Nuevamente el tema de la Atpdea

Editorial de El Deber

Ya el pasado 2 de febrero hicimos conocer nuestra inquietud en torno al tema tan importante para el comercio exterior de  Bolivia del “Andean Trade Promotion and Drug Eradication Act” (Atpdea), la promoción del comercio en la Comunidad Andina vinculada a la erradicación de droga mediante un sistema especial de preferencias arancelarias que se acordó con los Estados Unidos. Durante largos meses hemos estado en suspenso al respecto de este asunto. Una noticia oficial anunció este 27 de noviembre que el presidente George Walker Busch suspendió los beneficios especiales de Bolivia, debido a que falló el país en la cooperación contra la producción de drogas y  el narcotráfico.



Esto se veía venir. Ahora no hay excusa que valga ni cifras que justifiquen el daño ocasionado. Más de 90 empresas y 40.000 empleos corren peligro. Asimismo, el país perderá centenares de millones de dólares en exportaciones.

Por encima de términos tales como “venganza política”, “soberbia imperial”, “eliminación del capitalismo”  y otras frases altisonantes expresadas en torno al problema surgido y también  manifestadas en cuanta ocasión se le presenta al presidente Evo Morales, es un hecho que la suspensión de los beneficios de la Atpdea culmina  -calamitosamente- la escalada contra la actual administración norteamericana que inició el propio gobierno boliviano. Como varias voces señalaron en su oportunidad: el que hace o decide algo, debe estar preparado para afrontar las consecuencias de sus acciones. Y es lo que ha pasado, pero con el agravante de que no será el oficialismo quien pague la factura; serán sí, miles de trabajadores e inversores, ahora desamparados.

Es lamentable que esto surja justamente con el Atpdea, programa gestado por Bolivia durante la administración del presidente Jaime Paz Zamora y que luego fue extendido al resto de los países andinos. Esa fructífera negociación del pasado, de características de política de Estado, de nada sirve ahora frente a la nueva situación creada.

En sentido contrario a los números sobre erradicación de hojas de coca y reducción del tráfico de drogas que manipula el Gobierno, está lo manifestado en forma contundente por la administración estadounidense. Es más, ya el Oficio 122-B del Representante de EE.UU. ante el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), del 21 de noviembre, adelantaba algo. En efecto, esa nota –que rechazaba términos y juicios vertidos por Evo Morales durante una reunión del Consejo de la que participó recientemente- expresaba que “su política oficial favorece la expansión de la producción “lícita” de la hoja de coca, a pesar de que el cultivo lícito actual supera por mucho la demanda del consumo tradicional y rebasa la extensión que autoriza la legislación boliviana.  Gran parte de la producción excedente de la hoja de coca se comercializa en “mercados legales” que están sin reglamentar y se desvía a la producción de cocaína.  La expansión del cultivo y la falta de control sobre la hoja de coca han tenido como consecuencia un aumento del 14% en la extensión del cultivo, lo que ha incrementado la producción potencial de cocaína de 115 a 120 toneladas métricas”.

Agréguese la expulsión del embajador, la salida de Usaid del Chapare y la salida del país de la DEA, más una andanada interminable de ataques verbales. La reacción norteamericana se ha dado, ahora de nada sirve ponerse en víctima. Una vez más y como tantas veces lo hemos dicho, la ideología primó por encima del sagrado interés nacional y de la conveniencia comercial. Ahora pagamos todos los platos rotos. Lamentable.

Los peligros del referéndum

Dominicus

Todo Estado democrático genera mecanismos de participación ciudadana para canalizar las inquietudes de su sociedad, escuchar e interpretar reclamos y opiniones. El referéndum es uno de ellos, pero no hay que excederse ni llegar a extremos de ‘referenditis’, a una ‘hiperinflación’ de estas consultas, como ya viene sucediendo en Bolivia.

Acá la cantaleta de moda es “dejen que el pueblo decida”. Esto suena muy bien pero tiene sus bemoles, como veremos enseguida. Evo Morales ha planteado inclusive un referéndum en toda la Comunidad Andina de Naciones (CAN) para dirimir las diferencias surgidas por la negociación con la Unión Europea. Insólito extremo.

En países de alta cultura democrática, los referéndums son vistos con enorme desconfianza. Cuando sí se los usa, es para fines determinados y de alto interés nacional. ¿Por qué la desconfianza? Por la sencilla razón de que los referéndums han sido siempre el instrumento predilecto de los regímenes totalitarios para legitimar sus arbitrarias acciones.

Un analista político (Juan Carlos Rey) establece una clara relación con el totalitarismo. Ofrece resultados de referéndums organizados por Napoleón en el siglo XIX y por Hitler en el XX. Napoleón: 1) elección de cónsul: 99,95% a favor; 2) cónsul vitalicio: 99,77% a favor; 3) emperador: 99,93% a favor. Hitler: 1) retiro de Alemania de la Sociedad de Naciones: 96,3% de electores y aprobado por 95,1%; 2) fusión del cargo de Presidente y Canciller en la persona de Hitler: participó el 94,7% de electores y lo aprobó 88,2%; 3) anexión de Austria a Alemania; participó el 99,7% de la población y fue aprobada por el 99%. Siguiendo los ejemplos, el dictador Saddam Hussein se cansó de ganar referéndums en Irak y lo propio el sátrapa ‘constitucional’ paraguayo, Gral. Alfredo Stroessner. Hay muchos otros casos.

En conclusión: con un pueblo hipnotizado por un caudillo (caso Napoleón en Francia, Hitler en Alemania y Evo hoy en Bolivia) o amedrentado por un dictador (casos Saddam y Stroessner) lo del referéndum hay que tomarlo con pinzas: se puede llegar a cualquier extremo mediante la tiranía de la mayoría. No en vano a los europeos no les gusta el sistema.