La Revolución de las Pititas en Bolivia: Una experiencia humana

Escrito por Marcos Grisi Reyes OrtizLos veintiún días de movilización ciudadana nos cambiaron la vida de alguna manera: hicimos nuevas amistades con los vecinos, nos acercamos más a nuestra religión y aprendimos el valor de mantenernos unidos por una causa común.Nota del autor: El texto a continuación se refiere al paro cívico y bloqueo de calles que se llevó a cabo en Santa Cruz, Bolivia, desde el miércoles 22 de octubre hasta el martes 12 de noviembre del año 2019. Este espacio está dedicado exclusivamente a relatar la experiencia humana de quienes participaron en ese evento.UN PARO CÍVICO INDEFINIDOAl principio había mucha incertidumbre porque no sabíamos a qué nos estábamos enfrentando. Empezamos el paro un día miércoles, en el medio de una semana laboral que debería haber sido normal. La instrucción de nuestros líderes cívicos era que la medida tenía duración indefinida, lo cual era muy diferente a otras ocasiones cuando parábamos por solo uno o dos días.Bloqueamos las calles y avenidas con nuestros mismos autos o con cualquier otra cosa que encontramos en las aceras. La ineficiencia de la Alcaldía cruceña, que tiende a dejar obras sin concluir, resultó particularmente útil para encontrar material. Utilizamos llantas viejas, bloques de cemento, ramas de árbol, cables de electricidad, cuerdas…, todo servía. Ese día se levantaron cientos de trancas improvisadas en toda la ciudad, simultáneamente.

Las pititas
Pues sí, parecía un bloqueo con pititas.

Santa Cruz es una ciudad plana, muy extensa y de clima tropical. Ese primer día el cielo estaba despejado, el sol brillaba en toda su intensidad, no había viento y hacía mucho calor. La temperatura era de 32 grados centígrados o más. Las banderas de Bolivia estaban presentes en multitud de lugares junto con la bandera cruceña. Se sentía el civismo en las calles, además de alegría y determinación por la defensa de una causa.

Foto rotonda
Bicicletas, niños con triciclos, banderas bolivianas.

A mediodía la gente se turnó para ir a sus casas a comer. Todavía había víveres y los niños estaban tranquilos. Un día de paro es fácil de aguantar. Al llegar la noche, algunos vecinos se organizaron para pasar las horas en vela hasta el día siguiente. Muchos se ofrecían voluntariamente para las tareas y las decisiones se tomaban entre todos.



Vecinos en la noche
Vigilia de los vecinos en la noche.

Llegó el segundo día. A pesar de que había la instrucción de que toda la ciudad debía parar sus actividades, varias empresas e instituciones seguían funcionando a puerta cerrada. Algunas personas se las tuvieron que arreglar para ir a sus trabajos en bicicleta o a pie, lo cual ya generaba algunas incomodidades. Por otro lado, quienes dependían de sus ventas del día a día para sobrevivir empezaron a notar los primeros efectos del paro.En los puntos de bloqueo de las rotondas (intersecciones de avenidas en Santa Cruz) la tensión empezó a subir de a poco, porque la gente tenía que abastecerse de alimentos, comprar medicinas, ir a hospitales o conseguir garrafas de gas. En varios lugares hubo discusiones, hasta peleas. Uno de los problemas fue la ausencia de directrices claras sobre quiénes podían circular y quiénes no. Las decisiones las tomaban los mismos bloqueadores, a su propio criterio.Y, obviamente, cuando dejas que cada uno ejerza su propio criterio, te encuentras con un desorden tremendo. Hay personas que son exageradamente rígidas y no dejan pasar a nadie, sin dar explicaciones ni importar las consecuencias. Hay otras que son más flexibles y quieren ayudar. Lo mismo sucede con los que circulan: algunos son agresivos y quieren pasar a las buenas o a las malas; otros son más amables, con una sonrisa y un por favor pueden conseguir mejores resultados. REGLAS DE CONVIVENCIAComo sociedad tuvimos que asumir ciertas reglas de convivencia, dadas las circunstancias. Llegaron algunas orientaciones de los líderes cívicos que, mezcladas con la práctica, nos dieron las siguientes pautas:

