Tráfico de armas bolivianas a Brasil

Reportaje. En las favelas de Río de Janeiro se venden como pan caliente las metralletas “Punto 30” que llevan marcado el escudo del Ejército boliviano.

Revista Domingo, La Prensa

Por:Erick Ortega Pérez



clip_image002

 

 

Al fondo, un cerro de Río de Janeiro donde se ubica un suburbio que se caracteriza por las casas pintadas de un solo color.

 

 

 

En agosto de este año, el hallazgo de nueve ametralladoras que tenían el escudo de las Fuerzas Armadas de Bolivia en suburbios de Río de Janeiro provocó un reguero de pólvora mediático. Domingo visitó esa ciudad para hablar con efectivos policiales. Los datos demuestran que el tráfico de metralletas, sobre todo la ZB .30, es moneda corriente

Cuando sea grande, Joao será un asesino. Por lo menos eso es lo que desea y ya tiene las condiciones para convertirse en uno de ellos. Es más, cuando el periodista de la red O’Globo Tyndaro Meneses lo encontró, calculó que el niño tenía poco más de ocho años, le faltaban zapatos, le sobraba un brillo de pasión en los ojos, estaba flaco y portaba una ametralladora en los brazos.

El arma era de cartón con pegamento y fue vendida a Tyndaro como un recuerdo por su paso por la favela Rocinha, que se encuentra en las entrañas de Río de Janeiro (Brasil) y queda lejos de la mirada del Cristo de Corcovado; está en su parte trasera.

Pero en las favelas (barrios pobres) hay otros personajes que usan armas de verdad, y tienen un juguete bélico que se ha convertido en uno de sus “preferidos” y es de origen boliviano. Se trata de la ametralladora antiaérea “punto 30” (.30), cuyo poder de destrucción es capaz de derribar a un helicóptero en pleno vuelo, aun cuando el aparato se halle a unos 1.500 metros de altura.

Que los helicópteros de la Policía vuelen sobre Río no es ninguna novedad. La presencia de narcotraficantes y paramilitares en las favelas tampoco es algo nuevo. Pero la llegada de las metralletas que llevan marcado el escudo del Ejército boliviano es ahora el “dulce” de los delincuentes que habitan estas zonas, según agentes del orden de Río.

La revista viajó a la ciudad carioca para conocer la versión de la División de Represión y Tráfico Ilícito de Armas (DRAE) y la Coordinadora de Recursos Especiales (CORE) sobre el arribo de armas de supuesta procedencia boliviana a sus suburbios, tras una denuncia que sacó chispas en agosto de este año en ambos países. Hasta que, en medio de una entrevista a un jefe policial, llegó “una orden desde arriba” para dejar los datos bajo la alfombra diplomática y con lo que se intentó abortar el reportaje.

Hace más de un mes que el negocio clandestino de ametralladoras bolivianas es investigado por una comisión del más alto nivel de Brasil y Bolivia. En un año y medio se han hallado más armas “punto 30” en las favelas cariocas. No sólo eso: un informe confidencial de la Unidad de Inteligencia brasileña da cuenta de que 40 metralletas de este tipo se perdieron de un cuartel boliviano y habían tenido como destino final las calles serpenteantes de Río de Janeiro. Aquellas rutas por las que deambulan niños como Joao.

La denuncia de agosto

La alerta se activó el domingo 3 de agosto de este año y tuvo como epicentro a Río de Janeiro, cuya población se llama carioca. Nueve metralletas checoslovacas calibre punto 30 (7,92 x 57 milímetros), modelo Lehky Kulomet, más conocidas como ZB, escupieron sus proyectiles en las favelas Complexo de Alemao, Penhas, Morro do Dende Ilha de Governacao, Morros da Mineira, Dona Marta y Sao Joao. Las incursiones policiales armadas a esos lugares acabaron con la vida de una decena de personas, y capturaron el material bélico.

