La crisis acaba con el boom de la economía boliviana

Se terminó la época de las vacas gordas.

YPFB de rehén a prisionero. Nacionalizar es fácil, administrar es difícil.

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La espera. Cientos de vehículos forman largas filas en algunos surtidores para abastecerse de diésel. Esta situación es frecuente en el oriente del país. (foto archivo, El Deber)

Análisis de los expertos Armando Morales y Carlos Miranda Pacheco

La Razón

Todavía recuerdo cuando el Vicepresidente señalaba que el gobierno del MAS había dado “cátedra” sobre el manejo macroeconómico del país, a todos quienes habían sido responsables del manejo macroeconómico en los gobiernos que les precedieron, cuando se refería, tanto sobre el volumen de reservas internacionales que posee el país, nunca antes alcanzado, como sobre la presencia inusual del superávit fiscal. Nadie se percató que Bolivia estaba viviendo un “boom” económico proveniente del exterior, y lo que el Vicepresidente indicaba, como resultados de una “exitosa” gestión macroeconómica, simplemente era la lógica consecuencia del “boom”, y que como tal siempre es pasajero.

El “boom” comenzó el 2005 con un incremento, tanto del valor de las exportaciones como de las importaciones bolivianas y que se vio acelerado durante el 2008. Se debe recordar que en el informe semestral sobre el comportamiento de la economía latinoamericana, para el año 2008, la CEPAL destacó que Bolivia ocupaba el primer lugar en la región en cuando a la expansión de sus exportaciones con un ritmo anual del 54%, el doble a su inmediato seguidor, Venezuela, que lo estaba haciendo al 28%.

Si comparamos el valor anualizado de las exportaciones, para el 2008, que está en el orden de los 6.600 millones de dólares, con el correspondiente al 2002, se debe decir que son cinco veces más. Este boom exportador permitió también un incremento de las importaciones, aunque no en la misma proporción, lo que ha permitido que en los últimos años nos beneficiemos de superávits comerciales inusuales. Hasta septiembre de este año estamos con un superávit de 1.500 millones de dólares. Aun con este resultado, las importaciones se han incrementado como nunca lo hizo el país en toda su historia, hasta alcanzar un ritmo anual de expansión del 50%.

Tan favorable panorama externo explica el buen comportamiento de la economía boliviana, a partir del 2006, con tasas de crecimiento del PIB del 4,5% anual y que subieron hasta ubicarse, este año, en una tasa anualizada del 6,1%, cuando su tasa potencial de expansión sostenida, a lo mucho, está en 4% anual.

El boom exportador se debió, fundamentalmente, a incrementos altamente importantes de los precios de los commodities que Bolivia vende al mundo, en particular gas, minerales y soya. El precio del gas, que se vende al Brasil, adquirió un gran incremento como resultado —y arrastrado— por los exorbitantes precios de los hidrocarburos que alcanzaron en el mundo, principalmente en este año, en que en un día llegó hasta $us 147 el barril (crude oil Brent) y, en promedio, durante el mes de julio llegó a $us 134 cuando, también en promedio, al año 2006 estuvo en $us 65. El precio del zinc llegó, a fines del 2006, a cotizarse la libra fina casi en dos dólares cuando para fines del 2003 estaba en 44 centavos de dólar. El estaño llegó en promedio, a 10,5 $us durante el mes de julio del 2008, cuando a fines del 2003 estaba en 2,7. El precio de la soya llegó a costar 651 $us la tonelada métrica, en julio de este año, cuando en promedio el 2006 estuvo en 269.

Muchos analistas atribuyeron estos incrementos de precios al auge de las economías China e India. Se decía que como consecuencia de sus vertiginosos crecimientos se había incrementado sustancialmente la demanda real de commodities en el mundo, y no así la oferta. Hoy, se sabe que esta es una explicación muy parcial del hecho. La verdadera explicación de la explosión en los precios de estos productos es que se vivió una inflación de precios de los activos financieros desde el 2005 en adelante. Hay una variedad de índices que miden el comportamiento de los precios de los activos financieros en los diferentes mercados financieros de los países del mundo, pero el más importante, por su sencillez y robustez, es el Dow Jones del legendario Wall Street. Este indicador había llegado a su techo de crecimiento en octubre del 2007, aunque su tasa de expansión comenzó a desacelerarse a partir ya del mes de agosto. A partir de este momento, mes tras mes, el Índice Dow Jones cayó vertiginosamente hasta la llegada del “octubre negro” de este año, donde se observa una tasa negativa del 34 por ciento con relación al nivel de precios del mismo mes correspondiente al año 2007. Hoy, una acción de cualquiera de las treinta más grandes y exitosas empresas de los EEUU, en términos nominales y en promedio, equivale sólo al 94% de lo que valía a diciembre de 1998, o también el 62% de lo que valía hace un año atrás, cuando llegó a su nivel más alto.

