Un paso más hacia la pobreza

Editorial de Los Tiempos

Se ha marcado un hito en el tránsito de Bolivia hacia un régimen en el que la actividad del sector privado es penalizada y, en cambio, premiado el parasitismo

Ayer, 15 de diciembre, Bolivia cruzó una línea que aparte de sus consecuencias económicas, tiene una fuerte carga simbólica. Ayer se puso fin a 18 años de vigencia de las preferencias arancelarias andinas promulgadas en 1991, luego sustituidas por la Ley de Promoción Comercial Andina y de Erradicación de las Drogas (ATPDEA), con lo que nuestro país pierde la posibilidad de vender manufacturas al mayor y por lo tanto más codiciado mercado del mundo, el de Estados Unidos.



El hecho consolida el mayor triunfo de las corrientes anticapitalistas que, desde una red de Organizaciones No Gubernamentales, primero, y los más altos niveles gubernamentales a partir del año 2006, hicieron todo lo necesario para alejar a Bolivia del mercado internacional. Es, pues, al mismo tiempo, una fulminante derrota que sufren los pequeños, medianos y grandes empresarios que durante casi dos décadas lograron sentar las bases de un aparato productivo capaz de romper nuestra ancestral dependencia de los recursos naturales y de la caridad internacional.

Las consecuencias de este tan cuestionable triunfo de los ideólogos del anticapitalismo las pagaremos directa o indirectamente todos los bolivianos, pero los más afectados serán los miles de trabajadores fabriles, y sus respectivas familias, que quedarán sin empleo.

A los empresarios y obreros sólo les queda buscar otros horizontes. Tendrán que irse a países donde la actividad productiva, la única generadora de riqueza, sea mejor valorada que en el nuestro. Ya Perú y Chile les han abierto sus puertas. Los autores de esta calamidad, los siempre bien remunerados burócratas de la red de ONGs de izquierda, en cambio, tienen motivos para sentirse satisfechos. Es que como su principal producto de exportación es la pobreza, tendrán nuevos argumentos para extender la mano a sus generosos financiadotes.

A primera vista, puede parecer incomprensible que un país pobre como Bolivia se dé el lujo de destruir de la manera como lo está haciendo las pocas fuentes de trabajo que tiene. Sin embargo, eso no es algo que preocupe a quienes se proponen acabar con las bases económicas de la empresa privada. Para ellos, ese es un éxito político cuyo costo económico bien vale la pena pagar.

Se ha marcado, pues, un hito más en el tránsito de Bolivia hacia un régimen en el que la actividad del sector privado es penalizada y, en cambio, premiado el parasitismo de intelectuales que sin haber nunca hecho algo productivo, se atribuyen el derecho de aniquilar a quienes con sus inversiones y su esfuerzo estaban contribuyendo a construir un país capaz de contar con fuentes propias de sustento.