Evo aprende que EEUU no es el Chapare

El Presidente provoca dolores de cabeza a los pobres funcionarios de la embajada boliviana en EEUU.

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Chávez manda, Evo Cumple, dice una pancarta de residentes bolivianos en Washington que protestaron contra el mandatario frente a la OEA.*



 

La visita que está realizando el presidente Evo Morales a los Estados Unidos tendrá como primera e inmediata consecuencia la urgencia de brindar atención neurológica al embajador ante la OEA , Reynaldo Cuadros y a la primera secretaria de la legación boliviana en ese país, Virginia Ayllón, quienes están virtualmente al borde de un ataque de nervios por los permanentes deslices en que incurre el mandatario boliviano.

Ocurre que Evo quiere comportarse como cuando llega al trópico cochabambino para reunirse con sus compañeros cocaleros y se olvida que tanto la ONU , la OEA como los propios Estados Unidos tienen ciertas normas que deben cumplir los mandatarios extranjeros en visita.

Está claro también que a Evo le interesan un comino dichas normas porque si alguien se atreve a reconvenirlo el responderá de inmediato calificándolo de “racista”, “discriminador” o ambos, agudos e incontrastables anatemas que sin embargo, cada vez le están dando menos resultados.

Resulta que el viaje, desde el principio, tuvo sus problemitas ya que no es cuestión de hacer maletas en unos minutos, subir al avión y llegar a donde no se lo espera. Existe todo un procedimiento que señala que la visita debe ser anunciada con cierta antelación al organismo internacional y al país sede, en este caso Estados Unidos.

Solucionar sobre la marcha estos aspectos fueron los primeros problemas que tuvieron que solucionar Ayllón y Cuadros. A este último, ni su paciencia adquirida en los ejercicios habituales que realiza como miembro de los Hare Krishna, lo ayudaron a calmar los nervios.

Es que las exigencias de Evo Morales resultaron más que exorbitantes ya que pretendía una cobertura de prensa a sus declaraciones en una magnitud que no se suele dar ni al Papa. De igual forma exigió que se le organice entrevistas con los líderes del Congreso, los cuales, evidentemente no estaban muy dispuestos a escuchar el machacón “lamento boliviano” del que Evo es permanentemente portador.

Pero la cosa resultó realmente complicada cuando se le ocurrió reunirse con el presidente electo de los Estados Unidos, Barack Obama. A duras penas se le hizo comprender que ni siquiera se debía hacer la solicitud ya que esta seguramente sería rechazada lo cual constituiría un desaire difícil de explicar y además, en este caso, sería complicado replicar con el usual calificativo de racista o discriminador.

Por otra parte, resulta evidente que le resultó difícil y hasta infructuoso vender su imagen de conductor de un proceso de cambio en democracia. Es que los miembros de los principales foros mundial y continental no son tontos y están perfectamente al tanto de los muertos que ha ocasionado la aprobación de la constitución masista, de la existencia de detenidos sin que se les haya iniciado un proceso judicial formal y de la existencia de decenas de confinados.

En consecuencia, tímidos y corteses aplausos, fueron la respuesta a la intervención en la ONU de un Evo Morales que repitió las mismas frases hechas y los mismos lugares comunes.

Que diferencia con aquel discurso que pronunció Salvador Allende en diciembre de 1972 ante la ONU. “Vengo de Chile, un país pequeño, pero donde hoy cualquier ciudadano es libre de expresarse como mejor prefiera, de irrestricta tolerancia cultural, religiosa e ideológica, donde la discriminación racial no tiene cabida. Un país con un Parlamento de actividad ininterrumpida desde su creación hace 160 años, donde los tribunales de justicia son independientes del Ejecutivo, en que desde 1833 sólo una vez se ha cambiado la carta constitucional, sin que ésta prácticamente jamás haya dejado de ser aplicada”, dijo Allende en esa oportunidad en un discurso luego del cual fue aplaudido de pie por más de diez minutos por los asistentes al foro.