¿El Presidente… o nosotros?

Para decirlo claro y pronto: el Presidente no tiene la más remota idea de lo que es el estado de derecho

Entre paréntesis

Por: Cayetano Llobet T. *, La Prensa



¿Qué cara habrán puesto los voceros de la legalidad palaciega? Relato textual de Evo Morales: «Cuando algún jurista me dice: ‘Evo, te estás equivocando jurídicamente, eso que estás haciendo es ilegal…’. Bueno, yo le meto por más que sea ilegal. Después les digo a los abogados: ‘Si es ilegal, legalicen ustedes, para qué han estudiado'». Don Héctor Arce, don Walker San Miguel, ya saben, por fin, para qué han estudiado: ¡Para cubrir las ilegalidades conscientemente cometidas y confesadas por el Presidente de la República!

Don Evo Morales le presenta al señor Shannon de los Estados Unidos la correspondencia interceptada por el Gobierno al correo electrónico de la Embajada de ese país: el embajador Gustavo Guzmán —que sigue sin tener idea de para qué le han nombrado— avisa que ha sido seriamente amonestado por meter la pata al hacer pública esa intercepción absolutamente arbitraria e ilegal.

Para decirlo claro y pronto: el Presidente no tiene la más remota idea de lo que es el estado de derecho. Y peor: si se lo hacen notar, se mata de risa… ¡y lo cuenta! Más grave todavía: ni dentro ni fuera del país pasa absolutamente nada, y no hay ni acción ni reacción. La confesión de la comisión de ilegalidad por parte del mismísimo Presidente —que en cualquier país civilizado hubiera sido no sólo escándalo sino causal suficiente para enviarlo a su casa—, aquí ya no es ni siquiera titular de prensa: es un evento más. Y lo peor de lo peor: el Presidente, sus ministros, sus voceros y un montón de gente ¡están orgullosos de su actuación y de sus réditos políticos!

Corresponde exactamente a esa imagen de algunos países africanos más parecidos a la caricatura, con algún ignorante audaz encabezando montoneras para imponerse a otras tribus y grupos. ¿Nos estaremos africanizando? De hecho, en muchos lados hace rato que ya nos ven como a este país rarito en el que las piedras tienen sexo, la casita donde nació el líder es monumento nacional y su ropita, patrimonio cultural. Habrá que entender, ahora, el sentido de la recomendación de Lula: «Con Bolivia hay que tener paciencia». Así como debe entenderse la actitud de Estados Unidos como un simple acto de condescendencia con un país en el que no se juega ningún interés estratégico.

Ahora, sería el mayor acto de injusticia pensar que somos un país normal gobernado por algún loquito. Evo Morales, ¡y aquí está lo preocupante!, no es un aparecido de las tinieblas que hipnotizó a los ciudadanos, los encegueció y los obligó a elegirlo. Antes, mucho antes, todo el mundo sabía quién era. Que ahora, que desde el poder y en un ejercicio de cinismo cotidiano exponga con total impudicia su ignorancia y deje malparados a los letrados que viven y se benefician de él en calidad de áulicos es otra cosa.

Evo Morales, la ausencia confesada de estado de derecho, el despelote en el que estamos instalados —con variantes cada 24 horas, como corresponde a los países estables— no son más que el resultado de ese machacado proceso de desinstitucionalización del Estado y de la consiguiente desagregación social.

De que mantenemos coherentemente el rumbo del desastre, no hay ninguna duda. Evo Morales sólo lo ha puesto de manifiesto de modo más caricatural que el que suponíamos. Por eso la frasecita: «Yo le meto por más que sea ilegal», más que una notita en la página nueve de un periódico, es todo un tratado de lo que nos merecemos…

* Analista político

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