¿están sucias estas manos?

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Quintana no pierde el tiempo, por si quedaba alguna huella del negocio denunciado, se fue rápidamente a Pando. Adivinan para que?

 



El Palacio de Gobierno, que no siempre es un lugar apacible, el jueves al mediodía se vio sobresaltado por unos agudos gritos e insultos irreproducibles que salían de una oficina ubicada en el segundo piso del vetusto e histórico edificio, mudo testigo de tantas desventuras y ansias de poder no siempre satisfechas o inesperadamente frustradas.

Ocurre que el ministro de la Presidencia , Juan Ramón Quintana estuvo a punto de sufrir un ataque de apoplejía al escuchar las denuncias que lanzó en su contra en el Parlamento, su antes carnal, César López, el expresidente de la Aduana Nacional.

Los comentarios de los funcionarios del Palacio daban por seguro que desde la época de Mariano Melgarejo no se había escuchado en ese recinto semejante sarta de improperios, una buena parte de los cuales cuestionaba seriamente la moral de la progenitora del general López.

Tuvieron que ser el viceministro Sacha Llorenti y el vocero Iván Canelas quienes acudieran presurosos a hacer el sana-sana al irascible ministro y en medio de lamentos acerca de la ingratitud humana, intentar idear alguna forma inteligente de salir del paso, pero tomando en cuenta la conferencia de prensa ofrecida por Quintana en horas de la noche, los esfuerzos resultaron infructuosos.

En la conferencia, el ministro intentó eludir las evidencias de sus vinculaciones con el contrabando de una manera poco inteligente y más que desecharlas, lo que en realidad logró fue convertir las sospechas en certezas.

Fueron diez minutos definitivamente patéticos en los que el todopoderoso ministro intentó defenderse como gato panza arriba. Diez minutos en los que no se refirió para nada a su autorización para que pasen los 33 camiones, de las reuniones que tuvo con los contrabandistas, de los acuerdos políticos a los que habría llegado con ellos y trató de gambetear el fondo de la grave denuncia aludiendo supuestos hechos de corrupción que se habrían cometido en el pasado en la Zona Franca Cobija y en un acto de cinismo y cobardía todavía le echó la culpa al encarcelado prefecto Fernández que, a estas alturas, es el chivo expiatorio del gobierno y se encuentra indefenso frente al juego sucio del poder ejecutivo. 

Penosa exhibición de impotencia ante la contundencia de los hechos, unos hechos que dejan en una muy peligrosa situación al superministro, quien condicionó a los periodistas a escucharlo sin derecho a preguntar, en una actitud que confirma que tiene algo realmente gordo que ocultar. Quintana, muy hábil en la guerra sucia, esta ganando tiempo mientras prepara una fuerte movida para salvarse y con otros asuntos, distraer la atención de los medios.

Ahora la pelota está en la cancha del presidente Evo Morales, quien ha anunciado en más de una ocasión que emprenderá una guerra santa contra la corrupción. Ahora tiene una  opción: encubrir a su ministro mas cercano o separarlo del gabinete para que se someta  sin privilegios a una investigación transparente.

Sin embargo ya es conocida la estrategia del gobierno, atacar para encubrir y por ello es posible adelantar que Evo, una vez más, no hará lo que predica y se jugará por «su» hombre de confianza. Quintana es peligroso, no tiene escrúpulos ni sensibilidad y sabe mucho de los oscuros manejos del poder masista, por ello resulta indispensable al plan gubernamental. Cuesta deshacerse de una ficha de este calibre.