Entre panes, sonsas y oportunistas…

ENTRE PANES, SONSAS Y OPORTUNISTAS…

El Dr. Melchor Pinto tomó su sorbo de café con la mirada más perdida que Adán en el día de la madre y recordó viejas luchas cívicas.

– «Siempre fue igual. Pasó con Warnes, Andrés Ibáñez, las luchas cívicas del cincuenta…» -pensaba.



…Media hora antes, el canal JesusTv del cielo anunciaba a una sonriente y coqueta Jeanine Añez como candidata, cuando 48 horas antes aseguraba que eso era algo deshonesto.

– «Pero si lo estaba haciendo bien, ¿Con qué necesidad?» -dijo el gran Cívico Cruceño agarrándose la cabeza incrédulo.

– «Es fácil Dr. Melchor: Por sonsa; y por la necesidad de un partido quemado con un líder inservible» – le contestó Vidal Sosa, El Carretero Enamorau que entraba acompañau del Chuto de Porongo.

Al oír eso, el Dr. Pinto volcó la cabeza para verlos y asoció dos cosas:

1. La reaparición de Rubén Costas diciendo que ellos salvaron la galaxia.2. La salida de ministros que le pusieron el pecho a las balas, pero que ahora tienen defectos o no son eficientes.

– «Ya lo vi al opa sin sal, dándole palo a la renunciante ministra de comunicación» -dijo El Chuto, mirando con ganas hacia los enormes panes que había en la mesa.

– » Mmm…Claro, ahora la presi gobierna rodeada de los Demócratas, el partido de Rubén; sí, Rubén Costas, el incapaz y mudo gobernador que no abrió el pico en el caso terrorismo, al que nunca se lo vio durante las peleas de pitas y rotondas…» -razonó Vidal Sosa, el genial porongueño de la guitarra y las poesías.

En esas estaban cuando apareció Fusil que venía de ver el triunfo de Real ante el tigre paceño.

– «Fusil, ¿qué te parece la postulación de Jeanine.? – le preguntó amable el Dr. Pinto.

– «Que sirve, bonita, decidida y valiente pero sonsa…¡Que vieja burra!» -dijo tajante el gran hincha cuchuqui.

…El Dr. Pinto peló los ojos con la taza en la mano y casi se ahogó con el café que tomaba; Vidal Sosa le pegó la carcajada que se oyó hasta en el infierno y nadie se dio cuenta que hasta entonces, El Chuto se comió los ocho enormes panes que había en la mesa.

EL ESCRIBIDOR.

Fuente: El Escribidor