La gente se preguntará y, ¿qué tiene que ver el comportamiento de este indicador del precio de acciones de las más importantes empresas de los EEUU con los precios de los commodities? Mucho, porque hay correlación. El asunto es que los commodities o materias primas se transan al momento o para el futuro en bolsas de valores. Y los precios que se determinan en estos mercados son los que rigen para cualquier comprador y vendedor en el mundo. En otras palabras, los inversionistas financieros, que captan los ahorros de la gente, colocan dichos recursos en títulos valor que representan todo tipo de mercancías y en particular commodities.

Lo destacable es que, en algunos casos, las expansiones de precios de estos activos financieros alcanzan proporciones desmedidas. Así por ejemplo, mientras el Dow Jones alcanzó un nivel del 51% más a octubre del año 2007 con relación a diciembre de 1998, un índice de precios de minerales alcanzó al 322% más en marzo de este año con relación a diciembre de 1998. Claramente se observa que la inflación de precios de activos financieros vinculados a los minerales se disparó mucho más que el de las acciones de empresas poderosas.

Los primeros síntomas de la grave crisis financiera que vive EEUU ya se presentaron durante el 2007 cuando se detectaron préstamos hipotecarios para la vivienda que habían sido titularizados y que entraron en mora. Las Bolsas de valores tomaron muy en cuenta este hecho cuando para el último trimestre de ese año comenzaron a bajar sus precios y esto se trasladó a todos los commodities. El precio del petróleo que había alcanzado, en promedio, a $us 133 en julio de este año, hoy, está cerca de los 50 $us. El zinc, que llegó a los dos dólares, hoy está en 50 centavos; el estaño que estuvo en más de 10 hoy está en el orden de 6. La soya que llegó a cotizarse, en promedio, a $us 651 la tonelada métrica en el mes de julio de este año, hoy está en $us 396. Y todos los indicadores señalan que estos precios pueden seguir cayendo más.

La caída de estos precios es catastrófica no para los países desarrollados, pero sí como para países como Bolivia que viven de producir materias primas. La economía real norteamericana y las economías europeas, que se están desacelerando, podrán tener, incluso, un mal año 2009, pero son economías poderosas y muy diversificadas y superarán la crisis. En cambio para Bolivia representa casi todo. La vertiginosa caída de los commodities, y que puede continuar, será desastrosa para Bolivia, porque caerá fuertemente el valor de sus exportaciones y con ello las importaciones. El “boom” fiscal, que está mostrando el Estado boliviano, terminará, con el agravante de su adicción a los volátiles ingresos provenientes de la actividad hidrocarburífera, producto a su vez de la especulación de precios en el mundo, que abruptamente está terminando. El “boom” fiscal es el que explica la presencia de inusuales superávits fiscales en estos últimos años, los mismos que desaparecerán, mientras la expansión del gasto público, en el cual ha incurrido este Gobierno, se tornará inflexible a la baja. Por tanto, retornaremos a lo que siempre fuimos, un Estado deficitario que gasta por encima a su capacidad de recaudación de ingresos. El boom económico que todavía Bolivia está viviendo le ha permitido acumular un monto destacado de reservas internacionales, le ha permitido hacer ahorros importantes al sector fiscal, gran parte perteneciente a YPFB, el mismo que desaparecerá cuando haga realidad parte de las inversiones millonarias que viene prometiendo realizar en el campo hidrocarburífero. Sin embargo, estos recursos y los que mantiene el Ejecutivo le pueden permitir amortiguar los efectos perniciosos de la crisis internacional durante el 2009. Y como es un año electoral, por lo que el Gobierno tiene que asegurar la reelección del presidente Evo Morales, gastará todo el ahorro acumulado por el sector público en estos años —y más— para retornar a la conocida historia del déficit fiscal crónico. También disminuirán las reservas internacionales, aunque nadie sabe hasta qué punto. En definitiva, todos estos hechos se concretarán en una disminución significativa del crecimiento económico del país, de ahora en adelante, si es que no se ingresa en una clara recesión, particularmente, durante el año 2010.

Armando Morales, fue presidente del Banco Central de Bolivia.

 

YPFB de rehén a prisionero

Nacionalizar es fácil, administrar es difícil

Carlos Miranda Pacheco

A las fuerzas que prometían la liberación de las compañías transnacionales se les repitió que nacionalizar es fácil, que lo difícil es administrar lo nacionalizado. Para nacionalizar basta un decreto. Administrar la industria requiere conocimiento, experiencia y honestidad, que en el pasado había sido logrado por YPFB.