  1. Los mercados y supermercados abrirían en las mañanas, por lo que se debía permitir el paso a camiones o movilidades que llevasen comida a los centros de abastecimiento. Muchos de los camiones venían desde los valles con productos frescos, no se los podía perjudicar.
  2. Los camiones cisterna, o que llevaran garrafas de gas o combustible, podían pasar sin restricciones.
  3. Gente con emergencias médicas, o en tratamientos como hemodiálisis o quimioterapias, podían circular libremente, eso sí, mostrando su documentación en los puestos de control.
  4. Los viajeros que iban al aeropuerto podían también avanzar si mostraban su pase para abordar el avión. Esto sí era algo más difícil porque había bloqueadores con diferentes criterios. Llegar al aeropuerto tomaba hasta tres horas, lo que normalmente toma cuarenta minutos.
  5. El tránsito de ambulancias, carros bomberos, vehículos de las empresas de agua y electricidad, funcionarios de la alcaldía o de la gobernación, o transporte de personal médico, era permitido a todas horas.
  6. La policía podía circular libremente. Al final, son ellos los que controlan a los delincuentes, restringir su paso habría ido en contra de nuestra misma seguridad.
  7. Los camiones de transporte de dinero también podían transitar. Esto era vital porque si se restringía la circulación de estas movilidades, los cajeros automáticos no habrían podido dispensar billetes.
Avenidas bloqueadas
Avenidas sin tráfico y ciudad paralizada.

 CASOS ESPECIALESEra muy extraña la sensación que resultaba de estar en un punto de bloqueo haciendo el papel de policía. Recién al hacer este trabajo entiendes las dificultades que existen. Debes evaluar quién es el conductor del vehículo, por qué quiere pasar, qué trae, a dónde va y verificar la carga que lleva.La lista de los que podían pasar estaba definida, el problema eran los casos que no estaban tan claros. Estos son algunos de los que nos tocó ver:

  • Señores de edad avanzada que van a comprar víveres al mercado en auto, que no manejan bicicleta ni pueden caminar largas distancias cargando bolsas.
  • Familias enteras con muchos niños en el vehículo.
  • Autos que se cuelan detrás de un cortejo fúnebre.
  • Gente que muestra un permiso de circulación falso, o que dicen que lo perdieron y manifiestan una necesidad de transitar.
  • Personas que dicen estar en tratamiento de hemodiálisis, pero que los ves pasar varias veces en el día, todos los días.
  • Servicios privados de seguridad, es decir, quienes no son policías pero tampoco son civiles.

Una vez me tocó ver un auto que se acercó a mi puesto de bloqueo sin permiso de circulación. El chofer me dijo que estaba de camino a un taller junto con su mecánico, quien supuestamente estaba a su lado. Miré al copiloto: era un pitillero (adicto/malviviente), de ropas sucias, cara demacrada, ojos entrecerrados, barba crecida y una gorra roja puesta hacia atrás.Me fijé en el asiento trasero ¡y había otros tres pitilleros! En realidad, era un auto con cuatro zombis como pasajeros. Mi colega me hacía señas apuradas para que los dejara avanzar. Él me dijo después: “Que desaparezcan de acá, no somos policías, y no queremos tener problemas con esa gente”. Algo de razón tenía. Eso sí, me quedé con ganas de tomarles una foto, parecían traídos de una escena de The Walking DeadEL AMBIENTE EN LAS CALLESLas rotondas de la ciudad adquirieron vida propia. Cada vez más vecinos se incorporaban voluntariamente a grupos que hacían turnos en cada intersección. No necesariamente tenías que estar sirviendo en el punto cercano a tu casa, podías estar en otro lado, bastaba con preguntar si necesitaban ayuda y te añadías.Algo impresionante era la ausencia de ruido de motores en las calles. En una ciudad con tanto tráfico como Santa Cruz, normalmente es imposible escuchar el sonido de los grillos y las cigarras. Parecía que estabas en un pueblito en el campo, no en una avenida como el cuarto anillo a las siete de la noche de un martes.La seguridad que había para caminar era también muy extraña. No había micros de transporte público apurados, ni conductores histéricos tocando bocina por cualquier motivo. Ha debido ser la única vez en la vida que los policías de la unidad de Tránsito no tuvieron trabajo. No hubo un solo arresto a conductores ebrios. Eso sí, miles de autos estaban mal estacionados, pero no había manera de remolcarlos.

Foto bloqueo de avenida
Autos, mesas, verjas… todo sirve para bloquear. En la foto: crepúsculo en Santa Cruz.

