Bolivia y el analfabetismo

Sin desmerecer los éxitos que sin duda los hubo, tampoco es correcto caer en una actitud cuyo desmesurado triunfalismo, lamentablemente, no está respaldado por los hechos,

Editorial Los Tiempos.

Con mucho entusiasmo y en medio de un despliegue propagandístico que se propone darle trascendencia internacional, el gobierno clausurará hoy la primera etapa del Programa Nacional de Alfabetización que bajo la consigna de “Yo sí puedo”, logró enseñar a leer y escribir a una cantidad importante de personas que engrosaban las cifras del analfabetismo en nuestro país.



El hecho, que es presentado por el gobierno como uno de los mayores logros de sus primeros tres años de gestión, ha sido recibido con cierto escepticismo por el resto de la sociedad. El Ministro de Educación se ha quejado por la falta de entusiasmo que mostraron los medios de comunicación al no dar el despliegue informativo que el oficialismo esperaba, y atribuyó esa actitud a una falta de disposición para reconocer las realizaciones gubernamentales.

Es probable que algo de razón tenga esa queja. Es que independientemente de las dudas que se ciernen sobre los alcances del programa aludido, no se puede negar que ha sido meritorio el esfuerzo hecho, más aun si se considera que uno de los aspectos descuidados durante las últimas décadas, fue precisamente el relativo a la educación de amplios sectores de la población sumidos en la ignorancia. No reconocerlo sería caer en un acto de mezquindad.

Sin embargo, tan erróneo como desconocer el mérito del esfuerzo desplegado sería cerrar los ojos a la realidad. De ahí que, sin desmerecer los éxitos que sin duda los hubo, tampoco es correcto caer en una actitud cuyo desmesurado triunfalismo, lamentablemente, no está respaldado por los hechos, en virtud de que no es evidente, como afirma el gobierno, que Bolivia hubiese quedado libre de la lacra del analfabetismo. Que se ha avanzado en ese sentido, es verdad. Pero también que estamos todavía lejos de que se justifiquen los cantos de victoria.

Las razones que permiten cuestionar la veracidad de los datos con los que se declara a Bolivia “tercer territorio libre del analfabetismo” son varias y similares a las que en Venezuela, tres años después de haber hecho lo propio, impiden que la Unesco lo avale. En nuestro caso, basta hacer un sondeo entre las miles de personas que durante estos días llegan del campo a la ciudad para comprobar que, a pesar de lo que diga la propaganda oficial, es todavía largo el camino que queda por recorrer antes de que pueda llegarse a esa meta.

Que así sea, repetimos, no descalifica lo emprendido. Lo que sí se descalifica es la falta de honestidad con que se pretende hacer creer algo sencillamente irreal.