Por las buenas o por las malas

Cuando la lengua funciona más rápido que el cerebro suele ocasionar serios problemas a los que padecen esta disfunción que se ha hecho endémica en las altas esferas gubernamentales.

A pesar de que muchas personas se han ocupado de analizar el discurso del presidente Evo Morales estamos aún lejos de llegar a una conclusión. Es que todos ellos cometieron un error de entrada: quisieron encaminar sus análisis por el lado de la racionalidad, cuando el discurso de Morales va exactamente en sentido contrario.

Naturalmente no significa un exceso de racionalidad anunciar que la constitución masista será aprobada por las buenas o por las malas. Es también lamentable que el, dizque, muy inteligente y letrado vicepresidente Alvaro García Linera, entre los 25 mil libros que dice haber leído no haya encontrado uno en el que se precise el carácter de contrato social, de un acuerdo que implica una constitución.



Es evidente que Evo, con la ayuda de sus allegados, en un proceso de retroalimentación, se ha formado una imagen de si mismo que cada vez se aleja más de una figura terrenal y adopta la de un mesías resucitado en los Andes.

Intoxicado con los aplausos y elogios de sus cortesanos, Evo da muestras de haber perdido contacto con la realidad y comienza a actuar como un predestinado, un Pachacuti al cual todo le está permitido, amenazar incluido.

Este tipo de personas pueden resultar hasta pintorescas en algunas circunstancias pero cuando adquieren poder suelen resultar nefastas por la cantidad de males que atraen para sus pueblos. Es claro que una constitución aprobada por «las buenas o por las malas», como ya se ha venido haciendo, no traerá beneficio alguno para el país y, por el contrario, es seguro que las consecuencias serán la destrucción de la anémica democracia que, pese a Evo, aun sobrevive en Bolivia.