Era hermoso escuchar y ver cómo los niños y los jóvenes jugaban en la calle. Familias enteras estaban presentes en las rotondas, la cual a veces se llenaba de pelotas, triciclos y carritos. El clima tropical de Santa Cruz —y la momentánea paralización vehicular— proporcionó ese ambiente.No podías sacar el auto para ir al mercado, así que tenías que manejar la bicicleta y arreglártelas para traer las cosas en la mochila. En consecuencia, comprabas solo lo mínimo indispensable y gastabas mucho menos. Después debías cocinar y comer en casa, compartiendo más tiempo con quienes viven contigo.

Foto supermercado con bicicletas en la puerta
Las bicicletas de los clientes en el supermercado.

El centro de la ciudad parecía una zona fantasma. En días normales, las calles están atestadas de autos, transeúntes, vendedores ambulantes, heladerías y estudiantes. Como en los días de paro nadie podía llegar al centro, había un silencio total. Uno que otro despistado (como el que escribe esta historia) fue a ver qué pasaba. Me di el gusto de ir por todas las calles en contrarruta, por el medio y haciendo zig-zag, espantando palomas.La actividad social se redujo casi a cero. Había una prioridad latente a nivel nacional que no permitía que puedas disfrutar de un momento de ocio, cuando sabías que tus vecinos estaban haciendo turno en sus puestos. Los encuentros deportivos también desaparecieron por las mismas razones.Con el transcurrir de los días nos dimos cuenta de que no podíamos dar marcha atrás en nuestra demanda. Si levantábamos el paro, íbamos a perder todo, y el sacrificio no habría servido de nada. Estábamos como en un camino en las montañas, donde el sendero es tan angosto que no hay el espacio suficiente ni para dar la vuelta, a riesgo de caerse. No había otra que seguir adelante. LA PARTE RELIGIOSAHe visto varios grupos religiosos, católicos y evangélicos, reunirse en algún lugar de la rotonda a una hora específica, para rezar el rosario o para realizar alabanzas. Había mucha fe en ellos, todos clamando por paz en Bolivia. Si querías, te incorporabas para rezar con ellos, o simplemente los acompañabas unos minutos.En los últimos días de paro, vi devotos marchando en círculos alrededor de rotondas haciendo sonar un instrumento tipo cuerno, que era el que, según la biblia, tocaban los israelitas para que caigan los muros de Jericó. Caminaban unos detrás de otros, con la cabeza inclinada, rezando.Los pasajes de la Biblia que relatan ese suceso se encuentran en el capítulo sexto del libro de Josué, en el Antiguo Testamento, y en la epístola a los Hebreos en el Nuevo Testamento, capítulo 11 versículo 30, que dice así: “Por fe cayeron los muros de Jericó con rodearlos siete días”.Me contaron hace poco que evangélicos y católicos se habían organizado para rezar todos los días a las tres de la tarde, en exactamente 21 rotondas alrededor de la ciudad. Muchos de los que no iban a las rotondas rezaban desde sus casas, a la misma hora. La energía positiva que se expandía desde esta ciudad ha debido ser muy fuerte, gracias a la gran cantidad de personas orando por un mismo pedido. CONCENTRACIONES DIARIAS A LOS PIES DEL CRISTO REDENTORTodos los días, a las siete de la noche, la población de Santa Cruz llegaba a la rotonda del Cristo Redentor para cerrar un día de paro, y empezar el siguiente, con las instrucciones correspondientes. Esas reuniones servían como la guía y la motivación que todos necesitábamos para seguir con la medida de presión, mantener la fe y darnos fuerza unos a otros. A pesar de que no había transporte público, la gente se las arreglaba para llegar en bicicleta o a pie.

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El Cristo Redentor, de noche.
Foto Cristo Redentor
Banderas bolivianas, cruceñas y del 21F, frente al altar papal.

Estuve ahí en tres oportunidades, dos de las cuales fui en bicicleta y una a pie (una hora y media de caminata desde mi casa). La vez que fui a pie fue muy emocionante, porque se estaba velando el cuerpo de Marcelo Terrazas, quien era tres años menor que yo y estaba en mi colegio. Llegué justo en el momento en que se celebraba la misa en el altar papal. Cuando la ceremonia concluyó, pude ver la entereza con la que su hijo Marcelo se dirigió al público, haciendo honor a la lucha de su padre.

