La favorita: en defensa de las mujeres sin escrúpulos en el cine

Olivia Colman, Rachel Weisz y Emma Stone encarnan tres personajes tan bien construidos como importantes en el cine de hoy en la que es ya una de las películas del año.

Un triángulo amoroso cuyos vértices encarnan tres mujeres, una que ostenta poder y otras dos que aspiran, una a conservarlo, y la otra a conseguirlo. Parece una historia contemporánea, como una especie de versión de Armas de mujer escrita por Sarah Waters. Pero es el argumento de La favorita, la última película de Yorgos Lanthimos, protagonizada por Olivia Colman, Rachel Weisz y Emma Stone, un extraordinario y retorcido relato sobre el amor y las –otras– relaciones de poder, ambientado en la corte de la reina Ana de Gran Bretaña, la última soberana de los Estuardo, a principios del siglo XVIII.



La primera versión del guión de La favorita la escribió Deborah Davis hace 20 años. Entonces llegó a manos de la productora británica Ceci Dempsey, a la que le fascinó. Sin embargo, no consiguió levantar la producción. Comenta al Hollywood reporter que los estudios se echaban atrás en cuanto descubrían que había relaciones lésbicas, no confiaban en que una historia de estas características pudiera llegar a un público masivo.

Hoy La favorita es una de las películas más importantes de la temporada de premios y uno de los fenómenos cinematográficos del año. Hace unos días le dio a Olivia Colman el Globo de oro a mejor actriz de comedia o musicalEn su discurso Colman dio las gracias a “my bitches” Emma Stone y Rachel Weisz. El apelativo utilizado de forma cariñosa por la actriz, bien podría trasladarse con intenciones menos halagüeñas a los personajes que Weisz y Stone interpretan en la película. El primero, Lady Sarah, la mujer que ejercía extraoficialmente de valido de la reina que ve cómo sus privilegios se tambalean con la llegada de la segunda, Abigail, una antigua dama caída en desgracia, a la corte. Ambas utilizan todas sus armas, hasta las más rastreras, sobre todo las más rastreras, para luchar por el favor de la reina Ana. Pero en ningún momento nos encontramos frente a unos personajes desdibujados o llevados a la parodia propia de –las por otro lado tan disfrutables– peleas de gatas. Lady Sarah y Abigail son dos mujeres retorcidamente tenaces con unos objetivos muy claros. Tan dueñas como esclavas de sus propios deseos. No son una parodia. Ni una caricatura. ¿Dónde está el problema? Parece que más bien fuera de la película que dentro.

En el ya citado reportaje del Hollywood reporter la periodista Tatiana Siegel le pregunta a las actrices cómo cree que encaja la película en las políticas de género. La respuesta de Colman es cristalina: “¿Un revés para las mujeres? ¿Cómo puede convertirse en un revés para las mujeres enseñar que las mujeres se tiran pedos, vomitan, odian, aman y hacen todas las cosas que hacen los hombres? Todos los seres humanos somos iguales. Tenemos muchas facetas, diferentes capas, asco, atractivo, poder, debilidad, suciedad y brillantez. Esto es lo que es estupendo (de La favorita). No resalta de las mujeres esa cosa antigua de la delicadeza”.Sin embargo, la pregunta de la periodista, ya denota, primero, cierto clima en el que el hecho de que una película no se ajuste a las expectativas morales en según qué cuestiones ya la pone en entredicho, y, segundo, algo más.“De acuerdo con la mística de la feminidad, la mujer no tiene otra forma de crear y de soñar en el futuro. No puede considerarse a sí misma bajo ningún otro aspecto que no sea el de madre de sus hijos o esposa de su marido”. La mística de la feminidad que ayudó a desnudar Betty Friedan hoy, al menos en occidente, está desvestida y desarmada. Ninguna mujer está condenada a ser madre ni esposa si no lo quiere. Pero existe otra mística femenina, no tan extendida como la de las amas de casa anteriores a los 60, pero sí peligrosa: esa que afirma que las mujeres deben llegar a los puestos de poder no porque es lo justo, no porque esos puestos se les han estado negando activamente, sino porque van a aportar van a “feminizarlos». Esto no solo es injusto para con las mujeres que no cumplen esos ideales etéreos de lo que es una mujer por el hecho de serlo –cariñosa, amable, empática–, sino porque es la otra cara de una mirada condescendiente a la mitad de la población que lo que quiere es igualdad de oportunidades, no tener que volver a ajustarse a otro corsé según su género.
¿Y qué hay de los personajes masculinos en La favorita? En el mismo reportaje Rachel Weisz apostilla: Estoy de acuerdo con Olivia en que las mujeres son tan complicadas como los hombres. Pero creo que lo que me resulta interesante es que los hombres en La favorita llevan mucho maquillaje, colorete, pintalabios y tacones. Son personajes periféricos ligeramente ridículos. Son una ocurrencia tardía. Esto puede no ser inusual en la vida, pero es inusual verlo en películas”. Podría estar contestando a la candidata a la presidencia de la comunidad de Madrid por el PP, habló hace unos días de una “dictadura feminista por la cual el hombre puede quedar como un tonto en las publicidades y en las películas y no pasa nada”. La otra cara de la misma moneda.Y lo mejor es que, al contrario de los que dictan el canon femenino, la película no pretende convertirse en un alegato de género. “El amor tiene límites”, defiende el personaje de Rachel Weisz al inicio de la película, para que después veamos cómo los personajes se saltan todos los que encuentran. Saltarse los de la representación bienpensante de la mano de historias como esta desde luego que merece la pena.

Fuente: revistavanityfair.es