A buen recaudo

Editorial El Nuevo Día.

Ponerse a buen recaudo es por estos días el mayor apremio de muchos bolivianos amenazados por el control político que ha desencadenado el MAS en el país, con el objetivo de eliminar por completo la disidencia y el pluralismo ideológico. Y no se habla sólo de los dirigentes cívicos que están bajo la persecución de un aparato de represión que tiene a La Paz como un gigantesco campo de concentración, donde literalmente ya existen numerosos presos políticos. En Santa Cruz, más de 200 maestros han sido despedidos por haberse manifestado a favor del proceso autonómico y la condición de las autoridades masistas para restituirlos en sus cargos es pedir disculpas y comprometerse a no hablar nunca más en contra del Gobierno.

El Presidente acaba de trazar una línea que divide a los periodistas dignos -apenas el 10 por ciento según él- y los que están bajo sospecha de corrupción y que en cualquier momento pueden ser sujetos de ataques y humillaciones. Entre los curas pasa lo mismo y el ataque es despiadado. No serán pocos los que decidirán seguramente “ponerse a buen recaudo”, porque a nadie le gusta estar constantemente expuesto al escarnio público. Eso es justamente lo que pretende cualquier régimen autocrático.



¿Qué más se puede esperar de un régimen que no respeta las leyes ni las libertades individuales? La sed ilimitada de poder vuelve perversos a los seres humanos y eso es lo que ha acontecido por ejemplo en Venezuela, modelo que el MAS imita con aplicado detallismo. En el país de Hugo Chávez están preocupados por lo que denominan la “politización del hampa y del crimen organizado”, elementos que el régimen utiliza para acallar a los opositores sin la necesidad de suspender las garantías constitucionales. “Los bandidos actúan a nombre del control político, bajo la protección insólita de quienes tendrían la obligación de prevenir, reprimir y sancionar sus delitos”, dice un reciente diagnóstico de lo que ocurre en el país, donde “los hampones y los funcionarios públicos de seguridad se han confundido demasiado”.

En Bolivia, y en Santa Cruz particularmente, la ola de criminalidad se ha disparado con una fuerza inusitada. Muchos de los crímenes que se cometen tienen que ver con el aumento del narcotráfico, según lo ha reconocido el mismo comandante de la Policía local, Franz Lea Plaza.

Pero también hay elementos que no pueden pasar desapercibidos, como el uso que hicieron las fuerzas del orden de un policía, que hace unos meses salió a las calles vestido de civil para apalear a los periodistas que cubrían un paro cívico en el Plan Tres Mil. Hace unos días, llamaba la atención el asalto que sufrieron dos sacerdotes en el barrio Hamacas, dos días después de una llamada de atención que hizo el cardenal Terrazas sobre el incremento de la inseguridad ciudadana. El martes, fue el secretario de Autonomía del departamento, Carlos Dabdoub. el que sufrió un atraco muy poco común en la puerta de su casa. Ojalá estemos muy lejos de lo que sucede en Venezuela.

¿Qué más se puede esperar de un régimen que no respeta las leyes? La sed ilimitada de poder vuelve perversos a los seres humanos y eso es lo que ha acontecido por ejemplo en Venezuela, donde están preocupados por lo que denominan la “politización del hampa y del crimen organizado”.