Pánico financiero

I. La crisis golpea la campaña

II. El no republicano tiene aroma de desbandada ante el desastre en las urnas

III. "El rescate no debe beneficiar sólo a los más ricos"



IV. Pánico, la palabra del momento

V. Advierten que al país se le termina el viento de cola

I. La crisis golpea la campaña

Rebelión en el Capitolio

Los legisladores rechazan el plan anticrisis y desautorizan a sus líderes

MARC BASSETS  – Nueva York.

Corresponsal LA VANGUARDIA

REVÉS A GEORGE W. BUSH El presidente concluye su mandato con la oposición de sus correligionarios

LOS CANDIDATOS, DESOÍDOS Tanto Obama como McCain apoyaban el impopular rescate, pero fue inútil

El liderazgo político de Estados Unidos sufrió ayer uno de los reveses más severos de los últimos años. La Cámara de Representantes rechazó el plan de rescate del sector bancario que, según la Administración Bush, debe evitar que la economía estadounidense caiga en una recesión larga y profunda. La Casa Blanca, los líderes demócratas y republicanos en el Congreso y los candidatos a las elecciones presidenciales habían apoyado – con mayor o menor entusiasmo- el plan, que supondría la mayor intervención pública en el sector privado en este país desde la Gran Depresión.

La ley, consensuada en la noche del domingo por los líderes parlamentarios tras dos semanas de tensas negociaciones, fue rechazada con 228 votos en contra y 205 a favor. La mayoría de los legisladores del Partido Republicano, el partido del presidente George W.

Bush, votó en contra. Unidos a una minoría de demócratas que también votó en contra, consiguieron tumbar una propuesta impopular, que contempla entregar 700.000 millones de dólares a los bancos de Wall Street responsables de la crisis inmobiliaria.

Wall Street, que llevaba una semana esperando el acuerdo, cayó 700 puntos nada más conocerse la votación. La demócrata Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara, así como el líder de la minoría republicana John Boehner, se declararon dispuestos, entre recriminaciones, a volver a intentarlo, quizá esta misma semana. El secretario del Tesoro y artífice del proyecto, Henry Paulson, dijo que seguirá trabajando para alcanzar un acuerdo. Después de la Cámara debía votar el Senado, que suele ser más disciplinado.

La mayoría demócrata en el Congreso habría podido aprobar el rescate sin el apoyo republicano, pero nadie quería asumir a solas la responsabilidad de gastar 700.000 millones de dólares – más de lo que ha costado la guerra de Iraq- en un plan de resultados inciertos. Y menos en época electoral: el 4 de noviembre, además de las elecciones presidenciales, también se celebran las legislativas (se renuevan los 435 escaños de la Cámara y un tercio del Senado). Muchos parlamentarios que se juegan su futuro político tienen sus buzones inundados de mensajes de votantes indignados con la idea de ayudar a los multimillonarios que desencadenaron la crisis con apuestas arriesgadas.

Todas las miradas apuntaban a los líderes republicanos, que no consiguieron suficientes votos para apoyar el último gran proyecto de la Administración republicana que ha ocupado la Casa Blanca en los últimos ocho años. Se da la paradoja de que Bush habrá terminado su controvertido mandato con el respaldo de los demócratas y la oposición de sus correligionarios. "Estoy decepcionado", admitió el presidente.

Para Bush, y a la espera de que el Congreso enmiende la propuesta e intente aprobarla de nuevo, el voto pone colofón a una presidencia que dejará en herencia a su sucesor, en enero, las guerras inconclusas de Iraq y Afganistán, un país al borde de la recesión y la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión. Los republicanos desoyeron los repetidos llamamientos – algunos en tono apocalíptico- del presidente para adoptar el plan. "Votar a favor de ley es votar a favor de evitar el daño económico para vosotros y vuestras comunidades", dijo ayer, antes de la votación. No sirvió para nada. Su autoridad, hoy por hoy, es nula.