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Marcelo Terrazas, hijo. Detrás de él, el féretro de su papá.

LOS VECINOSLo más interesante y perdurable como experiencia humana fue la infinidad de amistades que se hicieron entre vecinos en esos días. A medida que los días pasaban, y las horas en un puesto fijo se extendían, surgieron conversaciones que descubrieron afinidades, llevándonos a disfrutar de una conexión cercana con el prójimo.Así, nos dimos cuenta de que la gente común y corriente tiene una bondad intrínseca, que no la ves normalmente por lo apurado que vas en la vida. Con un poco de visión, descubres que todo el ruido negativo que aparece en las redes sociales o en la prensa lo hacen unos pocos, mientras que la mayoría de la población es silenciosa y solo desea vivir en paz y prosperidad, sin hacer daño a nadie.Como soy incansablemente curioso y preguntón, decidí, el último día del paro, hacer entrevistas a algunos vecinos para que me cuenten cómo fue su experiencia.  En cada una de las intervenciones, podrán escuchar palabras de sabiduría. Estoy seguro de que, si hubiera entrevistado a cualquiera de los que iban a la rotonda cercana a mi casa (unas doscientas personas en horas pico), habría tenido el mismo resultado.Aquí comparto con ustedes lo que oí de ellos: JORGE:  HICIMOS VIDA DE CAMPO EN PLENA CIUDADEn estos días conocimos el lado humano de muchas personas. Normalmente no tienes el tiempo para conversar con nadie en tu vecindad, ya que tienes trabajo, familia y compromisos. A veces somos demasiado fríos, nos dejamos llevar por las noticias, por el correo electrónico, por los grupos de chats, y no hacemos mucho para comunicarnos físicamente con la gente a nuestro alrededor.Esta ha sido una etapa muy linda porque fue como volver en el tiempo, cuando estábamos menos conectados digitalmente pero más integrados humanamente. Hemos empezado a volver a hablar, nos hemos acompañado físicamente, sin enviarnos el video o el chat, sino compartiendo la salteña y la Coca-Cola. Hace cuántos años que no nos sentábamos a comer un pedazo de pan entre desconocidos.En la vida, generalmente, las diferencias entre clases sociales están marcadas, pero acá no. En los bloqueos no hay nadie que sea el jefe, nadie que se sienta autoridad, no hay reglamento, es libre. En la oficina no funciona así. Aquí vas conociendo al que vive en la otra cuadra, a la señora que cocina y viene con su majao, ya no hay diferencia. Al final todos somos iguales.Hemos visto también algo de la vida de quienes transitan por la ciudad. Uno de los casos que más recuerdo es cuando llegó un vehículo que no tenía permiso de circulación. Les pregunté adónde iban, y me dijeron que al cementerio. Estaban tristes. En el asiento de atrás había el ataúd de un bebé. Te pones en lugar de ellos y dices: “¡Qué pena que les haya pasado eso!”.A los muchachos millennials, que están toda la vida conectados, jugando con sus consolas y juegos, los hemos visto manejando bicicleta, jugando a la pelota, divirtiéndose. Los niños, que nunca salen a la calle y que siempre están protegidos por los peligros que hay, los veías en todo lado, con su pelota, con su perro, como si fuera un pueblo.Con estos bloqueos hemos vivido de una forma simple, sin hacernos problema de nada. Hemos gastado mucho menos, comimos sano, y compartimos más tiempo con la familia. También nos hemos vestido de una manera sencilla; por ejemplo, no he usado camisa ni pantalón por semanas. Hicimos vida de campo en plena ciudad. RODRIGO: ME DIERON LA FORTALEZA PARA APOYAR A MI PAÍSHemos visto la ciudad desde otra perspectiva. Estás acostumbrado a andar en auto, y en estas tres semanas hemos ido a pie o en bici. Me sirvió para saber dónde vivo, que mi ciudad es esta y recién la estoy conociendo. Por ejemplo, la salteñería donde ahora vamos cada mañana no la había visto nunca, y eso que pasaba todos los días por su local. Te das cuenta que vives rodeado de personas diferentes, cada quien con su situación especial. Mirá nuestra querida Nani, creo que voy a despedir a la cocinera y venir a comer aquí todos los días. ¡Qué mujer tan maternal, con su cafecito en la mañana!Me ha sorprendido lo testaruda que son algunas personas, sobre todo quienes se supone deberían ser más pensantes, por su alto nivel educativo y socioeconómico. Ellos resultaron ser los más intransigentes, esa es la impresión que me han dado.Cuando se levantó el bloqueo del vertedero de basura, comenzaron a circular los camiones a recoger todo lo que estaba acumulado. Me tocó ver llegar a uno de ellos con varios trabajadores operándolo. Todo apestaba. Una señora paró el camión y empezó a pedirles credenciales. Yo le reclamé: “Pero, señora, por favor, un poquito de criterio, déjelos