El coletazo del herido

Manfredo Kempff Suárez

De que S.E. está herido de muerte, nadie lo duda. Y de que Bolivia vive una verdadera revolución de baja intensidad desde hace una semana por lo menos, es otra certeza. Basta con ver los enfrentamientos y muertos de los últimos días. El asunto es que no se sabe hasta cuándo S.E. permanecerá en La Casa Grande del Pueblo, si en el plazo ya vencido que le ha puesto Luis Fernando Camacho desde el Comité pro Santa Cruz, se encapricha en sobrevivir gobernando. Si S.E. soporta el acoso popular, ganaría tiempo hasta el 22 de enero, fecha en que no dudaría en volver a jurar a un  nuevo mandato de cinco años, haciendo caso omiso a todas las protestas en contra debido su fraudulenta elección, que ahora pasa por una extemporánea e inservible “auditoria” de la OEA. S.E. está enamorado del mando y se cree un predestinado.

El hecho cierto, sin embargo, es que el lagarto moribundo, cuando ya se comió los peces y la laguna se secó, ha quedado en el fango, agonizante y silencioso, pero lejos de estar muerto. Y todos sabemos que los saurios de cualquier tamaño y especie, cuando están heridos o acosados, tienen como defensa, aunque sea póstuma, el último coletazo. Un coletazo que puede ser doloroso para quien lo recibe.



Los cruceños y el resto de los compatriotas liderados por el audaz Luis Fernando Camacho, hemos puesto a S.E. en una situación desesperada. Pero él está ahí, vivo, asustado pero acusando que es objeto de un golpe de Estado. En Santa Cruz no hay violencia y todo se ha llevado en paz – aunque el ministro de Gobierno miente que estamos pateando a las señoras de pollera – pero en otras regiones del país el MAS ha provocado enfrentamientos en defensa de S.E. y seguramente que el régimen se relame por hacerlo en Santa Cruz. Es la revolución que ya está en marcha,  tal vez sin darnos cuenta.

Es por eso que hay que estar alertas para no dejarse sorprender por el coletazo agónico, que puede llegar con fuerza. El MAS tiene muchos adeptos en nuestra tierra y también existe una Policía bien pertrechada que tiene fuerza y siempre ha estado de su lado. Los militares están en sus cuarteles y se han negado a salir a las calles para reprimir, pero no se sabe si tomarán partido o no. ¿Qué previsiones se habrán tomado si es que el régimen decide ahogar violentamente la pacífica pero certera demanda cruceña?

El señor Romero ha descartado más de una vez que se vaya a decretar un estado de sitio. Francamente, en mis largos años de actor y observador, no conozco ningún gobierno que haya anunciado que va a imponer un estado de excepción, porque eso es poner sobre aviso a quienes resisten y permite que las cabezas enemigas se pongan a buen recaudo. Cuidado entonces que en cualquier momento nos encontremos con que, en vez de que S.E. renuncie, queden suspendidas todas las libertades constitucionales, que la Carta Magna se tome una vacación, y que se imponga el toque de queda. ¿Sería impopular y podría producirse una masiva desobediencia? Claro que sí. Claro que provocaría indignación en toda la ciudadanía. Pero el coletazo agónico demoraría el desenlace final.

A pocos bolivianos les entra en la mollera que S.E. renuncie y se vaya como si tal cosa. Y menos, seguramente, a los partidarios de S.E., a aquellos que se sentirían traicionados y abandonados, a riesgo de ser sentados en el banquillo del acusado para que rindan cuenta de 14 años de corrupción. Tampoco lo aconsejarían los países aliados del Estado Plurinacional, como Venezuela y Cuba, que están jugando en la mesa del poker político nacional.

Por tanto, pensar que S.E. se va a ir al Chapare a vender pescado frito, no está en el sentimiento del “jefazo”. Es otra de sus mentiras. Abandonar el poder cuando ya tiene ganados, a la mala, cinco años más, no tiene ningún sentido para él. Yo no me imagino, por lo menos, a S.E., el Vice, y los halcones, despidiéndose de sus Bartolinas y de sus gerifaltes de los movimientos sociales y los cocales, diciéndoles que ya se acabó la mamadera.