sino que a su hacienda habían llegado presidentes, ministros, diputados, senadores y generales con más frecuencia que la que se podía imaginar.Luego de semejantes declaraciones, don Cucho Vargas vio la ocasión especial para soltar la bomba en vivo y directo por televisión. Armó su programa de debate en la sala de un cine de poca importancia pero de gran auditorio y ante el asomo de propios y extraños, entrevistó telefónicamente al mismísimo Roberto Suárez.Quizás la entrevista no hubiera pasado de lo anecdótico, si no hubiera sido que don “Roby” se fue de lengua, acusando a moros y cristianos de ser parte del ominoso delito del narcotráfico. “El Rey de la cocaína es el Departamento de Estado de los Estados Unidos y el segundo rey es el gobierno de Bolivia”, dijo sin que le tiemble la lengua, y como el ventilador estaba prendido, comenzó a soltar basura sobre el que se acordaba y de esa manera muy pocos quedaron sin que les toque aunque sea la envoltura de un chicle.A la mañana siguiente, los funcionarios de RTP asistieron puntuales a abrir las puertas del canal pero se dieron cara a cara con la Policía que por órdenes del Ministerio de Comunicaciones, había clausurado el medio por “Apología del Delito”.La que se armó fue espectacular, pues Carlos Palenque hábil como era, se plantó en el papel de víctima, y mediante las ondas de una emisora amiga que muy gentilmente le cedió el micrófono, durante las siguientes 72 horas, llamó a sus miles de fanáticos, quienes en olas interminables de gente, se acercaban a llorar junto a él, en contra de las injusticias de un gobierno indolente y explotador, que quería acallar la “voz de los sin voz”.Fue tal la presión social y el efecto Palenque en la sociedad, que a Víctor Paz no le quedó otra que volver sobre sus pasos y ordenar la reapertura del Sistema RTP, tratando de que todo vuelva a la normalidad lo más rápido posible.Pero nada volvería a ser igual, la semilla de un líder había germinado, y quien era sólo un locutorcillo que regalaba lentes por doquier al medio día y encontraba a cualquier guagua que se perdía por ahí, se había transformado en un líder populista que iba a disputar espacios de poder durante los próximos 10 años y que más de un dolor de cabeza generaría en la clase política, sumamente costumbrista y conservadora de aquel entonces. “El compadre” haría época en la política nacional.Si hubo una piedra en el zapato de este gobierno, que le molestó desde su llegada al poder hasta el día de hoy, fueron sin duda alguna los medios de comunicación y su enorme influencia en la opinión pública.Si bien es cierto que no se animó (seguro que ganas no le faltaron) a cerrar medios como sus colegas venezolanos, copar la mayoría de los canales de televisión y periódicos, comprándolos mediante raros inversionistas, fue una estrategia que tapó muchas bocas y censuró cientos de plumas a la vez.Pero la táctica más malévola, fue la de asfixiar económicamente a los medios contraproducentes, a los que conminó a expulsar a los periodistas “incómodos” a cambio de publicidad estatal, lo que sirvió para alejar de los medios a muchos comunicadores, aunque algunos, bastante tercos, no se dieron por vencidos y se dieron modos para seguir difundiendo su línea editorial a la población.Una de ellas fue doña Amalia Pando, quien hizo de todo para sobrevivir, y que luego de mucho esfuerzo, parecía haber encallado de manera exitosa en la radio perteneciente a la Gobernación de La Paz de nombre Éxito.En los últimos 2 años, junto a Roxana Lizárraga y otros colaboradores, le hicieron el quite a todas las maniobras posibles del gobierno por sacarlos del aire, incluyendo una expropiación de los predios donde funcionaba la emisora.Pero lejos de todo lo imaginable, quien la sacó del aire no fue el gobierno, sino justamente quien le dio asilo. Una entrevista al candidato Carlos Mesa (cofundador de PAT junto a ella por los años 90) el pasado martes, le provocó tal espasmo cerebral a don Félix Patzi, que no le alcanzó la luz para evitar cometer un error que seguramente le va a costar gran parte de su incipiente y muy llorona carrera política.Esta vez ni Amalia Pando, mucho menos Carlos Mesa saldrán tan favorecidos con esta censura como le aconteció a don Carlos Palenque, pero sí tendrá un costo político lapidante sobre el Tercer Sistema del adobero gobernador.