pasar”. Me respondió: “¡No, así tenemos que hacer para todos, sin excepción! ¡Y hay que revisar qué llevan!” Empecé a discutirle, a lo que me respondió, enojada: “¡Yo estoy aquí desde el primer día y no voy a permitir que me hable así!” Me di media vuelta y me alejé, no tenía sentido seguir conversando con esa persona.Esa intolerancia puede darse porque —mientras parte de la gente que vive la escasez en su día a día se hace más solidaria con quienes pueden estar sufriendo lo mismo— los que tienen todo comprado no tiene por qué sentir solidaridad con nadie.He pensado todos los santos días en irme de Bolivia, tengo las posibilidades, puedo hacerlo. Pero la gente que veo en las rotondas, bloqueando junto conmigo, que viven el día a día, me han convencido de que no, no hay razón para que me vaya. Ellos han estado ahí, firmes, y me han dado la fortaleza para apoyar a mi país. JOSÉ: LA AMABILIDAD ES EXTREMADAMENTE CONTAGIOSASiento ahora una fuerza muy poderosa que ha eliminado la división regionalista entre los bolivianos. No te puedes unir para destruir a otro grupo, como nos han impuesto en los últimos años, eso no está bien. La gente necesitaba algo mejor, necesitaba un estímulo para expresarse y actuar.Ese estímulo o impulso viene de la palabra de Dios, de la fe de todo el pueblo. Al final todos oramos por un mismo anhelo, que es tener paz y no enfrentarnos unos con otros. He aprendido que todo el mundo quiere lo mejor para su patria, para sus hijos, para sí mismos. Pero pocos se animan a actuar, a expresarse, a que los escuchen.En estos días he visto, además, que los vecinos tienen el mismo anhelo de mantener una ciudad limpia y ordenada. La amabilidad también está presente en todos ellos. La amabilidad  —que incluye saludar, desear el bien y agradecer— es extremadamente contagiosa. Es un tema de karma, va y vuelve. Al que es amable contigo le devuelves el doble de lo que te da. Aquí estamos haciendo de policías, preguntando: “¿A dónde vas? Mostrame tu documento, la orden de internación, la receta para comprar de la farmacia”. Así, te vas dando cuenta de que el trabajo de los policías es jodido. Se trata de ser un tipo incisivo, que debe desconfiar, ya que no todas las personas son honestas. Ha venido acá gente haciéndose la enferma, con permiso y hasta con un cartel de hemodiálisis pegado al auto y con la mano vendada. No era nada, sino una farsa para poder circular libremente. Esa es la viveza de algunos. Aquí conocimos verdaderamente a los gallos en la cancha. Ves a quienes han estado a tu lado en el bloqueo todos los días, quien ha estado puntualmente para cumplir sus horarios. Nadie nos lo ha impuesto, nos hemos asignado los horarios individualmente, colaborando con tu amigo, con el conocido, con el vecino, inclusive con los hombres que viven en la calle.La ciudad y el país tienen problemas, y creo que todos tenemos que aportar para su solución. Hay temas con la cultura, la educación, la basura y el medio ambiente. Son pocos los que se hacen responsables voluntariamente: ellos son héroes. Todos podríamos ser héroes si asumiéramos que tenemos un problema e hiciéramos algo al respecto. JAVIER: DESPRENDERSE DE LO PROPIO POR UN BIEN COMÚNLa verdad es que al principio no le daba más de tres días a este paro. Cuando, después, alguien dijo que los cruceños no íbamos a aguantar el fin de semana, pensé que llegaríamos solo hasta el lunes. Y de ahí se fue prolongando y cada día, en vez de ir para atrás, íbamos para adelante. Cada vez aparecía gente nueva en las rotondas, nos organizamos mejor, había un sentimiento de compañerismo, de ayuda al vecino.Fue gracias a esa unión que empecé a sentir un orgullo por lo boliviano que nunca había tenido antes. Tengo veintiocho años y mis amigos tienen el mismo pensamiento, unas ganas tremendas de ayudar al país, de unificarlo. Se sienten tan bolivianos como yo ahora. Hemos dejado el regionalismo que teníamos. Ya no siento que haya eso de occidente versus oriente. Ahora es el patriotismo versus la división.Con tantos días de paro muchos se han visto perjudicados en sus negocios y en su trabajo. En algún momento me pregunté qué pasaría si mañana me botan de la empresa donde trabajo, o si la empresa cierra porque perdió ventas y tienen que recortar personal. Entonces pensé que otro trabajo se puede conseguir, se puede hacer lo que sea, pero lo que hemos ganado acá no se obtiene con nada más.Hemos luchado por lo correcto, por la libertad, por lo que es justo. Me he acercado a Dios. Siempre he sido creyente, pero en estos días es como que le di mayor importancia. Empecé a tener más fe, a rezar y a darme cuenta de que este era el camino.Siento que en estos veintiún días todos nos hemos elevado, hemos mejorado. Crecimos como personas