El mayor triunfo del MAS

Los Tiempos

Editorial



Haber logrado que la oposición no sólo acepte como algo inevitable e incluso deseable que eso ocurra, sino que se sienta orgullosa de contribuir a ello, es el mayor triunfo del MAS

Dando por hecho su triunfo en el referéndum convocado para el 25 de enero próximo, el Movimiento al Socialismo se ha puesto a trabajar arduamente en la redacción de las leyes con las cuales quiere instaurar en Bolivia de un régimen “comunitario”, término acuñado para referirse a la novedosa fusión entre el socialismo clásico y el indigenismo de nuevo cuño.

El proceso se desarrolla paralelamente en dos fases: la sistemática destrucción de la institucionalidad republicana, y su sustitución por una nueva, una en la que todo el andamiaje legal esté plenamente al servicio del nuevo Estado.

La primera fase se puso en marcha desde el día mismo en que el MAS asumió el gobierno, pero todavía no, según sus propios términos, el poder total. Así logró, recurriendo a mecanismos ilegales, como las acciones de hecho, neutralizar al Poder Legislativo, iniciativa que le fue extraordinariamente facilitada por la pusilanimidad de los parlamentarios de la oposición, quienes entre ingenua y maliciosamente, se prestaron al juego.

Es tan contundente el éxito que el oficialismo obtuvo en ese empeño, que la redacción de las nuevas leyes que completarán su proyecto de Constitución, no ha sido asignada a los legisladores, como debería ser en un régimen republicano, sino al que en los hechos ha asumido ese rol, el Consejo Nacional por el Cambio, Conalcam. Se anticipa, así, lo que será la futura Asamblea Nacional Plurinacional.

No fue hasta ahora, en cambio, igual de exitosa la labor destructiva del Poder Judicial. El MAS logró destruir el Tribunal Constitucional, con lo que dejó el camino despejado para obviar cuanto límite impone a sus arbitrarios actos la Constitución Política del Estado. Pero fracasó en su objetivo de someter a su voluntad a la Corte Suprema de Justicia. Sin embargo, por lo visto, no se detendrá. La decisión es que no quede nada en pie, de modo que el nuevo Estado se erija sobre un cúmulo de escombros del que está muriendo.

Todos esos son notables avances que el MAS se anota en su camino hacia el control absoluto del poder, aunque ninguno de ellos se puede comparar con el de mayor resonancia: haber logrado que la oposición no sólo acepte como algo inevitable e inclusive deseable que eso ocurra, sino que además, se sienta orgullosa de contribuir a ello.

El entusiasmo con que lo poco que queda de la oposición política, Podemos y UN, hace campaña a favor del proyecto de Constitución del MAS, ante la tolerante mirada de quienes en algún momento les confiaron la tarea de representarlos, es el más significativo triunfo del oficialismo; es la consumación de la derrota de un país que en algún momento creyó en la necesidad y conveniencia de vivir en democracia, con libertad política y económica.