En una calurosa rueda de prensa se presentaron las armas decomisadas al público presente: un grupo de periodistas acostumbrados a retratar estas imágenes. Hasta ahí nada novedoso; por lo menos cada dos días se muestran escenas similares en los medios cariocas. Pero, una marca en las ametralladoras llamó la atención de los asistentes: todas tenían cerca de la culata el sello de propiedad de las Fuerzas Armadas de Bolivia.

Una jornada después, la cónsul boliviana Shirley Orozco Ramírez enviaba un comunicado con el rótulo de “urgente” a su país y relataba el hallazgo policial. “Incluso ustedes, La Prensa, publicaron la noticia”, cuenta la diplomática desde su oficina situada en la zona de Botafogo de la urbe brasileña.

La nueva fue una bomba mediática en Río de Janeiro y la red O’Globo fue la abanderada de la investigación. Domingo también ingresó al ruedo. Por ejemplo, lo que no se supo en Bolivia es que el año pasado las entidades de la Policía de Río de Janeiro se incautaron en los barrios pobres de otras 10 Lehky Kulomet que procederían de cuarteles bolivianos. “A nosotros no nos interesa de dónde llegan las armas; sin embargo, lo que sabemos es que con éstas matan a nuestra gente y las usan para enfrentarse con otros grupos armados”, comenta un jefe policial brasileño, a quien “una orden superior” le prohibió revelar su identidad.

¿Es común que se pierdan armas de las Fuerzas Armadas (FFAA) de Bolivia? En la historia de la institución castrense el tema es moneda corriente. Incluso hay casos que datan desde los años 70 del siglo pasado.

El 28 de marzo de 1971, el periódico Presencia abrió su página nueve con una noticia a cinco columnas sobre tráfico de armas bolivianas. El alemán radicado en Bolivia Richard Herber denunció que el ex presidente René Barrientos Ortuño (1964-1965, 1966-1969) firmó un contrato para el envío de armamento nacional al Gobierno israelí. El negocio estaba pactado por unos 50 millones de dólares y tenía establecido un 10 por ciento de comisión para el ex Mandatario de raíces castrenses.

Uno de los involucrados en el proceso fue asesinado y tras la muerte de Barrientos todo quedó en la nada. “Sin duda que ése fue el inicio del engranaje del tráfico de armas en las Fuerzas Armadas”, explica Samuel Montaño, quien es auditor financiero de profesión, aunque debido a su afición se ha convertido en un experto armamentista y brinda clases al Ejército local e incluso a militares de otras naciones.

En los años 80, tras el intento de secuestro del entonces presidente Hernán Siles Zuazo (1982-1985), se fotografió a un civil armado con un rifle AUG (Fusil Universal del Ejército, por sus siglas en inglés) de propiedad de la entidad castrense. En esa década, el extinto narcotraficante Roberto Suárez Gómez se hizo fotografiar con una ametralladora germano-austriaca Stery-Daimler. “Esta arma tiene un peso y diseño perfectamente balanceados para su cómoda manipulación. Su capacidad de fuego es de 40 tiros por segundo”. Según la revista local Crónicas: “Tal es el tipo de arma de precisión con que cuenta la guardia personal de Suárez”. Este pertrecho igual pertenecía al contingente bélico del país.

Cuando Sendero Luminoso iluminaba el camino del terrorismo en Perú, en los años 90, el prefecto de Arequipa, Héctor Sunzunaga, capturó las primeras armas con escudo boliviano en manos de la insurgencia. Montaño relata que éste “es uno de los registros más antiguos que se tienen sobre el tráfico de armas”. Pero el listado continúa. Esa misma década, los fusiles FAL (Fusil Automático Liviano) procedentes de los cuarteles bolivianos dispararon sus primeros tiros en Brasil. Así, se abrió la ruta para el comercio ilegal a esa nación con un paso obligado: Paraguay.

En el rubro, el reporte más grave data del 24 de noviembre de 2003. En la Novena División del Ejército de Bolivia se perdieron 53 pistolas nueve milímetros marca Beretta, cinco fusiles M-16 A2 M203 y un lanzacohetes de industria china. El nuevo milenio también trajo el traslado de ametralladoras con el sello de las Fuerzas Armadas bolivianas a tierra brasileña. Por ejemplo, el periódico virtual O Día denunció que entre abril de 2005 y octubre de 2006, grupos armados irrumpieron en el tráfico de drogas y asaltos a bancos en los estados de Paraná, Sao Paulo y Río de Janeiro. En los hechos delictivos estuvieron involucradas siete metralletas, cuatro de las que tenían el escudo boliviano en sus culatas.

