Una luz al final del oscuro túnel

Que esa luz, al final del túnel, no sea un espejismo.

La Razón

Editorial



Tuvieron que pasar ocho días de turbulencia para que los bolivianos recuperen la esperanza. El hecho de que el Cardenal atestiguara la firma que faltaba en el preacuerdo, es una señal de que la paz puede estar cerca. Que esa luz, al final del túnel, no sea un espejismo.

Al cabo de otro día ajetreado, en el que una vez más primó la incertidumbre, el Gobierno y los departamentos de la denominada media luna firmaron un acuerdo con el que sentaron las bases de un diálogo cuyo inicio está previsto para mañana en Cochabamba.

Este importante paso hacia el ansiado entendimiento llega en un momento oportuno porque, tal como iban las cosas, el enfrentamiento pudo haber desembocado en grados inimaginables de violencia. Hoy, cuando al final del túnel se divisa una tenue luz blanca, el país tiene al menos la certeza de que las partes buscarán una salida concertada al conflicto.

El preacuerdo fue alcanzado luego de cuatro arduas jornadas de negociaciones, en las que sobresalieron dos figuras: el vicepresidente Álvaro García y el prefecto tarijeño Mario Cossío. En ellos Bolivia parece encontrar dos personajes capaces de encaminar esta crisis a una salida dialogada.

En procura de un ´Gran Acuerdo Nacional´, el documento, que ayer suscribieron por separado, se asienta sobre tres grandes pilares: 1) Bases para el diálogo nacional; 2) Restablecimiento de la paz social en el marco del Estado de Derecho; y, 3) Inicio del proceso de diálogo propiamente dicho.

En el primero destacan preacuerdos sobre los temas que motivaron el conflicto: el IDH, las autonomías departamentales, la nueva Constitución y un pacto institucional en el que, por ejemplo, están contempladas las designaciones congresales de los cargos vacantes y el Padrón Electoral. El diálogo contará con el acompañamiento de facilitadores y testigos, para lo cual se ha acordado invitar a Unasur, la Iglesia Católica, la Unión Europea, la OEA y Naciones Unidas.

Entre las cláusulas para el restablecimiento de la paz se estipula la restitución inmediata de las oficinas públicas e instalaciones petroleras a manos del Gobierno, así como la realización de los esfuerzos necesarios para frenar la violencia en todo el territorio nacional. Destaca además la idea de suspender, por el plazo de un mes, la consideración de la convocatoria a referéndum constitucional en el Congreso.

El objetivo de consolidar un Gran Acuerdo Nacional, por su complejidad, implicará un esfuerzo considerable. Los sectores involucrados en la crisis deben ser conscientes de que el diálogo no será fácil y, en el entendido de que el problema necesita de la colaboración de todos los bolivianos, tendrán que aportar con una valiosa cuota de comprensión y paciencia.

Los líderes de esta cruzada deberán apostar a que el acuerdo —por el que no sólo el país, sino el mundo estará pendiente— sea duradero, servirle a Bolivia para vivir en paz durante los próximos años. Por esa razón, no es conveniente colocarse camisas de fuerza con plazos cortos: un acuerdo de estas características debe tomar el tiempo que haga falta. Es preferible tener a la gente dialogando, antes que peleando en las calles del país.

Tuvieron que pasar ocho días de turbulencia para que los bolivianos recuperen la esperanza. El hecho de que el cardenal Julio Terrazas atestiguara anoche la firma que faltaba en el preacuerdo, es una señal de que la paz puede estar cerca. Que esa luz, al final del túnel, no sea un espejismo.