También los líderes del Congreso han visto la autoridad mermada. Ni Pelosi ni Boehner y los otros líderes parlamentarios han conseguido que la tropa les siga. Anoche era el momento de las culpas. Estados Unidos no es España. Cada legislador se debe a sus electores y no a la disciplina parlamentaria. Pero una rebelión

de este calibre es infrecuente. Los republicanos reprocharon ayer a Pelosi que, durante el debate previo a la votación, pronunciase un discurso crítico con Bush y los republicanos, lo que supuestamente les llevó a vengarse votando no. La negativa conservadora al plan se explica también, en parte, por una cuestión ideológica: para los herederos de Ronald Reagan era difícil tragar con una ley intervencionista, que rompe con el dogma del libre mercado que ha imperado en las últimas décadas.

El rechazo de los parlamentarios, y la defensa del contribuyente, puede tener su lógica. ¿Por qué deberían creer ciegamente a tecnócratas como Paulson o a líderes como Bush, que justificó la guerra de Iraq con información errónea, cuando ahora alertan de que sin el plan de rescate habrá un cataclismo en la economía estadounidense? Los promotores del plan insisten en que, si no se ayuda a los bancos, el seísmo de Wall Street se trasladará a Main Street, la calle mayor, símbolo del americano de a pie.

El voto de la Cámara de Representantes es, finalmente, una desautorización a los candidatos a suceder a Bush. Tanto el demócrata Barack Obama como el republicano John McCain habían pedido el apoyo para el plan. La semana pasada, McCain interrumpió su campaña electoral para viajar a Washington y "ayudar" a fraguar el consenso. Los demócratas le acusan de haber envenenado unas negociaciones que iban por buen camino. En todo caso, está claro que su apoyo al plan – siempre cauto y, como Obama, sin excesivo entusiasmo- no impidió su fracaso.

Los demócratas pueden obtener rédito electoral si la crisis se agudiza

II. El no republicano tiene aroma de desbandada ante el desastre en las urnas

EUSEBIO VAL  – Washington.

Corresponsal LA VANGUARDIA

Obama se dice "confiado" en que el Congreso, en último extremo, dará su visto bueno al plan

El rechazo ayer, por la Cámara de Representantes, del plan de salvamento del sistema financiero estadounidense fue una rebelión en toda regla de los congresistas, sobre todo de los republicanos, y pone en evidencia su nerviosismo por las graves consecuencias de su voto en las elecciones del 4 de noviembre. Es prematuro adivinar el efecto final en la campaña, pero, a tenor de lo ocurrido en las últimas dos semanas de crisis, parece probable que los grandes beneficiados sean los demócratas.

Desde Colorado, Barack Obama se mostró todavía esperanzado de que el Congreso, en último extremo, dará su visto bueno al plan de rescate. "Estoy confiado de que de que llegaremos allí (al acuerdo), pero va a ser (un camino) pedregoso", dijo el candidato demócrata. El republicano McCain, desde Iowa, instó a los congresistas a volverse a reunir de inmediato para sacar adelante un compromiso y que la "economía siga funcionando". Pero no dijo que retornaría a Washington para presionar a sus correligionarios, como hizo la semana pasada.

Los sondeos indican que los estadounidense ven a los demócratas más fiables para manejar la economía. Hambrientos de protección ante el colapso de Wall Street, la quiebra de bancos, el aumento del paro y las hipotecas impagadas, perciben a los demócratas como el partido que puede ser mejor gestor.

La excusa de los líderes republicanos para justificar que no pudieran disciplinar a los suyos fue el discurso que pronunció la speaker (presidenta) de la Cámara, la demócrata Nancy Pelosi.

Los congresistas conservadores lamentaron que sus palabras fueran muy partidistas, llenas de reproches por la política "temeraria" del presidente George W. Bush durante los últimos ocho años.

