Estamos viralizados

Utilizamos este neologismo, originado en el internet, para describir la manera más rápida de propagar todo tipo de noticia, texto, imagen, etc. hasta convertirlo en una suerte de virus, como el coronavirus que está aquejando a la humanidad, y nosotros no fuimos una excepción, al no poder escapar de su fatídica presencia.

La única ventaja que los bolivianos tenemos frente a esta pandemia es haber superado recientemente una peste que duró 14 años, frente a la cual, si bien no pudimos crear suficientes anticuerpos que nos libren de una recaída, ya que sus secuelas permanecen todavía activas en los centros neurálgicos de nuestro organismo, consideramos que todos los recaudos de prevención y defensa que le estamos inoculando sirvan para que ese masavirus resulte casi inofensivo.

Suficiente muestra de lo que señalamos líneas arriba, fue la inhumana actitud de estas remanentes células masistas, que bloquearon la vía al norte, en la ciudad de Warnes, con la intención de no permitir el traslado de pacientes con síntomas del coronavirus, para que sean atendidos en un centro que estaba siendo habilitado en la zona y que, en tiempos de la peste, fue construido para albergar una “escuela antiimperialista”, donde según su genio creador, Evo Morales: “el coronar los cursos que plantee la nueva institución se constituiría en un requisito obligatorio para el ascenso de los generales de las FF.AA., debido a que tienen que convertirse en los primeros defensores de la “soberanía nacional”. (Así nació el coronavirus).



Por su parte, los aduladores del tirano se deshicieron en laudatorias, como la del exministro de Defensa, Reimy Ferreira, al señalar que allí se desarrollaría un programa de doctrina militar orientada a configurar e identificar cuáles eran los enemigos del país, o la del exministro Quintana, que calificó a la escuela como un “horizonte estratégico, para fortalecer el papel constitucional, popular y democrático de las Fuerzas Armadas”.

Ante tamaña sarta de imposturas no es pues raro que, luego de haber dilapidado millones de dólares en la construcción de ese adefesio, queden aún algunos retrovirus que lo defiendan, como a la sede de UNASUR en la localidad de San Benito en Cochabamba; o la famosa casa del pueblo en plena Plaza Murillo; o el famoso museo de Orinoca; obras que solo se habrían justificado si, por cada uno de esos elefantes azules, se hubiese edificado un solo hospital. Sin embargo, mientras construían esos monumentos a la iniquidad, demolieron la clínica de policías “Virgen de Copacabana” ubicada en Sopocachi, y nunca más volvimos a saber de ella.

De continuar esta plaga, será menester el considerar un aplazamiento electoral, velando por la seguridad y salud de los ciudadanos. Asimismo, esa postergación serviría para que el Tribunal Supremo Electoral modifique las irregularidades del padrón electoral actual celebrando, si es posible, un nuevo censo poblacional que nos permita contar con estadísticas confiables, no solo para las elecciones, sino para todas las actividades de la nación, sin el peligro que actualmente tenemos, de estar completamente viralizados.