A la oposición boliviana

Por: Alejandro Peña Esclusa

Cuando se lucha contra dictadores totalitarios, como Hugo Chávez y Evo Morales, ganar las batallas de orden moral es mucho más importante que obtener triunfos en el ámbito político. Porque al combatir hombres desalmados e inescrupulosos, la clave del éxito consiste en mantener las propias filas con la moral en alto, para que tengan el ánimo de luchar hasta el final, al riesgo de perder la libertad e incluso la vida.

Los líderes opositores venezolanos han cometido el grave error de plantear la batalla única y exclusivamente en el terreno electoral, dejando a un lado –o tocando someramente– temas de fondo, como la estrecha relación del régimen con el narcoterrorismo colombiano o la promulgación de leyes totalitarias. Según ellos, lo único importante es ‘recuperar espacios’, ganando elecciones.



Prueba de su pragmatismo es la manera como han abandonado a su propia suerte a los presos y exilados políticos, así como a los veinte mil obreros y empleados, despedidos arbitrariamente de la industria petrolera. Ninguno de los candidatos opositores a gobernaciones y alcaldías para las elecciones que se celebrarán en noviembre, han incluido en su discurso la liberación de los presos y el regreso de los exilados. Puede que ése no sea tema para un programa de gobierno local, pero sí debería incorporarse permanentemente al discurso político, porque se trata de una terrible injusticia que clama al Cielo todos los días.

El mensaje que se transmite al resto de la oposición es claro y certero: ‘si llegas a caer en desgracia, tendrás que velar por ti mismo, porque nosotros no moveremos un dedo por ti’. Como consecuencia, el pueblo opositor se desmoraliza y se deja vencer por el miedo. ‘Si nadie va a luchar por mí, más vale que me proteja desde ahora, luchando tímidamente y sin correr mayores riesgos’.

Cuando la desmoralización perdura en el tiempo, paulatinamente se convierte en cinismo, como actualmente ocurre en Venezuela. Ya no se cree en nada, ni en nadie. Claro que puede recuperarse el terreno perdido, pero a costa de un esfuerzo heroico, que conllevará grandes sacrificios.

La oposición boliviana se encuentra en este momento en una encrucijada histórica, similar a la que vivió Venezuela en el año 2002. Si abandona a su propia suerte al prefecto de Pando, Leopoldo Fernández, y a los demás presos políticos, el mensaje al resto de la oposición será devastador, y ya no habrá fuerzas para ganar las batallas políticas que se avecinan, como por ejemplo impedir que se apruebe la nueva Constitución. Además, no luchar por Fernández, equivale a admitir que la masacre de Pando fue perpetrada por la oposición, cuando en realidad fue ordenada por el gobierno.

Si la oposición boliviana no quiere caer muy pronto en el pesimismo y en la desmoralización, deberá reformular su estrategia, colocando como primera prioridad la liberación de Leopoldo Fernández, y responsabilizando a Evo Morales de la masacre de Pando.