“Los muertos que vos matáis…

Susana Seleme Antelo

gozan de buena salud” le hizo decir José Zorrilla al mala gente y gatillo fácil de Juan Tenorio, a quien el recuerdo de los hombres que mató le atormentaron en vida. En nuestro caso, los muertos que mató el MAS en Pando, Cochabamba, Sucre, Tarija y Santa Cruz, además de los de Huanuni, gozan de buena salud: se los recuerda siempre con dolor y respeto. Y también gozan de buena salud, los hoy presos y secuestrados, como Leopoldo Fernández, los civiles pandinos, los cívicos tarijeños y los jóvenes unionistas cruceños. A todos ellos los arropa la solidaridad de una sociedad democrática que no es racista, vengativa y arbitraria como la sociedad política del MAS.



Y también gozan de buena salud en el respeto colectivo, el amenazado por traición a la patria, como el comunicador y analista Carlos Valverde, a quien tienen en la mira dos militares abogados de La Paz. Y aunque todo vale para meter preso al dirigente cívico cruceño Branco Marinkovic, que ya tiene una querella penal, también goza de muy buena salud en su región y más ‘allacito’. El gobierno lo acusa de participar en el devaluado por mentiroso atentado terrorista a un gasoducto en el Chaco. Para los furibundos hombres del MAS, no vale el informe de Transierra donde se niega que la explosión, que sí existió por fallas técnicas y humanas, haya sido producto de un dinamitazo terrorista. Por ese hecho ya fue detenido el también cívico de Tarija, Reynaldo Bayard, de quien se dice, fue detenido gracias a la colaboración de la inteligencia argentina, la misma inteligencia del Plan Cóndor de las dictaduras de los años ‘70 y ’80.

En una operación planificada y armada, con armas para matar, por el gobierno y el Ministro ex capitán, mueren primero tres pandinos y un beniano. Y ahora resulta que ahí hubo “masacre”, según el oficialismo y UNASUR, porque en el enfrentamiento –que fue precisamente eso- murieron 12 campesinos, acarreados por el poder central. Piden castigo con rayos y centellas para unos, los adversarios por supuesto, ignorando a sus muertos, pero honor y gloria para los capitanes y quienes tiñeron de sangre la tierra pandina, como el mariscal de la batalla de La Calancha. Ahí no hubo muertos oficialistas, pero si tres chuquisaqueños que pedían capitalidad. El mariscal de tan pírrica victoria y el resto de masistas, creen que estarán en el poder para eternas memorias, inmunes al veredicto de la historia. Olvidan que, años más, años menos, el poder siempre es efímero.

Llevan presos a La Paz a tres unionistas, por haber agredido a un ‘ilustre’ coronel de la Policía, pero los policías que agredieron con saña a los discapacitados en Santa Cruz, andan frescos y tranquilos. Igual que el policía de la guardia presidencial que atentó, ese sí con dinamita, contra un canal privado de televisión en Yacuiba y salió de una detención preventiva a paso de vencedor.

Mientras tanto, el Vice y el ministro de gobierno amenazan con que “el peso de la justicia caerá sobre las cabezas” que tengan que caer y apuntan al Prefecto cruceño Rubén Costas, que sigue entregando obras en provincias, al tarijeño Mario Cosío, a la prefecta Sabina Cuellar y al cívico John Cava, de Chuquisaca. Los masistas quieren dejarnos sin líderes. No se dan cuenta que la fuerza de las luchas por la autonomía; la democracia, la libertad y el debido proceso no dependen de caciques ni jefes mesiánicos. Radica en el liderazgo colectivo de un tejido social que protege a sus dirigentes estén donde estén. Por eso gozan de buena salud.