Diálogo cercado

Los prefectos asistieron presurosos a Cochabamba para iniciar un diálogo cercado por los movimientos sociales afines al Gobierno nacional que, a carcajada limpia, se mofaban del terror de los opositores.

La Razón

Germán Gutiérrez Gantier*



Los prefectos opositores al Gobierno cayeron en la trampa tendida, porque no tuvieron la capacidad de elaborar una estrategia que responda en el mismo terreno, vale decir el político, a la estrategia y a las tácticas gubernamentales. Para mal de males, se asustaron, supusieron y firmaron apresuradamente y bajo amenaza la agenda del diálogo con el Gobierno, ante la pretensión de que era su tabla de salvación frente a las agresiones recibidas.

Los errores cometidos se fueron sumando uno tras otro; tal vez el más grueso de todos fue el pensar que todo esto iba a terminar en procesos electorales limpios, competitivos e imparciales, en los que la acumulación mediática de algunos prefectos opositores les abría las puertas del éxito y se dieron de candidatos presidenciales naturales cuando todavía las cosas no estaban claras y se debía recorrer un largo trecho.

Embriagados de gloria al escuchar a sus adulones decirles gobernadores, en su nublada visión jamás hicieron los esfuerzos para que sus propuestas tengan alcance nacional, como es el caso de la autonomía, al grado de que en la opinión del ciudadano común se elaboró la creencia de que autonomía es una categoría de patrimonio exclusivo de la media luna y que su utilización es pecaminosa para otras regiones, en el entendido de que hablar de esta forma Estado es asumida como una adscripción inmediata a lo hecho y dicho por el oriente boliviano.

Además de su miedo y de una falta de visión que abarque el horizonte, fueron al diálogo impuesto con la sensación de la derrota en lugar de asumir su condición de representantes dignos de importantes sectores de la ciudadanía que tienen otra visión de país.

Se paralogizaron cuando el Prefecto pandino fue detenido ilegalmente y en un tris se olvidaron de la solidaridad con el colega, que se ha convertido en el chivo expiatorio de los errores de todos ellos. Sin embargo, para su tranquilidad, la solidaridad extrañada no lo es para el encubrimiento o para las posibles responsabilidades que deba asumir el Prefecto pandino por los sucesos de Porvenir y Filadelfia, sino en la tarea de restablecer el Estado de Derecho, la reposición del IDH y el reconocimiento de las autonomías en un eventual texto constitucional.

Los prefectos asistieron presurosos a Cochabamba para iniciar un diálogo cercado por los movimientos sociales afines al Gobierno nacional que, a carcajada limpia, se mofaban del terror de los opositores y coreaban la presencia encubridora de representantes de organismos internacionales que se hacen de la vista gorda de las condiciones deplorables en las que se desarrolla el mal llamado diálogo, que no es otra cosa que un nuevo acto de imposición.

De ahí que el cerco a Santa Cruz de las organizaciones sociales afines al Gobierno era previsible, como también se sabía que no debía durar mucho tiempo porque los marchistas cercadores se cansan, así los recursos económicos no mengüen y porque el Presidente tiene la necesidad de dar una imagen diferente en la Asamblea de las NNUU.

Pese a todo, tal vez, aún se esté a tiempo de reponer el diálogo en mejores condiciones con la exigencia firme de que no se lo puede desarrollar como se lo ha hecho hasta ahora. Empero, si pese a los esfuerzos esto no es posible, no habrá otro camino que la defensa de las convicciones en los mismos términos en los que plantea el Gobierno nacional y no en la capitulación vergonzante.

*Germán Gutiérrez G. es abogado constitucionalista.