«Querían que firmara para que no me muera en el viaje»

CASO DE VIDA | David Zapata Garnica vivió un infierno en España, donde se enfermó junto con su esposa, y pasó una odisea en su viaje de retorno a Bolivia. Ahora necesita ayuda.Los Tiempos, 9 de agosto de 2008Por: Sandra Arias

*David Zapata y su esposa



Tendido en cama, con una sonda en la nariz conectada a un gran tanque de oxígeno, pálido, rodeado de sus padres e hijos que sólo atinan a hacerle compañía porque no pueden aliviar el cáncer que lo aqueja, así recibió a Los Tiempos David Carlos Zapata Garnica (42), el cochabambino que el 7 de agosto llegó de España después de haber sufrido un calvario para regresar al país y ver a sus hijos por última vez, como lo expresa él mismo, consciente de que padece una enfermedad que se propaga desde sus huesos al resto de su cuerpo.En septiembre de 2006, su esposa Maruja Arias Quiroga, decidió partir a España, impulsada, como muchos, por la necesidad de cumplir con sus deudas. «Hemos hecho construir mi casita y debíamos dinero de eso», cuenta.Al año siguiente, en marzo, él también decidió partir, dejando a sus tres hijos que ahora tienen 20, 19 y ocho años, a cargo de sus padres. Se instalaron en Madrid, en la comunidad de Pueblo Nuevo. A pesar de lo difícil que es la situación de los ilegales, según comenta, comenzó a trabajar en la construcción, oficio que ya desempeñaba en Cochabamba, mientras su esposa hacía labores domésticas. Cuando las cosas parecían marchar bien, Maruja sufrió un derrame cerebral, que fue el inicio de su pesadilla.»Como ilegales es bien difícil conseguir trabajo, pero pudimos y lo bueno ha sido que también pudimos empadronarnos porque allá a pesar de ser ilegal si te empadronas tienes derecho a la seguridad social», dice él agradeciendo que esa situación haya posibilitado que su esposa fuera operada.»El 6 de mayo de 2008 le dio lo que llaman aneurisma. Gracias a la comunidad de Madrid, la hospitalizamos, yo estaba solo allá con ella y me dijeron que firmara un documento para autorizar que se operara, sin importar si salía viva o muerta», recuerda sin poder evitar las lágrimas.Maruja fue dada de alta 20 días después y David se la llevó a su vivienda en la calle Alcalá. «Ella no podía caminar, la duchaba, la bañaba. Ahí empecé a decaer, me dio tos, escupía sangre. El médico pensó que era tuberculosis, pero salió negativo hasta que tuve que internarme porque ya no podía caminar, bajé como 25 kilos y sólo me daban calmantes».Mayo, junio y julio de este año, ambos vivieron de la caridad de amigos, de otros migrantes, como la comunidad de Tiquipaya, y de gente solidaria. «Viví 60 días en el hospital junto con mi esposa, traían mi bandeja y yo comía la sopa y ella el segundo. Ahí conocí a Esperanza Choque, una española de la Seguridad Social que me prometió que yo volvería a Bolivia y me cumplió», afirma David.Un nuevo calvario comenzó entonces, cuando acudieron a la aerolínea Sprint, donde le pidieron una certificación que garantizara que no iba a morir en el vuelo como requisito para venderle el boleto, ya que su situación era de alto riesgo. «Yo precisaba oxígeno para respirar porque tengo el pulmón dañado, por eso no me dejaban viajar», cuenta y pregunta indignado cómo pueden pedirle a una persona un certificado que garantice que no va a morir, sea cual fuere su estado. «Querían que firmara para que no me muera en el viaje. Ni a una persona sana le pueden pedir eso», dice.Entonces vio como último recurso que la familia comprara en Bolivia los pasajes. La empresa AeroSur accedió; pero nuevamente surgió el impedimento de los tanques de oxígeno, que se consideraban materiales peligrosos para el viaje. «A medida que pasaba el tiempo, yo ya no tenía fuerzas para resistir. Mandé a mi cuñada a la Embajada. No quería plata, sólo que nos ayuden a gestionar con la Policía porque, por el terrorismo, allá es un delito meter esos tanques de oxígeno al avión; pero nos topamos con un Canciller prepotente, sin educación, le trató a mi cuñada peor que lo que nos trataría una española».David ya tenía los tanques que necesitaba, se los regalaron a pesar de que cada uno costaba cerca de 1.110 euros. Lo único que necesitaba era la autorización policial. Al final, la Policía madrileña accedió porque entendió que se trataba de un caso de salud. «Te vamos a dejar meter al avión esas bombonas», le dijeron.Así logró volver a Bolivia un miércoles, tal como se lo prometió su amiga madrileña Choque.Una vez en casa, ni David ni Maruja saben qué hacer, no tienen dinero, no pueden trabajar y tienen a su cargo a sus tres hijos y sus padres ancianos.»No tenemos ni para comprar un kilo de carne», se lamenta su madre mientras desahoga su pena pelando papas.David necesita nuevos análisis, medicamentos para aliviar sus dolores y nuevas bombas de oxígeno. Maruja se recuperó de su cirugía, pero los médicos afirman que puede sufrir un ataque cardíaco si no recibe control y medicación adecuada.Así, derrumbado cuando apenas tiene 42 años, él sólo atina a decir: «me siento totalmente mal por esta situación y no sé qué hacer».David y Maruja necesitan asistencia médica, medicinas, una silla de ruedas para trasladarlo y cualquier otra ayuda que usted pueda darles. Si desea comunicarse con ellos, por favor llame al 4-364985.Foto: El País.com