Bolivia, Trinidad y Tobago, y Brasil

Por: Winston Estremadoiro

Los Tiempos

No sé si será forma de escapismo, pero en momentos en que el país está enceguecido por el revolcón politiquero, cachascán en que un día está encima el gobierno centralista, otro las regiones autonomistas, se me ocurre cavilar si en el futuro se cobrarán facturas sobre oportunidades perdidas por el gobierno de Evo Morales y sus compinches.



El torvo cinismo del Ministro de Gobierno catalizó mi meditación. Puso trabas al acuerdo entre gobierno y autonomistas, exigiendo que las prefecturas pagasen daños de disturbios ocasionados por el culebreo oficialista al diálogo. ¡Pero si los disturbios de hoy son trago amargo de brebaje inventado por ellos! ¿Acaso sus montoneros pagaron vandalismos en el ministerio del Trabajo y la Vicepresidencia, saqueados y quemados en despelotes que encumbraron al poder, por cansancio, a Evo Morales?

Nada más certero para ilustrar el costo de las oportunidades perdidas que el tema de hidrocarburos. No pasa día en que las noticias no den cuenta de indicios del desastre al que ha llevado el régimen de Evo Morales. Comparar el país con la diminuta Trinidad y Tobago (poco menos de los 5.205 km2 de la provincia Arce de la pequeña Tarija) permite discernir claramente el problema de eyaculación prematura del gobierno de Morales.

La isleña nación adobó relaciones con las inversiones petroleras con caricias, besos y mordisquillos, hasta tener una infraestructura hidrocarburífera que genera cerca del 40% del producto nacional y 80% de sus exportaciones. Amarteladas las petroleras, años después no fue problema ceder una tajada más grande del pastel a tan solícita amante. Ningún moco de pavo, el PIB per cápita de Trinidad y Tobago es de $us 18.300 y sólo 17% de su población está bajo el umbral de la pobreza; vergüenza da contrastar los $us 4.000 del PIB de Bolivia y el 60% de compatriotas pobres. Petroquímica, siderurgia y refinerías escoltan a un par de trenes alimentando barcos metaneros transportando gas licuado por gélidos procesos, a terminales de la costa este de Estados Unidos. Llevarán GLP a Brasil y Argentina, que se suponían mercados del gas nuestro.

Es que a la política de hidrocarburos de Evo Morales se le fueron las cabras. Los megacampos en San Alberto y San Antonio de la Petrobrás y el portentoso campo Margarita de la hispano-argentina Repsol YPF significaban la mayor parte del 86% de reservas de gas boliviano que tiene Tarija. Se construyó el gasoducto SanSao, cordón umbilical que unía el gas boliviano a la mayor zona industrial de Brasil; se hablaba entonces de medio centenar de trillones de pies cúbicos (TCF) de reservas; se hallaron bolsones en Incahuasi; se instalaron las primeras plantas de gas y se necesitaban muchas más, que junto al desarrollo de los pozos, requerían inversiones multimillonarias.

Entonces llegó el aprendiz andino de Hugo Chávez, versión yesca. Con histrionismo politiquero, al frente de tropas militares ocupó instalaciones civiles de Petrobrás, so pretexto de nacionalización que fue sólo renegociar contratos con las petroleras; en show populachero se encarceló a ejecutivos extranjeros y denunció contrabandos inexistentes. Cuando recién empezaban los jadeos que harían de Bolivia el nodo proveedor de gas del MERCOSUR, con la eyaculación prematura del gobierno de Evo, las insatisfechas petroleras reprogramaron sus inversiones a países vecinos más receptivos, como Perú.

Hoy, de no ser por tal papelón, quizá el país tendría certificados los 300 TCF de gas natural que calcula algún visionario tarijeño. El nuevo Ministro de Hidrocarburos no haría el ridículo de prometer que a fines del próximo año todos los hogares del país tendrán gas natural. Argentina no congelaría la construcción del gasoducto del noreste, por desconfianza en la capacidad boliviana de llegar al volumen de exportación contratado. El ansia de Morales de conseguir inversiones no lo llevaría a payasada de periplos a Libia e Irán, que desaniman a las petroleras aún más.

La peor parte la ha llevado Brasil. La pulseta entre gobierno centralista y prefecturas autonómicas descarnó nuevas dudas sobre la provisión de gas boliviano a la industria paulista. Si bien la politiquería de Evo Morales tal vez catalizó grandes descubrimientos de gas y petróleo debajo de su costra de sal costera, a corto plazo la dependencia del inseguro gas boliviano es odiosa. Nuevos bríos se pondrán para que dentro de 15 meses Brasil prescinda del 70% del gas boliviano. Por esa senda van también Argentina y Chile.

En la reunión de Unasur en Santiago, el organismo se estrenó en rol diplomático con la batuta de Lula y el rezongo de Hugo Chávez. Por arriba de cuerda se apoyó institucionalmente a Evo Morales. Ojalá que por debajo hayan apretado las clavijas a sus pretensiones étnicas y autocráticas, en camino a deformar la democracia boliviana hacia una oclocracia montonera. Do no ser así, entonces Unasur se plegó al estupro de Bolivia, Lula incluido.

En el haber de Evo Morales, que en jerga contable registra las deudas, anotaría llevar a Bolivia de adulada ahijada de Brasil, potencia sudamericana, a país rascabuche contagiado de cepa del virus populista y derrochador que aqueja a la ricachona Venezuela. Registraría que Brasil dio la espalda al trato bilateral y beneficio compartido de hidroeléctricas en ambos lados de la frontera del río Madeira. Asignaría a su ignorancia andinocéntrica que Brasil cancele las esclusas que darían a Bolivia acceso al mar por el río Amazonas. Cargaría a su cuenta que la patria esté a pasos de literalmente retroceder a ser un aislado Afganistán sudamericano, donde todo el mundo ande en su región con fusil al hombro a la caza de aymaras o de cambas. Y revienten a bombazo limpio las plantas de gas y los ductos que lo exportan.

¿Darán para un futuro juicio de responsabilidades?.