“¿Está asombrado?”, pregunta Montaño. “Eso no es nada”. Él rememora la historia de una partida de fusiles españoles marca Cetme que llegó como donación a suelo boliviano, pero que se fue “perdiendo”. El martes 17 de julio de 2001, una vagoneta de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (FELCN) transportaba 12 cajas con fusiles y ametralladoras desarmadas. Éstas salieron del Ejército para que sigan el mismo camino que un año atrás habían recorrido otros 40 fusiles Cetme y 10 fusiles FAL, o sea, el lote llegó a manos de traficantes. Todo esto se halla matriculado en el Comando Nacional y existe información bibliográfica de la época que confirma estos datos.

Montaño señala que hace cinco años, exactamente en 2003, el ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada adquirió otros 1.500 Cetme para armar a las fuerzas del orden tras la revuelta de febrero entre policías y militares. Sin embargo, dice el experto, actualmente no hay registros de este armamento.

La letra muerta del artículo 221 del Código Penal Militar establece: “Toda persona que con el uso de la fuerza y violencia de por medio se apodere de bienes muebles o valores de las FFAA, se le impondrá la sanción de uno a seis años de prisión en tiempo de paz y el doble en estado de guerra”. Sin embargo, en los hechos, comenta Montaño, no existen detenidos o sentenciados por la pérdida de pertrechos castrenses.

La extracción clandestina de armamento de una guarnición militar no sería difícil. “Cuando un automóvil sale de un cuartel se le hace una inspección ocular y, en algunos casos, se coloca un espejo debajo del vehículo. Si el que conduce es un coronel o un general, entonces no pasa la revisión de rutina, la del espejo. Además, las ametralladoras se fraccionan en más de 500 piezas y se las puede llevar hasta en una mochila”.

La violencia en las favelas

El lunes 17 de diciembre de 2007, un incauto Papa Noel pretendía descender del cielo con regalos a una favela de Río de Janeiro. El helicóptero en el que viajaba recibió dos balazos de fusil y el barbado tuvo que dejar los aires y acudió en automóvil al suburbio Baixa do Sapateiro para distribuir los regalos.

Entrar en un barrio de este tipo no es tarea sencilla. Los periodistas lo saben… aunque no todos. El miércoles 14 de mayo un periodista, un fotógrafo y un chofer del diario carioca O Día se infiltraron en la favela Batan para retratar su trajín diario. Los tres fueron descubiertos, golpeados y torturados.

Una investigación del periódico O´Globo en la favela Rocinha, que es la más grande de Río de Janeiro y que cobija a unas 100.000 almas, derivó en la muerte del periodista Tim López. Luego de que la investigación develara el tráfico de drogas en este vecindario, los otros miembros del equipo comunicacional fueron amenazados y tuvieron que ausentarse del país por un año.

Domingo ingresó al monstruo de la Rocinha. Hasta allí llegan los autobuses que van a la región de Cristovao. Hay canchas de fulbito, música atronadora que sale de los coches en movimiento o de algunos locales con las puertas abiertas. La gente camina blanqueando sus sonrisas y a cada paso parece que estuviera bailando. De acuerdo con datos provenientes de la Policía local, en sus entrañas hay 100.000 almas acostumbradas a la violencia.

Los carteles de la droga han hecho suyo el territorio. El lunes 2 de junio, 120 agentes de la Comisaría de Combate a las Drogas de la Policía Civil y 20 integrantes de la Policía Federal de Brasil se incautaron de 2,5 toneladas de marihuana y de 30 kilos de cocaína. La noticia en los medios locales determinó que la operación fue “sin enfrentamientos”.

