La paridad con el dólar

La Razón

Editorial

La política cambiaria actual beneficia a los importadores. No sólo ropa usada, también llega ropa china barata. Afectar a los exportadores y alentar a los importadores no parece una política acertada. Un país se hace fuerte cuando produce y puede exportar



La ministra de Planificación, Graciela Toro, dijo que el Gobierno ha decidido que la paridad de la moneda nacional con el dólar sea a fin de año de 6,50 a uno. La noticia causó preocupación entre los ahorristas del país, que todavía tienen ahorros en la moneda de Estados Unidos. Pero luego las autoridades del Banco Central dijeron que eso no era así y que lo anunciado por la ministra Toro no era correcto.

Estas contradicciones muestran una faceta preocupante más de la política que el Ejecutivo practica en el caso de la paridad monetaria. Las principales observaciones que se hacen a esta política no tienen que ver con los anuncios de la ministra Toro, sino con la tendencia observada hasta ahora.

En dos años, la paridad ha pasado de ocho a uno a siete a uno. El proceso de ajuste, que algunos expertos han dicho que es hecho con entusiasmo deportivo por parte del presidente del BCB, estaría dañando a la economía nacional.

Es probable que alguien sienta orgullo porque el valor del dólar caiga frente a la moneda nacional, pero en economía las cosas no son tan elementales. Una moneda nacional fuerte, como la que se da ahora, perjudica a los exportadores y sólo beneficia a los importadores.

Si ese efecto fuera el que busca el Gobierno, querría decir que tiene un concepto peligroso de la economía, pues al quitar posibilidades a los exportadores está afectando no solamente a la producción sino también al empleo.

El sector exportador ha sido afectado ya por otras iniciativas del Ejecutivo, como la que se dio en el caso de los aceites comestibles. La suspensión de esas exportaciones perjudicó a cientos de productores, no solamente grandes, de oleaginosas y de aceite. Luego, el establecimiento de cupos de exportación convirtió aquella incertidumbre pasajera en algo permanente. Los importadores de aceite comestible boliviano en el exterior tuvieron motivos terminantes para no volver a confiar en el producto boliviano. No era una cuestión de calidad, sino el hecho de que el Gobierno boliviano estaba incorporando un factor de duda a los negocios bolivianos.

Según las autoridades del Ejecutivo, todo esto se debe a que las exportaciones son de menor importancia que el abastecimiento del mercado interno.

De nada sirvió que los productores explicaran que sólo 20% de la producción de aceite nacional es suficiente para atender la demanda interna. El complejo oleaginoso quedó afectado, probablemente por mucho tiempo, o por lo menos mientras se mantenga el sistema de los cupos.

Por otro lado, la política cambiaria beneficia a los importadores. Los productores de ropa en el país están denunciando que a la llegada de la ropa usada, que sigue inundando el mercado, se añade ahora la ropa china, igualmente barata. Afectar a los exportadores y alentar a los importadores no parece política acertada, según dicen los expertos. Un país se hace fuerte cuando produce y exporta, no cuando sólo importa.

El gobierno nacional tendría que cambiar de tendencia en esta materia y decidirse a alentar a los productores y exportadores. Por lo demás, el dólar de Estados Unidos se está fortaleciendo en el mundo entero.