El binomio Camacho-Pumari

Susana Seleme Antelo

Sabemos que la democracia se construye sobre la base de la igualdad de derechos y obligaciones ante la ley de todos y cada uno de las y los ciudadanos. La que se está reconstruyendo en el gobierno constitucional transitorio de la presidenta Jeanine Añez Chávez, tiene peculiares aristas.

Una de ellas es la alianza entre dos exdirigentes cívicos, Luis Fernando Camacho Vaca y Marco Antonio Pumari Arriaga, de Santa Cruz y Potosí, presidente y vicepresidente, respectivamente. Sus jóvenes liderazgos fueron claves para que, tras 21 días de paro en todo el país, el tirano Evo Morales renunciara y huyese de Bolivia el 10.XI.19.



Asumimos que las elecciones del 3 de mayo próximo, con nuevos Órganos Electorales idóneos y transparentes, tendrán lugar en paz y libertad, a pesar de las amenazas del huido cocalero Morales y su violento heredero Andrónico Rodríguez en Chapare, santuario de la materia prima de la cocaína, la hoja de coca, protegida por ‘narcos’ y afines del antiguo régimen.

Esta transición busca restablecer el Estado de Derecho y la institucionalidad democrática, para desmontar 14 años de uso, abuso, mal uso del poder, corrupción y crímenes de lesa humanidad. Busca reivindicar identidades territoriales, demandas regionales y diversidades socioculturales mestizas, sin menoscabar otras identidades étnicas, ni la necesaria unidad política para enfrentar al partido del autócrata.

La sociedad boliviana reclama reconocimiento social, representación política y redistribución de la riqueza. Exige autonomía real, no embargada, y Pacto Fiscal que elimine el Estado centralista de Morales, que concentraba cerca de 90% de la riqueza y los recursos, dejando un esmirriado 10% para 9 Gobernaciones, 339 Municipios, 10 Universidades y Pueblos Indígenas fuera del mundo andino.

De sobra sabemos que Santa Cruz y Potosí tienen historias distintas, pero sí un rasgo común: haber sido víctimas del centralismo desde el pasado colonial, durante la República y en los casi tres lustros del experimento Plurinacional de Morales, más etnocentrista aymara que pluri, a despecho de las 36 naciones incluidas en la Constitución. Y a merced de la visión unívoca ‘originario-indígena-campesino’ como elemento de homogeneidad, para un proyecto autoritario cuyo objetivo eran el pensamiento y partido únicos.

“Lo concreto como síntesis de múltiples determinaciones, es decir unidad de lo diverso”, parece una extravagancia de Marx, pues ni los primeros comunistas-socialistas, ni los que les siguieron tomaron ni toman en cuenta. Mucha sangre abonó la existencia de los Estados centralistas y su dominio total sobre la política, la economía, la sociedad, la cultura, la educación, la alimentación y los servicios básicos, con la explotación de las necesidades y la pobreza como recurso político populista.

Para el escritor paceño Ramiro Velasco Moreno “El Estado centralista se erige como una superestructura vertical”, y debe ser visto como “producto de la estrechez política del sistema administrativo estatal”, por “la impotencia estatal para contener a la nación”. Su no resolución, remata en injustas asimetrías de todo orden.

Comparto un esclarecedor pensamiento del historiador cruceño Humberto Vázquez Machicado: “Pretender la existencia de un estado precolombino a base de la existencia del Kollasuyo únicamente, es olvidar por completo al Oriente tropical y circunscribir Bolivia a una sola de sus partes, a la región andina.” Esa es la historia “de una porción de un territorio; pero no es de la totalidad de sus tierras, y de sus gentes.”  Afirmó que “La fecha fundamental de esta patria boliviana es el 15 de febrero de 1560 en la cual el Virrey del Perú, Márquez de Cañete, designó a Nufrio de Cháves Teniente de Gobernador de la Provincia de Moxos, uniendo así, mediante acto jurídico, los dos componentes de la nacionalidad que ese día se creaba: el Oriente tropical y el Altiplano andino y minero.”  Esta tesis no ha sido asumida en el país, gobernado casi siempre sin mirar al Oriente y al sur.

 Santa Cruz vivió entre la pobreza y el olvido bajo el “ser minero” de la República, que omitió, todo lo que no fuera andino y mineral. Remato la idea con otro cruceño, Enrique Finot: “Respecto a la región oriental, la omisión ha sido mayor, sin considerar que esta región abarca las dos terceras partes del suelo con el que la Patria nació a la vida independiente”.

La historia de Potosí es otra historia de centralismo sin redención: la plata del Cerro Rico, abonó la primera experiencia colonial burguesa de Europa en América Latina, al calor de la ‘acumulación originaria’ del modo de producción capitalista. Hoy Potosí sobrevive a pesar del abandono, sediento de justicia, oportunidades y gobernanza, con el litio como esperanza. Esta vez como la riqueza que deberá sacar a la región y a su gente de la pobreza multidimensional que la agobia, por la impotencia estatal de contener a la nación.

Bolivia necesita otras visiones que abracen las diferencias con igualdad y equidad, también de género y etaria. Que conjugue su abigarrada geografía, sus múltiples determinaciones, su rico mestizaje y sus impulsos descentralizadores con autonomía y federalismo. Por eso confiamos en la gran concertación política alrededor del binomio Camacho-Pumari.