Más allá de las razones esgrimidas, lo que sucedió ayer tenía aroma de desbandada política a pocas semanas de unas elecciones que, en su vertiente legislativa, podrían arrojar resultados desastrosos para los republicanos. La era Bush llega a su fin en medio de una debacle dramática. El pánico financiero ha provocado un pánico político ante las expectativas de un drástico nuevo reparto de poder en Washington.

III. "El rescate no debe beneficiar sólo a los más ricos"

SONNY PERDUE, GOBERNADOR DE GEORGIA

G. Saura

Demócrata hasta 1998, ahora es el gobernador republicano de Georgia. Sonny Perdue, que visitó ayer Barcelona, cree que el plan de rescate es tolerable si no beneficia "sólo a los más ricos".

¿Está a favor del plan de rescate a Wall Street?

Como la mayoría de estadounidenses, lo toleraré siempre que obre en el interés de todos. Es inaceptable un rescate que sólo beneficie a Wall Street y a presidentes ejecutivos, que no revierta en más calidad de vida y oportunidades de comprar una casa para el ciudadano de a pie que se ha visto atrapado en la crisis.

¿Se ha conseguido?

La última versión tiene más consenso, es un plan para solucionar el problema de liquidez y no sólo dar el dinero del contribuyente a empresas que han tomado decisiones equivocadas.

¿Perjudicará a McCain?

Una cuestión de esta magnitud debe abordarse de forma bipartidista. Si el plan fracasa, habrá consecuencias políticas muy graves para los que han tomado la decisión, en ambos partidos.

¿El voto negro o la competencia del libertario Bob Barr pueden dar Georgia a Obama?

No sé si esto es inglés o español pero: nada (en castellano).

¿El ticket republicano es más fuerte en el sur con Palin?

Ha traído frescor y autenticidad a la campaña. Una humanidad con la que la gente, no sólo en el sur sino en todo el país, se identifica. Es una mujer de éxito, laboral y familiar, que conecta con el estadounidense de a pie, sean hombres o mujeres.

IV. Pánico, la palabra del momento

Por Hugo Alconada Mon

Corresponsal en EE.UU.  de LA NACION DE BUENOS AIRES

Martes 30 de setiembre de 2008 |

WASHINGTON.? El Capitolio dijo no ayer y le asestó un durísimo revés al presidente George W. Bush. Pero ¿a quién le importa, si el texano transita sus últimos cuatro meses en el Salón Oval? Más relevante es que tanto el demócrata Barack Obama como el republicano John McCain apoyaron el plan. Si éste es el liderazgo que muestran ahora, ¿qué cabe esperar después? Más aún, ¿y ahora, qué? ¿Cómo continuará la historia?

Si las palabras que mencionan los referentes de ambos partidos, la administración Bush y los rostros más visibles de las finanzas de este país sirven de algo, lo que anticipan es por demás inquietante: "colapso", "catástrofe", "derrumbe", "desastre", "depresión" y, sobre todo, "pánico".

El impacto de la crisis financiera se concentrará, sin duda, en los estadounidenses. Cada día se endeudan más con salvatajes parciales, casi parches que, combinados, superan ya los 900.000 millones de dólares, con cuentas que deberán pagar las siguientes generaciones.

Eso sin mencionar el desembolso que se frustró ayer, pero que demócratas y republicanos prometen revisar y someter a una nueva votación mañana o pasado. El que cayó era por 700.000 millones, lo que equivale a algo más que el producto bruto interno (PBI) anual de Turquía o dos veces y media el de la Argentina.

Semejante desembolso o uno similar, si se aprueba, incomoda a muchísimos norteamericanos casi tanto como a los grandes gurúes de la doctrina liberal de la economía.

¿Por qué desembolsar fondos públicos -es decir, de todos- para pagar la resaca de unos pocos? ¿Por qué socializar las pérdidas cuando las ganancias fueron privadas?

Ese fue el debate, siete años atrás, cuando fue la Argentina la que colapsó. ¿Quién olvida al entonces secretario del Tesoro, Paul O Neill, cuando anunció que no desembolsaría el dinero de carpinteros estadounidenses para financiar la corrupta fiesta criolla?

