Acaso es un delito ser rico

El Mundo. El Director.



La frase nace como estribillo de una activista del MAS que reclamó por la demolición de las casas de La Comarca y ella entre “lagrimas” decía “acaso es un delito ser pobre”, suficiente eslogan para que el gobierno la use en spot televisivo y la repitan hasta el cansancio, en la pagina de Abi (órgano oficial de comunicación) se lee: “Un desgarrador testimonio de una mujer indígena de 44 años de nombre Rosa que sobrevivió milagrosamente a la masacre de campesinos del 11 de septiembre relató momentos muy dolorosos de esa jornada sangrienta en un poblado de Pando y con una evidente impotencia y resignación preguntó ¿acaso es delito ser pobre, por qué han matado hermanos campesinos con tanto odio?”.

En pocas palabras esta es la frase a la que de hoy en adelante nos acostumbrará el gobierno para justificar lo injustificable: la violación permanente de la ley y la constitución vigente. Esta situación me obliga a responderle de la misma manera ¿acaso es un delito ser Rico?, ¿acaso es un delito haber trabajado, haber producido, haberse sacrificado para heredar a sus hijos?, ¿acaso es un delito que los Menonitas (religiosos Canadienses que viven en el país desde la década del 50) trabajen la tierra y oren a Dios para que hoy cuatro ateos les quiten el fruto de su trabajo?, ¿acaso es un delito que el Señor Larsen luego de haber trabajado 40 años en su país venga a Bolivia, haga familia eligiendo Bolivia como cuna para sus hijos, y eche raíces invirtiendo en tierras para que su propiedad sea asaltada por un falso profeta que señala que vio esclavos?, ¿acaso es un delito que la familia Malpartida trabaje en la tierra y haga queso para hacer estudiar a sus nietos para que lleguen los militares y le asalten la propiedad?, ¿acaso es un de delito que Branko herede el patrimonio de un hombre honrado como fue don Silvio para que hoy lo tengan en la lista para quitarle su trabajo?, y así se puede llenar las paginas para describir el resentimiento enfermizo de los que solo el odio al esfuerzo y al trabajo los hace tan miserables.

No hablo de esos ricos que usaron el estado para serlo, de los del pasado y los de hoy, no hablo del profesor rural que ganaba Bs. 600 y hoy es Presidente de YPFB y se compró la casa más lujosa del país que pertenecía a la familia Bedoya, no hablo de los delincuentes de cuello blanco que robaron en el banco de la unión, en el banco Bidesa y con el fruto de sus delito construyeron una cooperativa para robarle a los pobres con la complicidad del silencio oficial y la impunidad que les da el poder, no hablo de los nuevos ricos que con la desesperación de buscar un pasaporte enriquecieron a un miserable funcionario del gobierno, no hablo de los nuevos ricos que trajo la nacionalización con el contrabando y la venta en el mercado negro del diesel, no hablo de los nuevos ricos de esos que desde un ministerio reciben los “tocos” (palabra con la que se describe la coima mensual) de la aduana, no hablo del concejal que se enriquece con lo que recibe de la bimodal y le da para repartir a su partido, a la derecha y la izquierda, no hablo de esos que ya están condenados por el dedo acusador de los hombres de bien.

En el prólogo de mi primer libro a pocos días que nació mi hija escribí “Si alguna vez me ven rico, con bienes que no pueda justificar, derrochando lo que no tengo, les pido que sospechen de mi y de lo mío y el día que aparezca con cualquier fortuna les pido que me rechacen, que los míos no me miren a los ojos porque no podría sostener la mirada”; hoy a más de 20 años de esa frase les digo: estoy en las mismas condiciones de aquella vez y para evitar accidentes y que la fortuna me sorprenda en alguna esquina no compro lotería alguna.