Y después de la DEA ¿qué?

El Nuevo Día

Editorial

El Gobierno boliviano quiere convencer a los países de América del Sur de que fue acertada su decisión de expulsar del país a la agencia antidrogas de Estados Unidos, DEA, y propone crear una instancia regional para ocuparse del problema del narcotráfico que esté libre de las presiones “imperialistas”. Con ese cometido está viajando a Brasil una comisión a la cabeza del ministro de Gobierno, Alfredo Rada.



En principio ha propuesto que sea la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) la que lidere esta iniciativa, hecho que es improbable en el mediano plazo ya que este organismo acaba de salir del cascarón y aún atraviesa serios problemas para la consolidación institucional. Exigirle tareas tan delicadas a un ente en construcción, no va más allá de la demagogia. En el plano de la lógica, la idea resulta descabellada, pues nadie puede esconder que es Venezuela –con Hugo Chávez a la cabeza-, la que aspira a convertirse en líder de esta instancia multinacional, país que no cuenta con la credibilidad internacional suficiente para encarar un trabajo serio en la lucha contra las mafias de la droga. Aunque para el MAS resulte tendencioso, no hay que olvidar que Bolivia y Venezuela acaban de ser descertificados por Estados Unidos y nadie puede negar el peso de esta opinión en todo el mundo, incluyendo América Latina.

La realidad que más preocupa, sobre todo a Brasil y Argentina, es que la producción de cocaína en Bolivia ha aumentado de manera drástica y eso se está notando claramente por la cantidad de droga que pasa por las fronteras. Este problema se hizo notar con mucho énfasis en la reciente cumbre Iberoamericana celebrada en El Salvador, donde se hicieron reclamos para que los miembros actúen con mayor compromiso. Aunque no se mencionaron nombres, todos saben que a Bolivia le toca gran parte de la responsabilidad de esa mención.

Con la DEA o sin ella, el Gobierno de Evo Morales tiene que demostrarle al mundo que Bolivia no está camino a convertirse en el “paraíso de las drogas” y lamentablemente estamos a un paso de ese extremo. Es improbable que los países vecinos -salvo Venezuela-, sigan la racha de las expulsiones, aunque nadie se excusará, por supuesto, de ofrecer su concurso para unir fuerzas. Pero las credenciales bolivianas no son muy fiables a la hora de revisar quién hace bien sus tareas.

Algunas autoridades nacionales creen que la presencia de Estados Unidos en la lucha de Bolivia contra las drogas es innecesaria, porque consideran que la cocaína que se produce en el país se comercializa en los mercados limítrofes. Eso es verdad sólo cuando las cosas están bajo control pero ni bien se produzcan rebalses, los narcotraficantes no dudarán en tratar de llegar con su producción a las calles de Nueva York, Miami, Madrid o Ámsterdam. Eso explica la presencia de europeos y gente de la ONU en el Chapare y otras zonas conflictivas. Veremos la creatividad del MAS para convencer afuera sobre algo que dentro del país no deja lugar a dudas.

Con la DEA o sin ella, el Gobierno de Evo Morales tiene que demostrarle al mundo que Bolivia no está camino a convertirse en el “paraíso de las drogas” y lamentablemente estamos a un paso de ese extremo. Es improbable que los países vecinos -salvo Venezuela-, sigan la racha de las expulsiones.