Los héroes y el peso de la cohesión interna

Karin Ebensperger
Sábado 23 de Agosto de 2008
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Las naciones no son sólo territorio, ubicación geoestratégica y recursos naturales. Son sobre todo el espíritu de sus habitantes, la conciencia colectiva que tienen de pertenecer a una identidad y a una visión de futuro común. Sin ese sentido de pertenencia a la historia colectiva y sus valores, las sociedades quedan a merced de populistas que utilizan los resortes del poder para beneficio propio o de un grupo, sin compromiso con la trayectoria de las instituciones ni con el progreso para futuras generaciones.

Lo que hace la diferencia entre un país “pobre” pero próspero como Suiza, y otros “ricos” pero en la ruina como varios latinoamericanos, es la cultura y grado de compromiso de la sociedad civil con el respeto a las leyes, los derechos de los demás, la puntualidad, el esfuerzo, la inversión y postergación de recompensas, y el aprecio por la historia común y el proyecto colectivo. Si la sociedad civil no promueve esos valores, la consecuencia es una clase política decadente.



En la construcción de una conciencia colectiva positiva que permite el progreso, los líderes sí hacen la diferencia. Chile no sería el mismo sin la visión política de Bernardo O’Higgins, o la entrega desinteresada de Arturo Prat por el bien común. Son figuras inspiradoras y respetadas por generaciones. De esos factores humanos surge la idiosincrasia o carácter nacional, pilares de la fortaleza de un pueblo.

Por eso no es gratis disminuir el respeto colectivo a figuras emblemáticas como Prat y o O’Higgins. Ellos son símbolos en la construcción de la cohesión social. Sin esa cohesión interna es difícil la estabilidad política. Y sin estabilidad política no hay gobernabilidad, que no sólo es control del territorio nacional, sino el grado de aceptación por parte de la población de la memoria histórica y las instituciones actuales. Es un intangible difícil de medir pero que constituye la moral nacional, la capacidad colectiva de un pueblo frente a los difíciles retos que surgen en el escenario internacional.

Hay muchos ejemplos actuales de cómo un país puede hundirse o destacarse sólo por la diferente calidad de sus conductores. Un pueblo se fortalece al respetar el ejemplo de líderes positivos de su pasado, que supieron formular y ejecutar las políticas más adecuadas según las circunstancias, y activar actitudes sicológica y morales favorables para sumarse a una estrategia común. Ese es el camino del progreso.

No valorar a O’Higgin o a Prat es poner a nuestros niños en la difícil posición de cantarle en los colegios a héroes cuestionados, y sembrarles en sus límpidas mentes cínicas dudas, en vez de constructivas esperanzas.