Transitando el postevismo – parte 2

Susana Seleme Antelo 

Cuando el hoy renunciado y huido Evo Morales perdió el referéndum del 16 de febrero de 2016, dijo que sus asesores le habían aconsejado que se estrelle contra la clase media. La calificó como ‘nido de busca pegas’.

Un mes después cambió de opinión: “tal vez no estamos entendiendo cuáles son las aspiraciones de esta clase media”. ¿La estará entendiendo ahora que nombra candidato a presidente de Bolivia a su ex ministro, Luis Arce Catacora, como el mago de la economía que aumentó en más de un millón los ‘clase medieros’ en Bolivia, gracias a la bonaza económica de su gestión? No fue milagro suyo: fue gracias al ciclo de hiperprecios de las materias primas: gas, minerales y granos.



La designación de Arce Catacora como candidato en las elecciones del próximo 3 de mayo, tendrá bemoles. El director del Fondo de Desarrollo Indígena, Rafael Quispe, interpuso una demanda penal en la que solicitó la ampliación del proceso a Arce por el desfalco «millonario» de recursos económicos destinados a proyectos sociales del Fondo. Hasta ahora se calcula que el desfalco asciende a 121 millones de bolivianos, pero que el delito causó un daño de 1.000 millones de bolivianos al Estado. (ABI)

Quizás hoy Morales y sus asesores han dejado de pensar a la clase media como la pensó Sergio Almaraz, a quien citaron en aquel tiempo: “La clase media es clase a medias”. ¿Desde qué óptica teórica la estará mirando ahora? Desde el marxismo –tan comunistas-socialistas que se dicen- pareciera que no, pues la hubieran calificado como ‘pequeña burguesía’: ni tanto ni tan poco.

En el caso de los cocaleros, de donde proviene Morales, se trata de campesinos pequeños y medianos propietarios de la tierra que la cultivan: es su medio de producción. Son sus propios patrones, son la “pequebu” como la calificábamos en los años ’60, constituida por pequeños comerciantes, artesanos, funcionarios, empleados diversos, burócratas, profesionales independientes, pequeños y medianos campesinos.

Como toda pequeña burguesía campesina, los cocaleros y colonizadores reivindican la posesión sobre la tierra. Ese rasgo los distingue del proletariado, cuya única propiedad es su fuerza de trabajo. El sindicato de cocaleros -dueños de su ‘cato’- presenta un fenómeno muy peculiar: son un cuasi cartel porque reúne “a pequeños productores privados, asociados en una actividad lindante en lo delincuencial”, según el escritor Juan Claudio Lechín. Ellos son los que cultivan el arbusto de la hoja de coca, que no es cocaína, pero cuya hoja es la materia prima que se transforma en ‘mercancía cocaína’, y da lugar a la economía política de la coca-cocaína. Alcanza una rotunda reproducción ampliada de capital en el espacio global del sistema capitalista. Responde no solo a la demanda de consumidores, sino a la necesidad del patrón de acumulación del capital ilegal, que abarca el cultivo de la materia prima, la producción, la distribución, el cambio y el consumo de la droga en el mundo del crimen organizado.

Para pensar a la clase media, ¿habrán recurrido al sociólogo alemán Max Weber?  Weber la cataloga como aquella que no dispone de suficiente capital para dedicarse simplemente a recibir el interés de lo que produce ese capital, sino que debe implicarse como comerciante o industrial en pequeña escala. Entre nosotros cuentapropista’

¿O a Antonio Gramsci, quien les dio el rango de intelectuales orgánicos, no de su propia clase, sino de las llamadas clases fundamentales’? Esa clase media sería “el intelectual orgánico” ya de la burguesía o del proletariado, según los hábitos ‘fundamentales’ que adopte. Es clase subalterna.

No obstante, como afirma Marguerite Yourcenar, de las posibilidades de empleo que tenga esa clase media, depende el funcionamiento del Estado porque paga impuestos. No fue, ni de lejos, la Bolivia de Morales, en la que entre 70% y 80% de la población económicamente activa, sobrevive en la informalidad: no paga impuestos.

La clase media a la que deberá atraer Arce Catocora ¿será la ‘burguesía chola’, categoría económico-cultural creada por el economista Carlos Toranzos? A saber, los comerciantes de las calles Uyustus, Buenos Aires, Miamicito de La Paz, responsables de la febril actividad productiva, comercial y de servicios de El Alto. Y que cada vez más se constatan, expanden e inundan Santa Cruz. Allá, aquí y donde quieran que estén, son verdaderos representantes de un vigoroso capitalismo comercial, o ‘capitalismo popular’ como le llama el sociólogo Henry Oporto. En muchos casos, son también contrabandistas y se mueven con soltura en la ilegalidad, que siempre acarrea corrupción.

Seguro que nadie recurrió al poeta Pedro Shimose que habla de una “oligarquía chola, organizada en sindicatos de transportistas, contrabandistas, cocaleros y regantes, cuyos centros de poder están instalados en El Alto (La Paz) y en Chapare (Cochabamba). Desde la economía informal, esta oligarquía chola dinamita el sistema capitalista, aprovechándose de él, y constituye, de hecho, un Estado dentro del Estado.” (El Deber, 8/04/2011) El paso de los años no ha cambiado su naturaleza.

En este tiempo preelectoral postevista, las diversas fuerzas políticas que pugnarán por el poder el 3 de mayo próximo, ¿estarán pensando también en la clase media y sus varias subcategorías? Ahí están los votos.