Esa visión es la que explica por qué fracasó ayer el paquete de ayuda.

"Los gatos gordos de Nueva York esperan que Joe el cervecero se la banque y pague por todo este sinsentido", clamó el legislador republicano por Texas Ted Poe al fundamentar su voto negativo.

Esa visión aún rige. Sí. Pero también es válido preguntarse qué ocurrirá si el Tesoro no abre su chequera.

Cada día, Estados Unidos amanece con la incógnita de qué banco, financiera o mutual puede caer.

Ayer fue el turno de Wachovia, uno de los mayores del país por su tamaño. Y aunque lejos están aún los ahorristas de entrar en pánico -y a nadie se le ocurre siquiera hablar de un "corralito"-, muchos incluyen en la lista de riesgo a gigantes como Goldman Sachs y Morgan Stanley.

"Cuando los inversores ya no confían en instituciones venerables como Morgan Stanley y Goldman Sachs, uno sabe que la crisis financiera es tan grave como puede ser", alertó el ahora reconocido economista Nouriel Roubini en su último análisis, antes de exponer que "la próxima etapa en este pánico [financiero] podría ser la madre de todas las corridas bancarias".

Ignorado durante años por sus pares, que no anticiparon o no quisieron anticipar la crisis que se venía, Roubini integró el equipo de asesores de la Casa Blanca cuando la ocupaba Bill Clinton, antes de convertirse en el moscardón que molestaba con sus alertas y pronósticos pesimistas.

Ahora sus peores sueños se han hecho realidad. "Estamos viviendo un clima de pánico generalizado y otra vez estamos ante el riesgo de un quiebre sistémico de todo el sistema financiero", advirtió.

Por eso es que no alcanzará con que el Tesoro y la Reserva Federal (Fed) lancen más y más remedios que mutan en placebos en cuestión de días u horas. Para Roubini, todas las grandes economías del mundo deberían reducir un punto porcentual sus tasas de interés de manera coordinada. Como apenas un primer y tentativo paso.

Su sugerencia induce otro rasgo patente de la crisis que nace. No afecta ni afectará sólo a Estados Unidos. Más vale que el resto del planeta termine sus preparativos, que debieron comenzar durante los años de bonanza. Porque ahora se avecinan vientos gélidos desde América del Norte.

Ejemplos sobran. Si no, que lo digan los grandes bancos con colocaciones más o menos inservibles en títulos estadounidenses. En el Reino Unido, Alemania, Bélgica, Holanda, Australia, Canadá o hasta Islandia.

Estados Unidos dejará de comprar muchos bienes y servicios que llegan de China, la India, Vietnam y América latina. Reducirá, también, su consumo de petróleo, con lo que decae el precio del barril y contrae los ingresos que alentaron los pavoneos del presidente venezolano Hugo Chávez o el despilfarro de varios jeques con sus pistas de nieve en Medio Oriente.

Lejos, muy lejos, están los precios del oro negro de aquella lujuria de julio, cuando el barril llegó a los 145,29 dólares en Nueva York. El lunes pasado rondó los 121 dólares. Ayer, 96,37 dólares con tendencia a la baja.

Pero que quede aún más claro: no será el único commodity cuyo precio enfila cuesta abajo, con lo que unas cuantas balanzas comerciales cambiarán de signo alrededor del orbe. Incluida la caja argentina.

Así, la lectura de la votación de ayer en el Capitolio como un devastador golpe para Bush es válida, pero parcial. Es como preocuparse por quién dirige la orquesta musical en un barco que puede llamarse Titanic.

V. Advierten que al país se le termina el viento de cola

Por Martín Kanenguiser

De la Redacción de LA NACION

Noticias de Exterior: anterior | siguiente Martes 30 de setiembre de 2008 | Publicado en edición impresa  Enviá tu opiniónVer opiniones de lectores (105)

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A estas alturas de la crisis global de los mercados, si algo rechazan los analistas es sacar conclusiones definitivas. Los escenarios cambian demasiado como para brindar un diagnóstico tajante. Sin embargo, hay coincidencias en que el crac de estos días se traducirá en una fuerte desaceleración económica mundial, a partir de la contracción del crédito y de un posible shock de desconfianza por parte de los ahorristas.