Como los MAS iluminados que manejan el país no aceptan esos razonamientos, creyeron que con el despliegue mediático de la supuesta nacionalización, la capacidad de manejo de la industria venía por arte de magia.

Así llegó la Ley 3058, antesala de la nacionalización. Ley que despojó a YPFB de la única fuente de fondos que tenía en el 6% del valor de la producción de gas y petróleo, conforme mandaba la Ley 1689 abolida.

Cuando YPFB estaba en bancarrota, se promulgó el D. S. 28701, poniendo en marcha la nacionalización. Parece que los gobernantes tuvieron un momento de lucidez tardía e impusieron el famoso 32% adicional a la producción de San Alberto, Sábalo y Margarita a favor de YPFB, mientras se negociaban nuevos contratos. Inmediatamente saltó la voracidad del Gobierno, estableciendo el Bono Juancito Pinto a ser pagado con esos ingresos, los únicos de YPFB a ese momento. Esa lucidez se apagó estableciendo un fideicomiso a los fondos sobrantes de la dentellada del Juancito Pinto.

La firma de los nuevos contratos, Contratos de Operación, fue justificada, la participación nacional llegaría del 80% al 95% del total de ingresos de cualquiera de las compañías. Como la tributación es del 50% de los ingresos, el exceso de ese porcentaje que debía ser del 30 a 45%, sería para YPFB. Lo único que se olvidaron mencionar es que antes que algún ingreso llegue a YPFB la contratista tiene derecho a resarcirse de todos sus gastos y que los contratos contemplan que cualquier empresa puede pedir, hasta el 50% restante de los ingresos después de haber pagado el IDH. En otras palabras, 50% como IDH y hasta 50% para la contratista, el saldo para YPFB.

La firma de contratos dio sensación de alivio el 2007. Como la industria ha estado perdiendo su inercia desde el 2004. Los efectos ahora son notorios, falta gas para consumo interno, el diesel importado no cierra la brecha oferta-demanda, la escasez de GLP es crónica y falta gasolina. La respuesta: falta de actividad, más pozos y otras inversiones, por las compañías que firmaron Contratos de Operación. Poco a poco se puso en evidencia que las compañías no están obligadas a realizar inversiones. El Ejecutivo ha lanzado amenazas, pero las compañías no se inmutan, es más, reclaman que YPFB les debe grandes sumas por gastos de operación no reembolsados (cerca de $US 300 millones), que el contrato de exportación de gas con la Argentina no es de fiar en la capacidad de pago de Enarsa, y finalmente que la nueva Constitución a ser aprobada, si se cumplen los deseos del Gobierno, les crea mucha inseguridad. Resultado neto, YPFB no puede reactivar el sector porque no puede forzar a las compañías. YPFB pasó a ser rehén de las compañías a través de sus contratos.

Los estrategas de la política energética tratan de distraer la atención con: los contratos con PDVSA, la empresa iraní NIOC, la rusa Gazprom, la china CNPC. Ojalá todas tengan éxito y no queden como un cuento chino como con la compañía china Sinopec.

La demanda sube. YPFB no puede ampliar la producción. Quizás las petroleras nos expoliaban, pero no faltaba producción. Ahora hemos recuperado nuestros recursos, pero no tenemos productos y no podemos cumplir nuestros compromisos de exportación, justo cuando haya buenos precios. Esa reflexión política peligrosa no debe dejarse crecer, opinan los grandes estrategas políticos, por lo tanto, se debe modificar la Ley de Hidrocarburos para que YPFB disponga de fondos para sus extraños proyectos: activar más de 100 pozos en desuso, adquirir cientos de cisternas para importar diesel y contratar a la brevedad la construcción de una planta de GLP. Pero los estrategas políticos del Gobierno tienen otra visión. La Constitución a ser aprobada, mantiene que todos los ingresos por la producción de hidrocarburos pertenecen al Estado (léase Gobierno), el cual dispondrá de estos fondos de acuerdo a su mejor criterio. Como prueba de lo anterior, piensa inscribir en el presupuesto del 2009, $US 1.400 millones para YPFB. La magnitud de esa caridad es tan grande que se debe desconfiar del Santo. El Gobierno está sentando el principio que YPFB dependerá del Tesoro y no tendrá ingresos propios. Qué triste recorrido del YPFB refundado, de rehén de sus contratistas a prisionero del Gobierno de turno. Creo que no es lo uno ni lo otro, sino que la empresa estatal es víctima de la ineptitud gubernamental.

Carlos Miranda, es experto en temas energéticos.