Podemos y la pobreza de la oposición

Editorial de Los Tiempos.

Mientras en las filas de la oposición no se produzca la imprescindible reconciliación con la política, ese enorme espacio que infructuosamente Podemos intentó llenar seguirá vacante



Después de un largo proceso de descomposición, que en realidad comenzó poco después de su nacimiento, Poder Democrático Social (Podemos), la principal organización de la oposición, ha llegado al final de su penoso tránsito por el escenario político de nuestro país.

No podía esperarse otro desenlace, pues las causas de su disolución estuvieron latentes desde el momento mismo de su concepción. Nació con tantas fallas congénitas, que lo que debe sorprender no es que criatura así de contrahecha muera, sino que haya pasando tanto tiempo antes de que el deceso se produzca.

Como se recordará, Podemos nació en medio de una profunda crisis del sistema de partidos que no supieron afrontar los desafíos de su tiempo. Mezquindades personales, ambiciones individuales, falta de renovación de sus cuadros, inexistencia de sólidas estructuras orgánicas, fueron algunos de los factores que condujeron a partidos que, como el MIR y ADN, se limitaron a ser instrumentos de asalto del aparato burocrático estatal.

En tales circunstancias, estaban dadas las condiciones para el nacimiento de un nuevo partido político, de nuevos liderazgos, de nuevas visiones de país. Podemos pudo ser el primer partido de una nueva era, pero optó por ser el último resabio del sistema que periclitaba.

El hecho de que haya transcurrido su efímera existencia sin obtener una personería legal, sin que se haya dotado de estatutos internos, ni estructura orgánica, ni de un sólido cuerpo de principios doctrinarios, es la más clara muestra de que Podemos nunca reunió ninguna de las condiciones necesarias para cumplir el rol de una verdadera organización política.

Con esos antecedentes, podría suponerse que la desaparición de esa “agrupación de agrupaciones” es una buena noticia, pues deja despejado el escenario para que los múltiples fragmentos en que está dividida la oposición recuperen el tiempo perdido y, aprendiendo de los errores cometidos, rectifiquen el rumbo y comiencen a construir un verdadero proyecto político alternativo.

Sin embargo, por lo que se ve, nada de eso se puede esperar. No se perfila en el horizonte la aparición de líderes, aunque candidatos sobran. No se conocen interpretaciones de la realidad que sirvan de base para el diseño de esa alternativa y tampoco hay un germen de organización capaz de canalizar hacia una acción política efectiva la frustración de gruesos sectores de la población que siguen aguardando una voz orientadora.

Mientras esos factores se mantengan vigentes; mientras en las filas de la oposición no se produzca la imprescindible reconciliación con la política, ese enorme espacio que infructuosamente Podemos intentó llenar seguirá vacante.