En la ciudad carioca hay más de 600 favelas y algunas están separadas por un par de cuadras. El periodista paulista Carlos Henrique Fioravanti dice que las batallas entre los bandos que pueblan cada una de ellas se saldan con sangre. “Solamente por el hecho de pertenecer a una favela no puedes tener amigos en otra rival; ahí todos nacen enemigos”. Los ruidos de los balazos suelen ser una constante en estos sitios, lo cual se halla retratado en los hoyos que impregnan las paredes de los hogares que igual contienen graffiti coloridos.

Ante los ojos extranjeros, Río de Janeiro se vende como “La ciudad maravillosa”. Su playa está entre las tres más bellas del mundo. El brazo celeste del océano Atlántico es parte de su encanto. Ahí se erige el Cristo de Corcovado que, a veces, parece flotar encima de alguna nube. El Pan de Azúcar es una cima verde en el horizonte del mar y es otra de las atracciones visitadas por los turistas.

Sin embargo, el encanto carioca se desvanece al observar la pobreza que impera en las favelas. Las casas de estos barrios están edificadas en los cerros de Río y tienen la misma apariencia de una villa que se ve desde la hoyada paceña. El color del cemento se halla combinado con el verde de la naturaleza y se respira un aire puro que contrasta con su fama de muerte. En algunos suburbios incluso pintan las viviendas de un solo matiz, lo cual provoca un horizonte multicolor y caótico por los montes de la ciudad brasileña.

La Policía de Brasil dispuso de cuatro subentidades que luchan contra dos grandes grupos armados en las favelas de Río. Existe la unidad de operaciones especiales que se encarga de las incursiones armadas, otra de narcotráfico, una de armas y la última cumple con los “hechos de rutina”. Aparte se creó una Policía Civil que ingresa clandestinamente en estos barrios para efectuar investigaciones.

“Allá nos esperan para matarnos”, relata un jefe policial carioca que tiene unos dos metros de alto y que posee brazos como roble. Es el estereotipo de los agentes que operan en estos suburbios. Los uniformados entrevistados aseguran que hasta hace una década los rivales de las fuerzas del orden que habitan estos sitios se hallaban aliados al narcotráfico que produce la droga que es repartida a los ámbitos local y nacional; empero, hoy se han sumado grupos paramilitares que defienden el sitio a sangre y fuego y suelen estar compuestos por ex policías que imponen su orden.

El diputado brasileño Marcelo Ribeiro Freixo, en un informe confidencial de la Secretaría de Seguridad Regional, emitió el siguiente dato: las organizaciones paramilitares, también llamadas milicias, han desplazado a los traficantes de drogas en unas 171 favelas cariocas que antes pertenecían a los “narcos”.

“En la mayoría de las favelas hay disputas de los dos bandos por adueñarse del terreno, y cuando llegamos, ambos se unen para enfrentarnos”, dice otra fuente policial, y recalca que ingresar en estos lugares le toma a las fuerzas de élite unas cuatro horas de disputas y balaceras con los “criminosos”. Los militares y policías asisten armados hasta los dientes, usan pertrechos de guerra y las ráfagas de sus metralletas pueden derribar muros. Para los efectivos castrenses, éste es un ensayo preliminar: su Gobierno envía allí a sus tropas para entrenarlas antes de su partida a la Guerra Civil imperante en Haití.

¿Y qué usan los delincuentes para echar a los uniformados? Armas, armas de todos los calibres y tamaños. E incluso están las que son elaboradas en estos suburbios. Por ejemplo, la Policía Civil descubrió fábricas clandestinas de ametralladoras calibre 9 milímetros con silenciador en la zona Ferraz de Vasconcellos Grande, de la ciudad de Sao Paulo. En el barrio Vilar Carioca de Río de Janeiro, la División de Represión y Tráfico Ilícito de Armas (DRAE) halló otra empresa artesanal de armamento.

No obstante, establecen los agentes policiales, los “narcos” y “paras” igualmente se alimentan de pertrechos robados y traficados de naciones vecinas, sobre todo de los ejércitos de Brasil, Uruguay, Paraguay, Argentina y Bolivia. Según la Federación Nacional de Policías Federales, el 20 por ciento del material bélico que se halla en las favelas es de origen extranjero.

