Adicción a la clefa: Canal oscuro

Drogadicción.

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Adictos a la clefa en la plaza San Sebastián*



Mientras personas y autos transitan por la zona de la Av. Circunvalación y Villarroel en Cochabamba, 30 jóvenes y adolescentes adictos a la clefa sobreviven bajo la calle. Marcas de clefa en las paredes, basura acumulada, moscas por todas partes y algunas de sus pertenencias en la parte más oscura del canal.

OPINION

Piedad Restrepo Maldonado

Desde hace cuatro años, distintos jóvenes y adolescentes adictos a la clefa viven en el canal de la Circunvalación y Villarroel. Actualmente, son 27 hombres y tres mujeres de ocho hasta veintidós años. Explican que no existe un líder en el grupo, porque “pueden abusar”, cuentan que no hace mucho expulsaron a uno mayor que les pegaba. La mayoría tiene antecedentes de haber vivido en la calle, sobre todo, en la parte Sud de la ciudad. Algunos provienen de “hogares” y otros de familias disgregadas, que dejaron a temprana edad por causa de maltratos.

Al principio del canal se ven rostros sonrientes de dos chicos que saludan y parecen alegres, pero confundidos a la vez. Al fondo, casi imperceptibles, están un muchacho y una chica con actitud perdida por los efectos de la clefa. Los dos chicos sonrientes explican que el resto está abajo, en la América, trabajando; ellos irán luego. Uno de ellos se aleja, pero Rubén, de 14 años, se queda con ganas de contar algo. Muestra su pierna “moreteada” y con una herida que tiene pus. Pide que se le cure y cuenta que cuando era niño, a causa de un accidente, le operaron de ese hueso. Ahora se queja porque, jugando con unos amigos, recibió un golpe con un ladrillo en el mismo lugar. La herida está abierta e inflamada. Rubén asienta su pie y explica que le duele al hacerlo.

En la Circunvalación se detiene un taxi, se bajan cuatro chicos y una chica con bolsas de comida en las manos y descienden al canal. Rubén explica a detalle la historia de su dolor, mientras al comienzo del canal uno de los chicos que recién llegó se baja el pantalón. Otro acerca su boca, se ríen, grita: “sóplame”, ríen otra vez, se sube el pantalón y entran al fondo del canal.

Maternal

Neida es una adolescente de 14 años, de aspecto delgado con un cabello corto y despeinado. En los dedos de su mano izquierda están tatuadas las letras del nombre Alex, su pareja de 15 años. Tuvo un aborto meses atrás. Al respecto afirma: “ya estoy curada”. Explica que recibió una patada de alguno de los chicos que le hizo perder a su bebé. Con una sonrisa en el rostro, actualmente muestra, en su cuerpo de 14 años, a su nuevo bebé en esa pequeña barriga que crece cada día.

En su muñeca izquierda hay una herida profunda que ella misma se realizó con vidrio, en un intento de acabar con su vida. No es la primera vez que ha intentado hacerlo, tiene otras heridas en el cuerpo que ella misma se hizo. La herida de su muñeca está recubierta con una gasa. Neida dice que ya le curaron y que no está infectada, además siempre se pone agua oxigenada.

Llovió toda la noche y el canal “se volvió como río”. Algunos durmieron en el albergue de unos psicólogos, por la plazuela Cala Cala, donde permiten que 11 chicos pasen la noche y en la mañana a los que, antes de irse, les dan un refrigerio. El resto se refugió en el techo del kiosco que está en la parte Norte de la Circunvalación. A la mañana siguiente, Neida está sobre una frazada escurriendo algunas ropas y contando un montón de monedas. Jhonny y Alex miran, mientras Daniel ayuda a contar los montones. Hay billetes también. Neida cuenta el dinero y luego saca su calculadora, el total hay 112 bolivianos. Manda a uno de los chicos a traer su mochila y guarda en unos calcetines de futbolista de color blanco todo el dinero. Todos parecen con sueño, dicen haber pasado mal la noche por el agua y el frío. Los chicos se están durmiendo, Neida jala de los cabellos a Dani y apoya su cabeza sobre sus piernas, comienza a sacarle piojos, mientras él duerme.

Noche de cuchillo en el canal

Efraín es un muchacho de 21 años que se viste con ropa ancha. Actualmente, está en el Hospital Viedma, por una acuchillada del “Mono”, otro de los muchachos. La semana pasada, en una noche de alcohol dentro del canal, Efraín salió gravemente herido.

