«Hay gente que pregunta con malicia si David Santalla sigue viviendo y trabajando»

Ayer se exhibió la película Cuando los hombres se quedan solos, que el actor protagoniza. Está presentando dos espectáculos y filmando Mi Socio 2.0.



Javier Méndez Vedia

Ha publicado recientemente dos libros de memorias; está en pleno rodaje de Mi Socio 2.0, la segunda parte de la película de Paolo Agazzi; ayer se mostró el filme Cuando los hombres se quedan solos, en el que interpreta a un exparamilitar. Está activísimo y siempre acompañado de Sandra Saavedra, su esposa. “La gente pregunta con malicia si David Santalla sigue viviendo o trabajando. Les molesta que una persona mayor tenga entusiasmo, que sea hualaycho. ¿Cómo se dice hualaycho aquí?

Arrofaldao. Un poco atrevido, audaz.

¡Eso! Me preguntan cuántos años tengo y respondo “la edad que me da la gana”. Muchas veces me olvido de la edad que tengo. Se quiere encasillar a la gente (hombrecitos con autitos, mujercitas con muñecas) y con eso uno pierde la fantasía y la niñez automáticamente. No hay que lanzarlos a los chicos a perder su niñez porque después, como jó- venes, están perdidos.

¿Alguna vez estuvo en riesgo de perder esa fantasía?Cuando estaba enamorado. Era muy corto con las mujeres porque nunca me habían explicado cómo se las puede tratar. Vivimos entre puros hombres. La mujer era una poesía y la tenía como en un altar, a veces demasiado idealizada. Llega un momento en que también se consienten y abusan (risas).

“¿Estás hablando de mí?” (pregunta su esposa, que escucha la entrevista).No, es una retrospectiva. En este caso, ya que ella está presente: No pensaba ya estar con ninguna mujer. “Me dedicaré a mí”, dije. Entonces llega un momento en que encuentro a una mujer que también estaba en esa situación, que no confiaba. Nos encontramos y hemos sintonizado nuestras ondas y ya. La extrañaba pese a lo poco que habíamos charlado, y ella también. Me gustaba porque era arrojada. Le decía que venga a acompañarme a una gira. “Ya”, me decía. Nunca escuché a una mujer que diga ‘sí’, de frente. Siempre escuchaba “sí, pero es que…”. El país del “sí, pero es que…” nos ha atrasado mucho. Tenemos que ser más decididos.

Ella lo inspiró…Estoy feliz porque ella me empujó para que publique. Me encierro, empiezo a escribir y ella es mi consejera. En una pareja el amor no siempre está en la cama, sino también en toda la esencia sana, en todos los estratos. Este regalo me lo hizo Dios. Yo creo en Dios de una manera consciente.

¿Qué manera es esa? No creo como si fuera una superstición, que si toco algo, me va a ir bien o mal. Es alguien que me comprende pero que no me ayuda directamente, sino que me da oportunidades. 

¿Ha mejorado la situación del teatro, hay más oportunidades para el actor? Hemos logrado conseguir apartarnos de los impuestos para que seamos parte de la cultura. La primera frase que lancé fue “dejen de tratarnos como si fuéramos un artículo de compra y venta. No somos zapatos ni salchichas. Somos cultura”. Entonces me preguntaron “¿y qué cosa producen los artistas?”, de forma despectiva. Le dije que alguna vez deje de leer la guía telefónica y agarre un libro.

Respondí que producimos orgullo nacional, ganas de ser. Eso no hay en frascos ni en pastillas.

Se puso serio al responder. Sí. Es que era una sandez. Disculpé eso porque a veces obedece a la falta de instrucción, de conocimiento. Dejemos de mover las tabas, movamos el cerebro. Se puede llevar cabo una transición hacia algo mejor. Solo culturalmente se puede lograr eso

La cultura como forma de conocerse. ¿Hay lugares del país que le gustaría explorar?

Sí. Hay que ir más a las provincias. Propuse al actual presidente -porque los anteriores ni me escuchaban- que hay que hacer teatros en los lugares más estratégicos de nuestra frontera. Así los artistas empezarán a dar la vuelta al país todo el año porque tendrían locales donde actuar. He actuado en mercados, con mesas puestas. Tuvimos accidentes cuando se separaron las mesas. Locales donde se pueda hacer cultura: audiovisuales, charlas, conferencias, cuadros. Tenemos que pensar que el arte es parte de la respiración, del alma del pueblo. Si olvidamos el arte, olvidamos nuestra personalidad. ¿Qué orgullo vamos a tener entonces? ¿Qué ganas de ser y de seguir? El país ha empezado a tambalear porque no nos conocemos entre nosotros. Las juventudes que no se conocen entre sí son proclives a pelearse, y el más tonto es el que mas puñetazos da.

Fuente: eldeber.com.bo