El diálogo suicida

Editorial de El Nuevo Día



El MAS quiere presumir de su habilidad política al intentar convertir a las autonomías en un caballo de Troya para hacer de las suyas con el país, una vez apruebe la constitución que dibujó a su antojo en Sucre y Oruro.

De pronto, el vicepresidente García Linera se ha convertido en un ferviente autonomista y promete grandes avances en la negociación de este tema en el diálogo que se ha estado desarrollando en Cochabamba, pero no quiere ni hablar de tocar otros puntos del proyecto de constitución.

¿Para qué sirve el diálogo entonces? La autonomía no es una concesión del MAS ni un logro que se puede adquirir mediante las negociaciones. Se trata de un mandato legal que se consolidó el 2 de julio de 2006 y que ha sido ratificado en otras tres ocasiones mediante el voto popular.

Ignorar las autonomías departamentales es algo que debe enmendarse en el texto constitucional, pero de ahí a pensar que con esa corrección, el texto de La Calancha quedará oleado y sacramentado, hay mucha distancia. Tampoco la devolución del IDH puede admitirse como moneda de trueque. Toda la plata del mundo no puede pagar los principios que están en juego y tampoco se puede negociar la vigencia de la democracia en el país.

La constitución oficialista es nula por pleno derecho porque arrastra errores y distorsiones desde sus orígenes. La violencia desatada por el Gobierno ha hecho perder a todos las nociones de racionalidad y es un hecho irreversible que hoy se esté negociando lo que por principio debería ser descartado. En ese tren, los prefectos opositores acaban de plantear siete cambios al proyecto constitucional, como requisito para llegar a un acuerdo que ayude a pacificar al país.

Los cambios propuestos tienen que ver con las salvaguardas indispensables para que la democracia representativa, la independencia de la justicia, la propiedad privada, el principio de la igualdad y el estado de derecho permanezcan vigentes en Bolivia. Este no es un debate de los prefectos ni de los autonomistas, se trata de planteos que han lanzado diversos sectores sociales, numerosos foros y círculos políticos nacionales e internacionales, que ven en la constitución del MAS la zancada hacia el conformación de un estado racista, autoritario y que además de ello, abrirá las puertas a la más oprobiosa ingobernabilidad.

El Gobierno sí tiene habilidad para convencer, pero a través del único método que conoce. Los prefectos que se han mantenido dialogando en Cochabamba, no son más que rehenes de Evo Morales. Han permanecido en las mesas de negociaciones, pese a las humillaciones y a las amenazas, porque la alternativa es que el MAS rearme sus milicias y reproduzca ya sea en Tarija o Santa Cruz lo que ha sucedido en Pando. Si no lo hace ahora es porque la mirada internacional es un factor disuasivo. Tarde o temprano, el Gobierno volverá a sus andadas, no tiene otro remedio, no sabe hacerlo de otra forma.

Los prefectos que se han mantenido dialogando en Cochabamba, no son más que rehenes de Evo Morales. Han permanecido en las mesas de negociaciones, pese a las humillaciones y a las amenazas, porque la alternativa es que el MAS rearme sus milicias y arremeta “por las malas”.

Alguien tiene que romper

bajo el penoco

El Gobierno ha hecho hasta lo imposible para romper el diálogo que inició luego del error táctico de recurrir a la Unasur, que a cambio del respaldo político, le exigió sentarse con quienes en realidad quería estrangular. Para Evo Morales, romper el diálogo sería altamente peligroso, pues corre el riesgo de que sus amigos extranjeros comprueben que no es en verdad el “indio bueno” que todos perciben más allá de las fronteras. Para los prefectos, romper equivale a atenerse a las amenazas que el mismo Presidente ya expresó el fin de semana, cuando dijo que las cosas se resolverán por las buenas o por las malas. ¿Quién lo rompe? En ese cálculo tan infantil se encuentra el Gobierno, que cínicamente critica la reacción de los prefectos de suspender las negociaciones, cuando ya tiene a sus milicias marchando para cercar el Congreso.

La frase

“Los radicales del entorno del Presidente quieren que el diálogo fracase y hoy lo denunciamos”.

Mario Cossío, prefecto de Tarija.