Unasur, informe previsible

Editorial de El Deber

Desde que se hicieron presentes en nuestro país convocados para descorrer los velos fúnebres y poner en evidencia cuando menos indicios de quienes estaban tras ellos, en relación con los sucesos sangrientos del noreste de la República, poca confianza, ciertamente, inspiraron en el sentir de gruesos sectores de nuestro pueblo. Y eso porqué desde que pusieron un pie en Bolivia, se movieron, hablaron y obraron bajo las alas del Gobierno que, si no fue el más importante protagonista de dichos sucesos, por allí anduvo.



Nos estamos refiriendo a los integrantes de la comisión de la Unión de Naciones Suramericanas, Unasur, que sin preocuparse razonablemente o cuando menos un poco, de encajar sus labores de investigación en todos los niveles afectados, hicieron caso omiso de aquellos a quienes bien les vendría el mote de los “sin voz”, o dicho en términos vulgares, “sin derecho al pataleo”.

Pues bien, la mentada comisión que como vino se fue, a manera de fruto de su trabajo acaba de entregar su informe. En honor de la verdad, habrá que decir que la comisión trabajó mucho, hasta quemarse las pestañas, pues sólo con un esfuerzo de este calibre se puede, en tiempo realmente breve, redondear y poner en limpio un tan voluminoso y a la par delicado instrumento escrito sin fallas ortográficas.

Hemos de confesar que no por falta de interés no estamos al tanto de los detalles del informe que fue puesto en manos del presidente Evo Morales. Mas, por lo poco que ha trascendido hasta el momento en que escribimos esta nota, colegimos que hay razonables dudas en cuanto a objetividad, transparencia y amén de otras lagunas, imparcialidad. Huelga el propósito, como debía ser, de aportar sin sesgos y decididamente para mostrar cómo se dieron las cosas y quiénes movieron los hilos que precipitaron la efusión de sangre fraterna.

Reiterando que desconocemos los detalles del informe de Unasur, lo trascendido nos mueve a pensar que más deja elementos para alimentar las controversias y las confusiones y para impedir el castigo de los responsables sin exclusiones que es una especie de forma de medio restañar heridas abiertas y de medio consolar a los familiares de aquellos que cayeron a merced de balazos fratricidas.

Sin las elementales e imprescindibles precisiones, el mentado informe, hasta donde se puede inferir, alude a funcionarios comprometidos presuntamente, a móviles raciales y a otras figuras borrosas y por tanto sin el peso específico que se requiere para que se las tome como verdades irreprochables y aún menos que eso.

En síntesis, nada aporta el documento para la incorporación en nuestra triste historia, con la transparencia de la verdad, de un hecho trágico que tuvo la fuerza y el espanto de una conmoción.