Los riesgos ignorados

Planteadas así las cosas, será altamente improbable que el MAS le garantice al Gobierno la fortaleza y cohesión que requiere para convertirse en poder hegemónico tras una victoria del Sí…

La Prensa

Editorial



Los denominados “movimientos sociales” constituyen la base social del MAS, sigla con la cual el presidente Evo Morales Ayma llegó al poder, tras enganchar a su convoy cocalero a diferentes sectores campesinos, gremiales y sobrevivientes de esa izquierda clásica cuyos sueños de poder aplastara en 1989 la caída del Muro de Berlín, derrumbe que marcó el comienzo del fin del sistema comunista europeo.

Más que un partido, el Movimiento Al Socialismo es un conglomerado de sectores de intereses diferenciados y hasta contrapuestos. Aymaras del altiplano de La Paz, Oruro y Potosí, así como quechuas de Chuquisaca y Cochabamba exclusivamente dedicados a la agricultura, tienen objetivos bien determinados mientras que los cocaleros de Chapare, que son la vanguardia del MAS, tienen intereses completamente diferentes y hasta contrapuestos. Igual discrepancia de objetivos prevalece entre los pueblos indígenas del oriente y los “colonizadores” occidentales que invaden sus territorios. Los primeros quieren que la tierra sea para ellos y no para los forasteros de origen y pertenencia étnica.

La base social urbana del MAS tampoco es compacta en cuanto a intereses se refiere. Le caracteriza tal diversidad de medios de vida que finalmente sus reflejos de lealtad al partido y al Gobierno que apoyan son determinados por la forma en que aquéllos sean alentados o protegidos. Van a la protesta y en muchos casos hasta se pasan al bando enemigo si no se les atiende como ellos esperan. Hoy mismo se perciben ya en el MAS señales de un desgajamiento que a futuro podría alcanzar una particular gravedad.

El revoltijo inicial parte de los sectores dedicados al comercio informal (al contrabando, principalmente), mientras que los indígenas del altiplano y mineros de Potosí y Oruro, castigados por la pérdida de las cosechas y el desempleo, respectivamente, podrían estar preparando lo suyo, bajo la dirección de aquellos oportunistas de siempre.

Planteadas así las cosas, será altamente improbable que el MAS le garantice al Gobierno la fortaleza y cohesión que requiere para convertirse en poder hegemónico tras una victoria del Sí en las urnas el 25 de enero próximo. Lo más grave podría darse en los espacios de lo “Plurinacional Comunitario” creados por la Constitución masista. Los “estados indígenas” pelearán no sólo entre sí, por esto y aquello, siguiendo la tradición de laimes y jucumanis, sino contra el propio Gobierno central, al que le exigirán el cielo y la tierra.