Lehky kulomet zb .30

El miércoles 17 de octubre de 2007 fue un mal día para los policías cariocas de operaciones especiales. Un helicóptero tenía en la mira a la Rocinha y mientras surcaba el aire fue alcanzado por la ráfaga de una metralleta. Los disparos mataron a un efectivo armado. La incursión terrestre tampoco fue limpia: un jefe policial recibió otra ráfaga cerca de su cuerpo y una bala le rozó la nuca; fue evacuado y estuvo al borde de la muerte.

Pero vivió para contar su historia y para darse cuenta de que las ametralladoras que dispararon contra él, y que mataron a su subordinado, eran las “punto 30”, aquellas que llegan hasta los barrios pobres provenientes de los cuarteles militares vecinos, sobre todo de las Fuerzas Armadas de Bolivia. Posteriormente, la Policía de Delegación de Represión de Armas determinó que este tipo de metralletas son hechas en Checoslovaquia y su nombre para los expertos es Lehky Kulomet ZB .30, que puede disparar 500 tiros por minuto y alcanzar blancos a 1.500 metros de distancia.

Nueve de éstas se encontraron en distintas incursiones armadas en los suburbios cariocas realizadas el domingo 3 de agosto de este año. Sin embargo, fue una noticia que ratificó la preocupación de los efectivos de Río de Janeiro, porque la cifra pasó a engrosar a las 10 metralletas decomisadas en 2007. Y según datos de la Agencia Brasileña de Inteligencia, en Bolivia se perdieron otros 40 pertrechos similares de una guarnición militar, las que habrían alimentado a los narcotraficantes y paramilitares de las favelas de esa ciudad.

“En las manos de traficantes, o no importa de quien, una metralleta .30 es extremadamente peligrosa. No solamente por su calibre, sino también porque dispara ráfagas constantes”, comentó a O´Globo el jefe de la División de Represión y Tráfico Ilícito de Armas de la Policía Civil, Carlos de Oliveira.

Sin embargo hay más datos reveladores otorgados por la DRAE y la Coordinadora de Recursos Especiales (CORE) a Domingo. Desde hace un par de años, el poder de destrucción de las ametralladoras “punto 30” es reemplazado de a poco por las “punto 50”, y los efectivos policiales están seguros de que éstas provienen igualmente del Ejército boliviano y sirven para la guerra no declarada en los suburbios.

Entre paréntesis, ambas armas forman parte histórica de la munición de las Fuerzas Armadas de Bolivia. Por ejemplo, las primeras fueron obtenidas durante la Guerra del Chaco (1932-1935); en tanto que las segundas llegaron al país años después. Hay también registros de periódicos nacionales que las muestran en acción durante la década del 70. No se conoce con exactitud el número de ejemplares que llegó al país; pero sí de su presencia.

Vinicius Domingues Cavalcante es el nombre de un consultor de seguridad brasileño con estudios en la American Society for Industrial Security (Sociedad Americana para la Seguridad Industrial). Vive estudiando el material bélico de los ejércitos de la región y realizó una serie de diagnósticos sobre las armas presentes en las favelas. Según él, las “preferidas” por los “narcos” y “paras” son las bolivianas por dos razones: su poder de destrucción y la facilidad para acceder a ellas.

Las municiones halladas hasta el momento, manifiesta el experto, son sólo la punta de un iceberg cuyos efectos están silenciados, incluso en Brasil. “Hoy, infelizmente, se ha encontrado una gran cantidad de armas bolivianas en poder de los criminales de nuestra ciudad (Río de Janeiro)”.

Más aún, Domingues sostiene que en el listado de pertrechos traficados a las bandas organizadas de los barrios pobres de su nación desde Bolivia hay dos que son de temer, y cuyos sellos son borrados para evitar el reconocimiento del lugar de origen.