Otra conclusión que sigue vigente, según los economistas, es ésta: la pérdida de riqueza en Wall Street tendrá su correlato en una caída del crecimiento económico global y, en particular, en el fin del fuerte viento de cola que favoreció a la Argentina en los últimos cinco años, que se transformará en un viento de frente. "Acá están todos shockeados, aunque algunos ejecutivos de compañías financieras sabían por la mañana que el paquete podía no ser aprobado. Este es un shock de desconfianza importante para ver qué puede pasar en términos de la solidez del resto de los bancos en todo el mundo", indicó un ejecutivo de un importante banco de inversión de Wall Street.

En Buenos Aires, el experimentado ex secretario de Finanzas Daniel Marx definió el resultado de la votación como "un golpe de confianza importante, que derivará seguramente en una crisis de crédito a nivel global". Para el ex funcionario de varias administraciones y actual consultor, la primera consecuencia de lo que sucedió ayer en el Congreso de Estados Unidos es que "se confirma la idea de una recesión en ese país y hay dudas sobre el comportamiento que tendrá el público".

"Se pensaba que el Estado reemplazaba al sector privado, pero ahora que ese sistema quedó bajo amenaza, generó una suerte de complicación adicional en una economía tan endeudada como la de Estados Unidos", afirmó.

Inseguridad

Desde Nueva York, el jefe de estrategia para América latina del banco Morgan Stanley, Gray Newman, sostuvo: "La única conclusión que podemos sacar por ahora es que los riesgos a la baja en términos de nivel de actividad económica son mayores a nivel global, y eso es peor para la región".

Un informe que escribió ayer Newman pone en duda la sensación de seguridad que cobijó a la mayoría de los gobiernos latinoamericanos estos años: "La sensación de refugio seguro con la que se definía a la región hace un año puede ser correcta respecto de las mejoras estructurales que se vieron, pero este foco ahora parece irrelevante. Enfrentados a una seria caída del ciclo, temo que muchos creyentes de esta tesis seguro pondrán su confianza en duda cuando la desaceleración de Estados Unidos se transforma en un serio camino de menor crecimiento mundial", indicó el analista.

En particular, Newman advirtió que "si a los países que hicieron bien las cosas esto les pega duro, como Chile, las noticias serán peores para los otros países, que optaron por gastarse la mayoría de los recursos que acumularon en los últimos años".

En la lluviosa Buenos Aires, el economista Luis Secco agregó que el foco principal de contagio para la Argentina llegará desde el lado comercial, por la caída en la demanda y en los precios de las materias primas, principal producto de exportación del país.

En segundo término, implicará una mayor contracción crediticia, tanto para el Estado como para las empresas. "Este es un cambio total del escenario internacional que le va a pegar a la Argentina, condicionando un modelo que, de todos modos, depende menos de los ingresos de capitales que otros", advirtió Secco.

El analista indicó que hay que olvidarse de la idea del "desacople" del país respecto del mundo que persistía entre algunos funcionarios de la administración de Cristina Kirchner, porque "el consumidor de Estados Unidos, que equivale a la suma de los consumidores de China y la India multiplicada por seis, va a gastar menos, y eso significará menor crecimiento para todos los países, incluida, claro está, la Argentina".

Una conclusión quedó totalmente vigente luego del derrumbe de las bolsas de ayer: la pérdida de riqueza que se observó en Wall Street, que ya alcanza niveles récord, tendrá su correlato en una caída del crecimiento económico global.

Atrás quedó el temor a la suba de la inflación que dominaba a los analistas, y a la propia Reserva Federal de Estados Unidos, hasta hace dos semanas.

Ahora todos creen que, como en una sala de terapia intensiva, primero habrá que salvar al paciente.