para llegar a donde estamos. Es un aprendizaje de desprenderse de lo propio por un bien común. Me llevo una experiencia muy enriquecedora que seguro se la voy a contar a mis hijos y a mis nietos. FERNANDO: HEMOS CONTEMPLADO AL SEÑORUna de las cosas que más me ha gustado ha sido la integración con los vecinos. Entre todos hemos venido aquí a hacer un trabajo, hacerlo bien, con ganas, en positivo y eso se hizo contagioso. Tenemos un vecino brasilero entregadísimo, viene todos los días sin parar y con alegría. No tendría por qué estar aquí, no es su lucha. ¿Por qué lo hace? Porque se le ha dado la bienvenida, se lo ha acogido y él se ha ido integrando.Hemos visto lo difícil que es hacer de policía. Con el paso de los días aprendí a tener paciencia. La paciencia es una virtud, en el sentido de decir “yo te voy a escuchar y tú me vas a escuchar a mí” y te entregas. ¿Qué es entregarse? Es confraternizar, es respetar. Requiere prudencia, mucha prudencia, porque obviamente cada uno tiene su punto de vista diferente, y hay experiencias de todo tipo.Este paro ha trastornado por un tiempo mis actividades religiosas, que para mí son muy importantes. En situaciones normales, voy a misa y rezo el rosario todos los días, además de orar media hora en la mañana y media hora en la noche. La primera semana y media me ha tomado por sorpresa, pero poco a poco he ido retomando mi plan de vida.Como no pude ir a la catedral, asistí a una iglesia que queda cerca de mi casa. En mi barrio una señora organizó reuniones para rezar el rosario, a las que estaban todos convocados. Había evangélicos, católicos, y algunos “solo de fin de semana”, que está bien también. Lo importante es haber tenido un lugar común para encontrarnos.En cuanto al paro cívico, el hecho de que el dirigente que nos ha tocado se arrodille el primer día a orar, me llevó a sentir que estamos en otro nivel. Me encantó y me compró. Él ha elevado ese trabajo que tocaba hacer a algo superior. ¿Por qué? Porque realmente cree en eso, y esa fe es la que nos ha conducido a todo esto.Y la fe la podemos ver. Casi en todas las rotondas se ha orado, se ha hecho misa, ha habido prédica, se ha contemplado al Señor aunque sea un minuto. Se ha tenido presencia de lo que Él vino a hacer al mundo. NANI: ESTOS DÍAS SE VAN A QUEDAR POR SIEMPRE EN MI CORAZÓNHe puesto mi grano de arena para ayudar en lo que podía. Como yo cocino, me brindé para llevar comida a los que tenían hambre, que estaban aquí todo el día. Les ofrecía cafecito y pan como desayuno, y luego les daba algo de almuerzo. Al principio todo lo pagaba con mi propia plata. Empecé sirviendo veinte porciones, que después lo subí a cuarenta porciones. Al poco tiempo la gente empezó a acuotarse, porque vieron que era necesario tener comida para todos, y no sabíamos cuánto tiempo iba a durar el paro.Y así lo hicimos. Empezamos con sesenta porciones y después lo bajamos a cuarenta. Trataba de variar el menú dentro de las posibilidades, combinando majadito, asado de olla, chicharrón de pollo, pollo al horno, hamburguesas y comida holandesa. El dinero que me daban lo utilizaba solo para los ingredientes, mi aporte era el trabajo que hacía en la cocina.Cuando no se servían muchos platos a mediodía  —había otra olla común al otro lado de la rotonda —, guardaba la comida para los que venían en el turno de la noche. A ellos casi nadie les daba nada, ni agua, no tenían qué comer. Mientras más comida sobraba, mejor. A veces yo aportaba de mi plata para que aumente la cantidad de porciones y alcance para más gente.En estos días he llegado a conocer personas que en mi vida pensé encontrar. Antes tenía una tienda de abarrotes donde llegaban muchos clientes, pero no sabía la relación que tenían entre ellos. Por ejemplo, dos de mis caseras habían sido hermanas, pero yo no sabía. También conocí a una señora, que resultó ser la mamá de tres de mis clientes. Hemos hecho una bonita amistad con todos en el barrio. Ya nos conocemos y nos hablamos con confianza. Tuve el privilegio y el honor de conocer a una persona muy buena y dinámica como don Aquiles, él es increíble, como si fuera un ángel caído del cielo. Ha aportado mucho con su tiempo, preocupación y dinero todos estos días.Gracias a Dios que esto se acabó. La experiencia fue muy especial, va a quedar para siempre grabada en mi memoria y en mi corazón. He conocido gente tan linda, noble y caritativa. Ojalá sigamos siendo así, ayudándonos unos a otros. Acá nos vamos a reunir entre los vecinos todos los últimos martes del mes. LO QUE HEMOS APRENDIDOLa Revolución de las Pititas (escrito en mayúsculas, porque ya es un hecho histórico) nos ha otorgado, en la parte humana, la oportunidad de aprender mucho sobre la ciudad y sobre nosotros mismos.