“Las armas de procedencia americana (Browning, refrigeradas a aire) y checoslovaca (ZB-ZV con cargador acoplado a la parte superior de la metralleta) presentan blasones o marcas bolivianas o tuvieron sus datos raspados para dificultar el rastreo. El calibre de tales armas es el 30-06 o 7,62×63 (proyectil: entre 9,7 gramos a 11,7 gramos o 150–180 gramos. Velocidad del proyectil en la boca del caño: 884 metros por segundo (bala de 9,7 gramos) y 792 metros por segundo (bala de 11,7 gramos). El alcance máximo del tiro es de más de dos kilómetros y la energía de los proyectiles es de la orden de casi 400 kilogramos, lo que confiere una capacidad superior de penetración de blindajes y un alcance superior a la munición del fusil patrón del Ejército brasileño, el FAL (Fusil Automático Liviano), en el calibre 7,62NATO o 7,62×51”.

¿Y cuál es la ruta que siguen estas armas para llegar a tierras brasileñas? Las fuentes policiales consultadas señalan que la Agencia Brasileña de Inteligencia ya identificó el circuito clandestino que inicia en los países vecinos y se instala en Río de Janeiro. El que involucra a Bolivia, comienza en los cuarteles locales y traspasa la frontera con Paraguay.

El Gran Cuartel de Miraflores es el epicentro de las reservas bélicas de las Fuerzas Armadas bolivianas. Montaño retoma su relato y ratifica que no sería tan difícil el contrabando de armas desde ese sitio. Cualquier persona que intente ingresar allí, debe presentar su documento de identificación, explicar las razones de su visita y responder a cabalidad un cuestionario de rutina. Al salir, la burocracia se repite, con un añadido: se requisan mochilas, paquetes y otros bultos. Por ello, se presume que nadie entra o sale portando algún pertrecho militar. No obstante, se debe tomar en cuenta que las ametralladoras pueden partir fraccionadas del fortín castrense. “Cada una pesa unos 35 kilos, pero sus partes pueden ser llevadas hasta en maletines y con una serie de escalas”.

Los informes de los efectivos brasileños no ahondan en cómo estas armas salen de las guarniciones bolivianas. Para ellos bastan las pruebas de que varias fueron encontradas en las favelas y que tuvieron como ruta de paso al Paraguay. En 2001 se manejó esta hipótesis, luego de que en julio se interceptara una camioneta con drogas en la frontera, que además transportaba 60 fusiles FAL y dos ametralladoras “punto 50” con sellos del Ejército boliviano. El 23 de julio de ese año, el periódico de Asunción ABC Color informó en un reportaje que lo confiscado tiene como destino final los suburbios de Río de Janeiro.

¿Y cuáles son las ventajas que ofrece Paraguay para este tráfico? El precio. Montaño sostiene que en esa nación un arma puede costar hasta seis veces más su precio de compra tras la salida de un cuartel. Domingues establece que en un informe anterior determinó que una ametralladora “punto 30” en el “mercado negro” paraguayo cuesta 21.000 dólares. Además, éste recibe pertrechos robados en recintos militares de otros países. Todo esto fue confirmado por las oficinas de Inteligencia brasileñas.

En su intención de transitar de Bolivia a Brasil, los traficantes suelen llevar las municiones vía terrestre desde La Paz hacia Cochabamba, Santa Cruz y finalmente Tarija. La escala siguiente es Asunción, la capital paraguaya. De ahí contratan generalmente una avioneta para llegar a territorio brasileña, aunque hay otros delincuentes que prefieren transitar la carretera y el punto intermedio de ingreso es Foz de Iguazú, en Brasil.

Las fronteras que emplea el tráfico de armas son las mismas del narcotráfico. Un reciente hallazgo de la Policía de Río de Janiero apunta a la favela Nova Holanda, donde también se hallaron armas con el escudo boliviano. Hace un par de meses, en la zona fue descubierto un bus de transporte público que llevaba 40 pistolas, nueve fusiles, una ametralladora “punto 30” (del Ejército boliviano) y 16.900 cartuchos de diversos calibres. Todo iba en el tanque de gasolina del vehículo junto a un cargamento de droga.