Alex cuenta que un muchacho llegó en un taxi y dijo que le habían robado. “Le echaron la culpa hasta a la Neida”, dice y aprovecha de reclamar que muchas veces son culpados injustamente. Alex cuenta que se dormía y no pudo ver muy bien lo que pasó, pero sí recuerda a Efraín botado en el suelo. Explica que no podía dejarlo botado, así que llamó a los voluntarios del SAR, quienes lo recogieron en un estado delicado. “En UNITEL ha salido, todo sacan ahí”, comenta. Paty, la pareja de Efraín, ha pasado estas noches en el hospital para acompañarlo.

¿Salidas del canal?

Skip es un voluntario norteamericano y tiene un año de compartir con los niños adictos a la clefa que viven en el canal de la Circunvalación y Villarroel. La semana pasada regresó de dejar a un segundo niño en un centro de rehabilitación en Santa cruz. Apenado, comenta que hace unos días recibió una llamada del lugar comunicándole que ambos niños habían decidido abandonar el tratamiento y regresar a Cochabamba. Skip comenta: “Acabo de ver a uno trabajando y me ha mirado con mucha vergüenza, le dije que después vamos a hablar”.

“Todos quieren hacer algo por todo el grupo, pero ellos son individuales”, explica. Durante todo este tiempo ha buscado ganarse la confianza y aprecio de los chicos. Skip cuenta que ha pasado tiempo con niños específicos, porque sólo así es posible consolar y orar por cosas más profundas. “Confían en mí…”, afirma convencido y expresa que cada semana pasa algo con ellos: llevarlos al hospital, escucharlos, curarles. Dos niños trabajan con él en el taller de madera de un amigo, quien les paga. Manifiesta lo importante que es efectuar una actividad manual que, además, le permite relacionarse más a fondo con los chicos.

“Es fácil amarlos a la distancia”, afirma extendiendo sus brazos, luego se abraza a sí mismo y explica que de esa forma es mucho más difícil. Skip, con desesperación en su forma calmada de ser, afirma que el Estado ha fallado, sus familias han fallado y que sólo quedan los que conocen el amor de Dios.

Conflictos internos

José tiene 13 años y es otro de los adolescentes que vive en el canal. Últimamente camina solo, no se relaciona con nadie, algunas veces tampoco quiere trabajar como el resto. Se fue de su casa porque sus papás le pegaban, no quiere volver. Tampoco va al hogar porque “sólo les hacen trabajar a los nuevos”.

Junto a un poste y a lado de un perro estaba José en la América y Libertador. La gente caminaba de un lado para otro ese sábado de mercado a pleno medio día. Algunos lo miraban con asombro, otros ni bajaban su mirada y la mayoría caminaba a un ritmo “ya quiero llegar a casa”. Una señora pasó por ahí ofreciendo paltas en una canasta y cargando a un niño en su aguayo. Al verlo se agachó, le ofreció una palta y comenzó a conversar con él. La señora vendedora de paltas, inclinada en el suelo e interrumpiendo el paso de algunas personas, hablaba con José y le preguntaba si quería caminar así hasta que sea viejo. Él sólo la miraba, con esos ojos de espesas pestañas largas, mientras comía su palta con desesperación. Se aproximaron a la charla de la señora dos jóvenes, un muchacho y una señorita. Ella, sonriendo, les dijo: “le estoy diciendo que cambie, que se corte su cabello y busque un trabajo”. José, algo intimidado y luego de comer su palta, comenzó a oler la clefa que tenía en su manga. Luego de algunos consejos, la señora se retiró. Los jóvenes se quedaron con José, quien les dijo que no había limpiado autos en la mañana, porque estaba aburrido y sólo había pedido plata. Además, les comentó acerca de su enojo, porque los otros chicos son abusivos. José, renegando, dice: “Se hacen a los capos por lo que tienen sus mujeres”.

Un estudio del Centro Latinoamericano de Investigación Científica señala que el consumo de inhalantes en Bolivia casi se ha duplicado en ocho años, de 28.388 en 1992 a 43.440 en el año 2000. Este fenómeno tiene efectos biológicos, pero también fuertes efectos en la vida anímica interior de los muchachos.

Los chicos planean jugar fútbol mañana. Dicen que se van a enfrentar con otros. Están emocionados porque es viernes. Probablemente, cerca de la canchita, algunas personas los verán a plena luz del día. Ignoran que, a pesar de la luz del día, el canal es oscuro.

*Foto Los Tiempos