  • Hemos visto que tenemos vecinos maravillosos y solidarios, dispuestos a tender una mano de amistad. Mantengámonos unidos, reuniéndonos en forma regular para no perder contacto.
  • A partir de ahora valoramos más el trabajo de la policía, porque nos hemos puesto físicamente en su lugar. No es fácil poner orden en las calles, y no es agradable encontrarse con conductores soberbios e irrespetuosos. Seamos amables unos con otros.
  • Al estar tantas horas bajo el sol, vimos lo importantes que son los árboles. Cuidemos los que ya existen y plantemos nuevos en nuestros barrios.
  • También vimos lo vital que es tener una ciudad limpia. La gente que trabaja (o que vive) en la calle siente todos los olores nauseabundos de la basura. Ubiquemos bien dónde botar los desperdicios, en bolsas fuertes que no puedan ser rotas por perros callejeros. Facilitemos el trabajo de los carros basureros.
  • ¡Por favor, encontremos alguna forma de reciclar tanta llanta usada!
  • Hemos aprendido a valorar la fuerza de la oración y la fe en Dios. Las cadenas de oración que se hicieron en toda la ciudad han tenido un efecto tremendo en los cambios que hemos vivido.
  • Nos dimos cuenta de la alegría que significa compartir un pedazo de pan con desconocidos, en un ambiente donde todos somos iguales, sin la presión del tiempo. En estas ocasiones el celular y los grupos de chat perjudican. Desconectémonos de los aparatos digitales con más frecuencia.
  • Por último, ya en forma personal, aprendí a esperar el pronóstico del tiempo de Unitel, Es bueno saber que el sol saldrá todas las mañanas para iluminar nuestros días.

 PARA TERMINARAquí les dejo un video que resume el fervor cívico que hemos vivido, lo grabé la última noche del paro. La foto que le sigue es un letrero que tenía el grupo en el video.[vid url=http://cd1.eju.tv/wp-content/uploads/2019/12/AHM201912062.mp4]20191112_211850 

¡GRACIAS SANTA CRUZ!    ¡GRACIAS BOLIVIA!

 Participaste en el paro cívico? ¿Hiciste amistades con tus vecinos? ¿Formaste parte de una cadena de oración? Comparte tus vivencias escribiendo en la parte de los comentarios del siguiente enlace: marcosgrisi.comFuente: marcosgrisi.com