Delirio en México

Manfredo Kempff Suárez

Entre tacos, enchiladas, y “burritos”, los dos más grandes actores teatrales bolivianos de las últimas décadas, Evo Morales Ayma y Álvaro García Linera, están haciendo alegrar, llorar y rabiar, al público mexicano, que, sin embargo, vive telenovelas reales a causa de la violencia desatada por el narcotráfico y la corrupción institucionalizada en su propia nación. Nosotros, desde Bolivia, no perdemos episodio de nuestros actores en México, y lo hacemos absortos, sorprendidos y trasnochados, oyendo cómo, desde México, Morales instruye el cerco a La Paz y el bloqueo de carreteras en un acto de terrorismo que merece repudio internacional y cárcel.

En su primera presentación con la afamada Aristegui, en CNN, el peligroso actor no pudo dar pie con bola, y pese a que la periodista estuvo muy amable con él, no podía disimular su tristeza por la pérdida del poder. No supo contestar si era un “ex”, un presidente asilado, o un refugiado.  Y cuando pensábamos que lanzaría toda su artillería contra el nuevo Gobierno, se dedicó a contar las historias de su niñez, de los “t´aras” malvados que lo escupían, de los gringos imperialistas, pero dijo que con él Bolivia se hizo poderosa. El enredo llegó cuando Aristegui le preguntó sobre el referéndum del 21-F y respecto al fraude escandaloso del 20 de octubre pasado. Su explicación fue anecdótica e incoherente, decepcionante.



Pero su siguiente actuación fue desastrosa. Tuvo que enfrentarse a un periodista de la BBC, serio, acucioso, interesado en investigar la verdad, que no se anduvo con remilgos ni gentilezas. Rápidamente el teatral “ex” se dio cuenta de que esta vez estaba metido en un brete y antes de dejarse acorralar atacó. No hubo una entrevista en sí, sino que Morales se negó a responder y se enfureció, sonriendo con sorna, señalándolo con el índice, como hace con sus cocaleros a quienes amedrenta. No fue más que el periodista mencionara el fraude electoral, el narcotráfico, su fomento de la violencia, para que don Evo adoptara una posición de matón de barrio, se hiciera el ofendido, y acusara de mentiroso y cómplice de la derecha racista a su interlocutor. La escena terminó en un bochorno y con seguridad que el periodista habrá quedado asombrado de tanta ira acumulada y de tan poco razonamiento.

Para su tercer espectáculo teatral, el ex – vicepresidente García Linera le preparó a su jefe un escenario propicio en la Universidad Autónoma de México, donde el entrevistador fue John Ackerman, quien lo dejó hablar a su aire, sin interrumpirlo y sin hacerle ninguna pregunta incómoda. Morales se dedicó a mentir, injuriar contra la Presidente Añez, victimarse, exactamente como si estuviera en alguno de nuestros canales de TV afines con él. Como no hubo preguntas sobre el fraude y su fracaso electoral, ni sobre que ya era un “ex”, ni menos sobre el narcotráfico ni sobre su incitación al cerco a La Paz, tampoco se produjeron amenazas ni miradas torvas, y el actor estuvo feliz con el “hermano” John, aunque sin mencionar la necesidad de pacificar el país. Fue un coloquio un tanto infantil, siempre anecdótico, que terminó con una amplia sonrisa del ex – presidente, mientras en los bloqueos de Bolivia se producen muertes.

     Todas las maldades juntas, las falsedades, la hipocresía, el cinismo, la poca vergüenza, estuvieron en boca de Álvaro García L., en su actuación teatral con Aristegui. Trató de dar un giro a la situación y lo hizo manifestando que ni Morales ni él habían renunciado a sus cargos, que estaban en consideración de la Asamblea Legislativa. Que, por tanto, se consideraba un Vice en el exilio como lo era el don Evo en la presidencia. Sin embargo, la expresión desencajada de su rostro no lo acompañaba en su propósito de querer engañar, además de que se terminaron sus brillantes piezas oratorias para Bartolinas y huerfanitos a lo que está acostumbrado. Aparentemente, los propios masistas han pulverizado sus esperanzas.