Un triunfo con sabor a derrota

Humberto Vacaflor*

La Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) repitió la semana pasada en Austria su condena al acullico de coca, por pernicioso para la salud mental de quienes lo practican.



El pronunciamiento se produjo a los pocos días de que el senador masista Lino Vilca dijera que la estrategia económica de Bolivia tiene que apuntar a que se expanda el consumo de la hoja, sobre todo entre los chinos y los norteamericanos.

Cuando eso ocurra, dijo el senador, toda la producción de Bolivia y los otros países productores de Sudamérica será insuficiente para atender la demanda. Y de esa manera se habrá encontrado la vocación económica definitiva de los bolivianos.

Este episodio se produce cuando el gobierno del presidente Evo Morales está terminando de cerrar, con una política de autorreclusión del país, todos los posibles mercados internacionales para los productos legales de Bolivia. El último acto de este cierre de puertas y ventanas llegó con el anuncio de la Comisión Europea de que ha perdido la paciencia con Bolivia y comenzará a negociar TLC bilaterales con Colombia, Perú y Ecuador.

Dice la revista brasileña Veja, en un artículo firmado por Duda Texeira, que Bolivia es “un país que quiere ser primitivo”. Y añade que el presidente Morales quiere destruir la economía boliviana porque se propone instaurar el “narcosocialismo”. El artículo del periodista brasileño que estuvo en Bolivia no fue reproducido por la prensa nacional.

Si asumiéramos que la sospecha de Texeira fuese correcta, el episodio de la semana pasada sería la comprobación de que la alternativa exclusiva que propondría el presidente Morales está descartada, pues la comunidad internacional no aceptará que Bolivia viva solamente de producir coca, y menos de exportar sus derivados.

Y pensar que el único objetivo que trajo el presidente Morales para su gestión, el único encargo importante, era lograr la despenalización de la hoja de coca. No lo ha logrado.

Todo esto se produce cuando el presidente Morales vive un deprimente triunfo político. Su proyecto de lograr la hegemonía del poder está más cerca que nunca de ser logrado, pero se encuentra con que los errores de su gestión de tres años han provocado un desastre económico.

Está a punto de lograr que se apruebe una Constitución que refleja su pensamiento, pero quizá cambiaría todo eso por tener una economía no tan desastrosa. Quizá se conformaría con que por lo menos un sector de la economía legal estuviera firme.

Una pregunta que seguramente se hacen los expertos en política es hasta qué grado de crisis económica podrá soportar el blindaje político del Presidente. ¿Son, de veras, inmunes a las crisis económicas sus seguidores, porque siempre han vivido una economía de subsistencia?

Un indicio de que él está preocupado es que ha perdido la noción de la realidad. Disparar misiles, en una sola semana, contra la Iglesia Católica, la DEA, la CIA, la Unión Europea y los contrabandistas de garrafas del altiplano es algo que está fuera de todo cálculo.

Cuando se han agotado sus temas y argumentos para hacer noticia y está quedando demostrado que no sabe gobernar, el caudillo pierde los estribos. Le pasó a Melgarejo.

*Humberto Vacaflor G.es periodista.

La Razón