La estrategia del diálogo

Jimena Costa Benavides*

La Razón

Voy a referirme a la de Cochabamba y con los prefectos, en la que NO hubo acuerdo. El Gobierno firmó un documento consigo mismo: un representante del Poder Ejecutivo (la firma es ilegible, parece ser Álvaro García Linera), un senador oficialista (Félix Rojas), dos prefectos electos por el MAS (Mario Virreira y el cuasi revocado Alberto Luis Aguilar), tres prefectos nombrados por el presidente Morales (Pablo Ramos, Rafael Puente y Rafael Bandeira). Siete de siete son del MAS, y, si la firma ilegible es de García Linera, tres de siete serían ex EGTK y uno más comunista, lo que muestra la ruta claramente “revolucionaria” que ha tomado el proceso, como bien lo señalan los ministros y el Presidente.



Resulta que la única indígena que firma es Savina Cuéllar, y lo hace junto a Mario Cossío, Rubén Costas y Ernesto Suárez, que emiten un documento que no es un acuerdo entre ellos mismos, sino una declaración de lo que ocurrió en el dichoso diálogo para aclararle al país que no había sido como el ministro Romero dice, y lo dice muchas veces porque parece que la repetición es parte de la estrategia.

Tanto esta declaración de los opositores, como la conferencia de prensa que dieron y las diversas declaraciones de prensa de ellos mismos y de los técnicos de las prefecturas, señalan —claramente— que NO hubo acuerdo ni grandes avances, que NO se resolvió el tema de IDH, que NO se resolvió el tema de autonomías, ni pudieron avanzar porque el Gobierno se negó a modificar su postura inicial.

La estrategia del Gobierno parece ser muy simple en realidad: 1) Convocar al diálogo con la oposición para mejorar su imagen internacional que viene abatida; 2) tratar recurrentemente de que la oposición rompa el diálogo para acusarlos de antidemócratas; 3) si resisten, avanzar en temas que no afecten los objetivos políticos del MAS puestos en el texto constitucional; 4) terminado el diálogo, decir que los acuerdos son fenomenales para convencer a la población que apoya a la oposición de que ahora sí la Constitución es buena; 5) acusar a los prefectos de no firmar por defender sus propios intereses y no los de sus regiones; 6) hacer campaña comunicacional para decir que la Constitución ya incluye las autonomías departamentales y ahora está más bonita; 7) legitimar la CPE-MAS con la mentira recurrente de que se va al referéndum; 8) se aseguran de que no se sanee el Padrón, al menos no en serio cotejándolo con el Registro Civil e Identificaciones; 9) se repite el dos tercios o más; 10) se aprueba la CPE-MAS tal cual está pero con un poco de maquillaje; 11) se convoca a nuevas elecciones donde ganan con el 92% de los votos (como hacía el MNR en su periodo revolucionario); 12) a los 180 días y en base al Artículo 411, que permite modificar total o parcialmente la CPE por mayoría absoluta, la cambian a gusto y placer del nuevo gobierno. Listo. ¡Socialismo en Bolivia!

Parece que no necesitamos técnicos para arreglar la CPE-MAS sino cosmetólogos, maquillistas y, sobre todo, estrategas comunicacionales para convencer al país de que, con resolver “algunas contradicciones”, está resuelto.

A quienes no les asuste que un solo partido “controle” la Constitución y las instituciones, nada más les pido que reflexionen sobre esto: ¿Qué hubieran pensado si ese partido hubiera sido el MNR?, ¿o ADN?, ¿o el MIR? No es tan bonito ¿no? El control absoluto del poder nunca es bueno y lo mínimo que nos costará es perder la democracia.

*Jimena Costa B.
es analista .