Incierto futuro de la lucha antinarcóticos

El Deber

Editorial



Diversos factores determinan el carácter internacional de la lucha antinarcóticos. Acaso el principal de ellos sea referente al hecho de que poderosas mafias manejan el infame negocio de la droga. Lo hacen a través de redes que controlan el contrabando de ilícitos hacia los mercados de consumo, con puntas de origen en los países productores y terminales en los de consumo.

Los casos más notables de tan repudiable estructura delictiva, en lo que hace a nuestro continente, son los de México y Colombia. Los cárteles del norte del país azteca surten al mercado norteamericano de estupefacientes. Sus conexiones de ida, en busca de la droga pasan por Ecuador, Perú y Bolivia. El camino de retorno, con toneladas de droga que introducir en Estados Unidos, países europeos y asiáticos, es sumamente sinuoso: de Perú a Bolivia y luego hacia Brasil; de nuestro territorio a Paraguay, pero también a Brasil e inclusive hacia Argentina o Chile. Estos grandes rodeos apuntan al Atlántico o al Pacífico, rumbo al Caribe, antesala del mercado norteamericano o a Europa, vía España, generalmente.

Una circunstancia específica determina que la lucha antinarcóticos en Bolivia sea mucho más difícil y compleja todavía que en otros países del continente. Entre nosotros no existen grandes mafias que se delaten así mismas por las ostentaciones de riqueza que siempre les caracteriza, sino una multitud de aparentemente humildes clanes familiares (uno de estos últimos, de filiación masista, fue sorprendido con las manos en la masa, no hace mucho, en Chapare) dedicados tanto a la producción como a la exportación clandestina de cocaína. Son ellos tan numerosos y se hallan tan bien dispersados en casi todos los departamentos del país (muchos en El Alto y zonas rurales del Altiplano), que casi no ofrecen pistas sobre sus conexiones con los intermediarios de las bandas extranjeras y sus vínculos con sus proveedores de materia prima del subtrópico cochabambino.

De ahí que asuma gran importancia estratégica la coordinación internacional en la lucha contra el narcotráfico, coordinación dentro de la cual la información tiene carácter estelar para lo preventivo y represivo. El narcotráfico daña por igual a países consumidores como productores. Ésta es la razón por la cual los primeros se hallen obligados a cooperar a los segundos con asistencia técnica, financiera e infraestructura. A ningún país productor de droga le cabe prescindir de esta ayuda. Si lo hace, como está ocurriendo ahora en Bolivia, se queda al descampado, incapaz de seguir luchando contra el mal con resultados positivos. A la larga, lo único que conseguirá es que Bolivia se convierta en terreno fértil en el cual el narcotráfico haga cuanto le venga en gana, desportillando gravemente la imagen del país ante la comunidad internacional…

Definitivamente, es totalmente incierto el futuro inmediato de la lucha antinarcóticos en Bolivia.