Recuperando el futuro y la esperanza racional

Carlos Hugo MolinaLa construcción de la Bolivia que necesitamos debe asentarse sobre bases consistentes y sólidas, más allá de todo entusiasmo que no tenga sustento. Sobre esa base, después podremos soñar libremente.

Hay una tendencia migratoria que se vacía a las ciudades capitales, los departamentos del eje central y el departamento de Santa Cruz, como tendencia indetenible. Por eso crecen en habitantes las ciudades y en un número que debemos interpretar para que el futuro deje de ser una preocupación. ¿Cómo respondemos a esa realidad? He encontrado cuatro ideas fuerza que, desde Santa Cruz, ligadas entre sí y válidas para todo el país, pueden ayudarnos a sosegar el espíritu y mirar el futuro de Bolivia con mayor tranquilidad.

La primera es volver a mirar el futuro. La gente que habitó estas tierras, siempre miró el mediano y largo plazo. Es lo que hizo Andrés Ibáñez con su propuesta de federalismo igualitario, para provocar un cambio de sistema de Estado cuando Santa Cruz de la Sierra no tenía más de 10.000 habitantes. Es la visión que refleja el Memorándum de 1904, propuesto por un grupo de ciudadanos cuando la ciudad era habitada por 12.000 almas. En la lista tenemos la propuesta de las regalías petroleras, que favorecieron a todo el país; el Plan Techint para la ciudad, los planes del Comité de Obras Publicas y de la Corporación Regional de Desarrollo; la tesis de “sembrar las regalías” de Óscar Serrate y Fernando Prado; la propuesta de Carlos Dabdoub “Santa Cruz 2000”, hecha en 1986; la de “Santa Cruz 2020” que me correspondió trabajar en nuestro paso por la Prefectura, hoy la de Santa Cruz 2025 de la Gobernación… Todas ellas mirando siempre más allá.



La segunda tiene que ver con el valor de la tierra y su excedente competitivo y sustentable para lograr seguridad alimentaria y cohesión social. Es la relación con la tierra que se basa en la producción agropecuaria y forestal en sus diferentes manifestaciones e incorporando lo industrial, con los ajustes necesarios, permite generar los beneficios que no producen otras actividades extractivas. Estas tierras pueden producir el 300% de la seguridad alimentaria que necesita Bolivia, sin ninguna dificultad y utilizando mejor la frontera agrícola.

La tercera es la comprensión de la distancia como oportunidad en la relación con el mundo; las relaciones de alianzas, mercados y reciprocidad, lejos del poder central y del resto del país, produce más de lo que se consume teniendo excedentes que necesitan mercados, adentro y fuera de Bolivia. Eso obligó a conectarse con el exterior y favoreció el surgimiento de una sociedad abierta al mundo, en una constante para la cual debió inventarse la Cadex y el IBCE, como instrumentos necesarios que el Estado no proporcionaba. Con soberanía, es necesario entender que un decreto supremo no modifica las claves del comercio internacional.

Y finalmente, integramos todo ello con una visión cultural de carácter universal expresado en lo Chiquitano. Esa comprensión de las condiciones propuestas por la geografía también es visible en Chiquitos, el único lugar de América en la que la gente se apropió de valores universales y generó una simbiosis extraordinaria entre los indígenas, los españoles, los misioneros jesuitas y la geografía. Indígenas, españoles y jesuitas hubo en toda América, pero solo en Chiquitos se formó un conjunto mágico cuya herencia sigue viva hoy, a más de 300 años de su inicio, y que se refleja con nitidez en esos pueblos vivos que son Patrimonio Cultural de la Humanidad y cuya influencia, llega a todo el país.

Por estas razones la población migra. Y esta es la base para volver a reconciliarnos con nuestro futuro.Fuente: El Deber