Desabastecimiento salvaje

El Deber

Editorial



No es arriesgado pensar que una mano siniestra que se mueve entre las sombras del poder es la causante del salvaje y letal desabastecimiento de carburantes. Desabastecimiento generado por sujetos sin entrañas en perjuicio de nuestra región cruceña y en desmedro no sólo de los sectores agroproductores e industriales, sino además de la ciudadanía en pleno y desde luego, del autotransporte.

El desabastecimiento, no por mera coincidencia, empieza a sentirse con características intolerables justo a lo largo y ancho de nuestra Santa Cruz de la Sierra. A veces, en estos días sin remontarnos a otros tiempos, la escasez o mejor dicho la falta de carburantes es tan dramática que en muchos puestos de abastecimiento se llega a suspender la atención al público y podría darse el despido del personal a cargo de los equipos de suministro. Situación tal que rara vez acontece en otras plazas del interior del país que, ciertamente, gozan de tratos preferenciales que lastiman fibras muy sensibles de nuestra comunidad.

No vamos a repetirnos en la cantinela de nuestros derechos preferenciales en razón de lo mucho que tuvimos que ver con la productividad de los hidrocarburos y con las luchas que estos recursos y sus regalías generaron. Vamos a destacar, simplemente, a través de las líneas que siguen, que la falta del tan estratégico producto tiene efectos demoledores que de manera muy directa afectan al país en sus cuatro direcciones. Y eso, porque entraba el proceso de la producción de bienes de consumo, buena parte de los cuales están destinados a los mercados de las regiones altas de nuestra diversa Bolivia.

Bienes de consumo que, de igual modo, en proporciones apreciables, acceden a los mercados externos gracias a inteligentes y costosas negociaciones con empresarios al máximo de exigentes.

La escasez de carburantes, debida supuestamente al prurito de hacer pasar tragos amargos a nuestra región y su gente, puede desencadenar consecuencias que no sólo afectarán a lo nuestro, a lo regional, a la comunidad oriental, sino más bien al país, y justo en momentos en que precisa de todas sus reservas espirituales y físicas para capear los temporales que le están soplando de frente y con probadas y extremas repercusiones.

No ha habido quién, de esta comunidad nuestra tan heterogénea, no se conmueva siguiendo a los productores y particularmente a los transportistas, de surtidor en surtidor, o sometiéndose a la interminable pena de las colas en procura de unos litros de carburantes. Claro, de tener sus maquinarias provistas depende el aprovisionamiento de los mercados de dentro y de fuera, con artículos, todos, de primera necesidad. Los productores, los transportistas, cumplen sacrificando el todo por el todo. En cambio, la mano siniestra que los raciona se regodea en medio de la angustia de todos ellos.

DE TERROR

Los ciudadanos de Bolivia, hombres y mujeres conscientes de cuanto viene ocurriendo en el país en estos tiempos de temores, angustias e incertidumbre, podrían no haber superado todavía el estado de shock que resultó de ver y escuchar al ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, en evidente estado de desquiciamiento a través de un video que tuvo amplia difusión ayer por diferentes medios de comunicación. El que es considerado como el ‘número uno’ del Gobierno de Evo Morales extravió el equilibrio de sus emociones durante una concentración de organizaciones campesinas afines al masismo celebrada en Cobija los días previos a la llamada ‘masacre de Pando’.

Micrófono en mano, con el rostro desencajado y bañado en sudor, gesticulando aparatosamente, la imagen de Quintana acompañó la verborrea incendiaria de su discurso, con el que sugirió inclusive el epitafio del prefecto Leopoldo Fernández, tras enviarlo desde su palestra al lugar más profundo de la tierra para que conviviera con los gusanos…

Se ha hecho más que evidente que desde las esferas gubernamentales estaba todo sazonado para provocar la caída de Fernández y empezar, de cualquier modo, el debilitamiento de las regiones opositoras al Gobierno, descabezando sus liderazgos.

La intervención de Quintana fue, lisa y llanamente, de terror. En su deplorable sainete, el ex capitán podría equipararse con aquel oscuro coronel de la dictadura garciamecista que se atrevió a recomendar que los bolivianos desafectos al régimen de la época caminaran llevando su testamento bajo el brazo.

Es cuando menos perturbador que quienes nos gobiernan ahora actúen de tal modo. Dios nos libre de otros arranques de furia descontrolada de Quintana y compañía. Amén.