El delito de decir la verdad

Centa Reck

Como no podía ser de otra manera. Evo Morales, Alvaro García, Quintana, Sacha Llorenty, el viceministro Gamarra, han extendido la maquinaria de represión y cacería estatal a los periodistas. Damos por descontado que los regímenes totalitarios llenan las cárceles con periodistas, con dirigentes, con todos los que se oponen al terror, con quienes no negocian sus principios, con los que luchan por la libertad y los derechos de los pueblos, los que no se venden a cambio de maletines negros.

Jorge Melgar es el primer periodista que ha sido víctima de un secuestro, que según relato de los familiares fue perpetrado por policías y personal extranjero que ingresaron al domicilio encapuchados y fuertemente armados.



El operativo se realizó a las 4:30 de la mañana y como en los casos anteriores, se procedió a maltratar y violentar a todos los presentes y a la captura del periodista sin tener orden de apremio. En el presente caso maltrataron a la esposa, enmanillaron a las hijas e hijos e incluso amordazaron a una bebé de 11 meses, nieta del periodista.

Jorge Melgar cometió el delito de grabar los videos que muestran la verdad de los hechos que ocurrieron en Pando y que ha echado por tierra la estrategia de Juan Ramón Quintana, ministro de la presidencia, quien preparó las aciones de violencia con antelación e incluso hizo declaraciones dos meses antes, las que habría recuperado el periodista y fueron luego dadas a conocer a la opinión pública y que muestran que la suerte del prefecto de Pando, Leopoldo Fernández estaba echada y en manos del gobierno que había planificado criminalizarlo dentro de una coartada para destituirlo.

Jorge Melgar, un camba de pura cepa- beniano- riberalteño, amante de su tierra, imbuido de los valores que guían al periodismo a buscar la verdad por sobre todas las cosas, fue también buscado por los familiares de los campesinos muertos, quienes declararon que ellos fueron llevados a la confrontación con engaños, que a ellos lo contrató Quintana y Chiquitín Becerra para asistir supuestamente a un congreso y luego terminaron protagonizando los episodios de violencia en un episodio en el que también participaron venezolanos y militares.

‘Mi esposo cometió el único delito de decir la verdad de la matanza que fue desatada en Pando’, dijo Marina francamente compungida, mientras sus hijas hacían la denuncia en un canal de televisión e imploraban por saber el paradero de su padre, acusando que este fue sacado en ropa interior y en medio de una brutal golpiza.

La persecución a la gente de la prensa había sido anunciada por el mismo Juan Ramón Quintana, ministro que se ha convertido en el ejecutor de las operaciones de represión y secuestro que se están perpetrando en la persona de dirigentes civiles, cívicos y ahora del periodista que aportó con pruebas, testimonios y videos que muestran una verdad distinta a la que el oficialismo pretende exigir que sea creída y que todos acepten sin retruque, sin opción a investigación, sin lugar a que se plantee la otra cara.

La cara de esa verdad de los hechos luctuosos y violentos de Pando que el gobierno quiere mantener oculta, está costando mucho dolor, está dando lugar a persecuciones, prisión y represión escalonada.

Acerca de los procedimientos de control político que se estan dando sobre la prensa, Daniel Castro, presidente de la Asociación de Periodistas expresó: ‘Ahora aparece Juan Ramón Quintana, un hombre que era de derecha, que estuvo con Bánzer, con el ex ministro Fernando Kieffer, cuestionado por un avión, en ese circulo estuvo, es un ex militar, no tiene moral para hacerlo’.

Pero Quintana, es hoy el brazo operativo y visible de la represión y fue puesto a dedo en el directorio de la Televisión boliviana, quizás para darle un roce con la prensa y ponerlo al mando de esta cacería contra ciudadanos y periodistas.

¿Qué más vamos a esperar?

Ellos están viniendo a llevarse a todos, uno por uno, pero vienen una y otra vez por todos.

Es hora de no ser indiferentes, no se puede seguir permitiendo el terrorismo de Estado, no podemos dejar que nuestro olfato se acostumbre al pestilente olor de este chiquero.