No obstante, el destino de estos pertrechos no siempre apuntaba al Brasil. Antes, relatan las fuentes policiales, el “mercado armamentista” estaba compartido entre Perú, por la presencia de las guerrillas Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Katari, y Colombia, fundamentalmente por los actos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y otros grupos paramilitares.

Actualmente, el conflicto que rige en las favelas ha provocado este escenario violento que tiene como protagonista a la nación más grande de Sudamérica; aunque México es igual asediado por el tráfico de armas pequeñas y ligeras para los delincuentes, un comercio ilegal que genera, de acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo, entre 2.000 y 10.000 millones de dólares al año.

Silencio en bolivia

Los jefes policiales de Brasil están seguros de que el origen de una de las aristas del tráfico de armas a su país está en las guarniciones castrenses de Bolivia. Y aparte están los sellos de varias de las decomisadas. En agosto pasado, cuando estalló este problema, se derivó la investigación a una comisión de investigación binacional. El ministro de Defensa, Walker San Miguel, pidió informes pormenorizadas a la diplomacia boliviana en Brasil; pero a cuenta recibió el reportaje del periódico O´Globo que denunciaba el hecho.

Se decidió averiguar al más alto nivel. Ha pasado más de un mes, pero no hay ningún dato esclarecedor al respecto. La entidad encargada de las pesquisas no tiene informes públicos y las fuentes oficiales en Bolivia decidieron no responder a los cuestionarios de Domingo sobre las revelaciones de la Policía brasileña. Por ejemplo, en el Ministerio de Defensa indicaron que la voz autorizada para hablar del asunto era San Miguel, empero, no pudo atender a la revista durante tres semanas. Se envió una carta al comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, Luis Trigo Antelo, para que emita su contraparte, y no hubo respuesta alguna.

Hasta ahora, explica Montaño, las investigaciones militares sobre el tráfico de armas no ha dado resultados. En 2001 se pidió el esclarecimiento de los pertrechos desviados del Gran Cuartel de Miraflores a Paraguay y la sanción a los culpables. Pero no sucedió nada. El Tribunal Militar, dependiente de las Fuerzas Armadas, anunció en agosto de 2004 que ocho militares fueron detenidos por hurto y tráfico de armamento. Éstos fueron remitidos a cárceles castrenses; sin embargo, ellos ya están en libertad.

Montaño dispara contra el sistema de justicia militar. “Usted ve que los conscriptos que pierden sus armas son castigados duramente por los superiores; pero nadie dice nada cuando se le pierde armamento a una entidad que depende de un coronel o un general”. Pone como ejemplo a Chile. “Cuando en ese país se pierde un arma, van a la cárcel los soldados responsables y los jefes, sin ninguna discriminación de los responsables”. En la nación vecina hay el registro de tan sólo dos armas perdidas en la gestión pasada, y los afectados están tras las rejas.

En Bolivia, dice el experto, tampoco existe un registro de las armas extraviadas en los cuarteles de las Fuerzas Armadas.

Hace dos años, Joao, que es el nombre ficticio del niño que vive en las favelas de Río de Janeiro, le vendió su arma a Tyndaro Meneses; pero antes le dijo que quería disparar una ametralladora de verdad. Quizás él vio en algún momento una metralleta gigante con un metro y medio de largo y unos 35 kilos. De ésas que son capaces de derribar helicópteros en pleno vuelo y que tienen el sello del Ejército boliviano.

Los informes de Inteligencia brasileños determinan que la ruta del tráfico de armas bolivianas hacia Brasil cruza la frontera de Bolivia y Paraguay para llegar a Fos Iguazú y aterrizar en las favelas de Río de Janeiro

La ametralladora Lehky Kulomet ZB .30 es checoslovaca, dispara 500 tiros por minuto que alcanzan 1.500 metros de distancia. Los policías brasileños tienen datos de que 40 de estas armas desaparecieron de un cuartel boliviano

El experto Vinicius Domingues Cavalcante estableció que en el “mercado negro” paraguayo una metralleta ZB .30 se cotiza en 21.000 dólares e incluso se borran sus sellos en la culata para no descubrir el Ejército de su procedencia

FOTOS • O’Globo y Erick Ortega