Desconcertante Concertación

Editorial de La Patria.

La situación se pone difícil si no se logra eliminar el factor desconcertante que atinge a la clase política y posterga la oportunidad de concertar planes e ideas para formalizar un acuerdo que garantice el respeto a los derechos humanos, las libertades y todo aquello que se desprende de una democracia activa pero al mismo tiempo permisible en su concepción de unidad sin violencia.

Es realmente desconcertante saber que existen “operadores políticos” que no le hacen ningún bien a esa democracia que costó mucho rescatarla y ponerla en el lugar que le corresponde para abrir un cauce de libertades con respeto y consideración a las leyes y las normas vigentes. Cuando actores del sistema sobrepasan los límites de la tolerancia se ingresa en el peligroso círculo de la violencia y la respuesta no es otra cosa que más violencia.



No se puede concertar si antes no hay pruebas concretas de buena voluntad para escuchar, debatir y concordar en ideales que hagan factible la atención a los planteamientos de la colectividad. Si el pueblo recibe mensajes positivos, su reacción será lógicamente de beneplácito y eso significa tranquilidad plena, lo contrario es la parte desconcertante de cualquier negociación que nos lleva como hasta ahora al peligro del enfrentamiento con saldos dolorosos.

La ciudadanía está cada vez más desconcertada frente a las contradicciones que se presentan con inusitada frecuencia en las relaciones del Gobierno a través de sus ministros con la oposición o por hechos intolerantes directamente contra algunos segmentos de la sociedad civil que no olvidará los actos que protagonizan “agentes encapuchados” que secuestran personas atemorizando a sus familiares y dejando traumas en niños y jóvenes con un estilo digno de las más tenebrosas series de violencia.

La concertación es algo que el pueblo exige y espera que sea el mejor método para limar asperezas, que por supuesto tienen que existir en un proceso en el que rige la democracia y por tanto se justifica una oposición dinámica que haga además tarea fiscalizadora de los actos del oficialismo, que a su vez no tiene por qué interferir en esa labor y menos conminarla a un silencio cómplice que no es otra cosa que restringir derechos y afectar el orden constituido.

Cuando se agitan las aguas la recomendación es “no hacer olas”, que se debe interpretar por guardar las condiciones más favorables para negociar con seguridades y garantías, sin presiones ni amenazas, sin marchas ni cercos,  más bien defendiendo un escenario limpio de peligros y adecuadamente preparado para que respetando la Constitución vigente se trabaje en su actualización, pero escuchando y concertando las sugerencias de todos los sectores sociales y no sólo de los beneficiados con movilizaciones oficiales.

Desconcierta escuchar a ciertos ministros y parlamentarios, apologistas de la democracia, que en los hechos prácticos hacen exactamente todo lo contrario de sus prédicas mediáticas, poniendo en vilo al país y sus instituciones legales  pero además afectando sensiblemente la idiosincrasia de un pueblo que por esta clase de hechos pone en duda el valor de la concertación. Los actores políticos deben trabajar con mayor responsabilidad.