La política de la infamia y el castigo

Susana Seleme Antelo

Esa es la que prima en la Bolivia del MAS. La política de la infamia y la venganza contra la oposición y la pluralidad políticas, atributos esenciales de la democracia moderna. Claro que ya se sabe que el partido de gobierno y sus hombres, son cualquier cosa menos demócratas. La usaron y ahora al traste con ella, aunque atosiguen al país de referendos y elecciones para hacer creer al mundo que aquí hay democracia, como si la democracia fuera sólo un método sin contenidos ni valores.



En los hechos, este gobierno es lo más parecido al espanto de los fundamentalismos de todos los tiempos, de aquellos que han hecho y hacen del castigo físico, mental, social y moral su mejor arma de combate contra el adversario político. El comportamiento de los hombres del MAS me recuerda a las Guerras Púnicas. Púnice era el nombre que los romanos daban a los cartagineses, provenientes de los fenicios, y de ahí proviene la palabra punición, que no es otra cosa que castigo. Aquellas eran guerras de conquista. Como la conquista política, social y territorial -incluidos los hidrocarburos- que hace el MAS en el Oriente y en el Sur de Bolivia. Frente a sus rebeldías autonomistas y contestatarias, la punición, la infamia y el castigo ‘ejemplificador’.

Una alevosa medida punitiva le impusieron a Leopoldo Fernández, a los confinados, actuales presos de Pando, incluida una policía mujer. Lo están haciendo con dirigentes cívicos tarijeños, detenidos con hombres encapuchados. ¿Se esconden de la sanción social? Con la mentira por boca propia y ajena, hoy le imputan a Branko Marinkovic haber sido el proveedor de la supuesta dinamita que explotó en el gasoducto del Chaco tarijeño. Y esa mentira impúdica se desnuda sin atenuantes ante los informes interno y externo de Transierra, la operadora del ducto. Ahí se afirma que no fue una explosión por dinamita, sino por fallo técnico en la presión en las válvulas. Es la política de la infamia y la mentira que quiere convertir ese fallo técnico, en acto terrorista para castigar a un adversario político, ya que le fallaron otros intentos.

Asumo, eso sí, que esa actitud no es privativa del MAS, porque las luchas políticas, que son luchas por el poder, así han sido en toda la historia de la humanidad. Pero no es un consuelo, cuando la infamia y el castigo se vive en carne de amigos, conocidos y ciudadanos/as que merecen, hoy como ayer, la verdad antes que la infamia.

Una infamia es la que hicieron en la Calancha en Sucre, donde murieron a bala, un carpintero, un abogado y un estudiante defendiendo la capitalidad, mientras los responsables, como el Mariscal de Campo que miraba con su largavista el campo de batalla, quedan impunes. Otra infamia es que los asesinos del joven Urresti, en Cochabama, sigan gozando de protección gubernamental, como los movimientos sociales afines al gobierno, que masacraron hasta dejarlo con muerte cerebral, hoy fallecido, a otro joven, un cruceño unionista. Parafraseando a Ronald ‘el Gordo’ Méndez, los muertos de gobierno son héroes. Los demás son villanos.

Lo demuestra el ‘Informe Mattarolo’, nombre del jefe de la Misión de UNASUR, ‘dizque’ para esclarecer los luctuosos sucesos de Pando. Esa injerencia alentada por Hugo Chávez, desnuda que la calificación de ‘masacre’, dada por Mattarolo, es un abierto respaldo a Evo Morales, que sentenció de antemano la supuesta masacre para castigar-condenar a Fernández. Ese infame informe queda para cuando salga de la ‘clandestinidad’ que lo protege.