Diplomacia mal encaminada

Con actitudes como la de la víspera, Evo Morales pone a la diplomacia nacional en una difícil posición

Editorial Los Tiempos.

Durante el encuentro entre los presidentes de Bolivia y Brasil la jornada de ayer hubo un muy elocuente intercambio de mensajes entre ambos mandatarios: por un lado, Lula da Silva dedicó buena parte de su discurso a exhortar a Evo Morales para que “gobierne para todos los bolivianos y no sólo para los pobres y los trabajadores con el propósito de lograr el bienestar y desarrollo en el país”. Todas sus palabras tuvieron un tono amistoso y como mensaje central, un llamado a deponer actitudes radicales e intransigentes, a buscar la reconciliación y no más el enfrentamiento. En síntesis, hizo una invocación a la moderación entre otros consejos sólidamente respaldados por su propia exitosa experiencia.



Como contrapartida, Evo Morales aprovechó la oportunidad para dirigir durísimas frases a quienes “no hacen nada por los palestinos”. Hacer algo, según su entendimiento del problema, no puede ser menos que lo que él hizo: es decir, tomar partido en contra de Israel y, consiguientemente, romper relaciones diplomáticas con ese país. De ahí que a quienes no proceden de ese modo, los acusó nada menos que de ser cómplices de “genocidio”.

Entre los destinatarios de tan agresiva retahíla estaba, aunque indirectamente, su interlocutor del momento. No podía ser de otra manera porque, como Morales tendría que saber, la diplomacia brasileña está lejos de incurrir en un despropósito tan grande como sería seguir el ejemplo boliviano. Por el contrario, desde hace ya tiempo la Cancillería encabezada por Celso Amorim se empeña en jugar un papel activo como intermediaria entre las partes en conflicto para buscar fórmulas de solución que conduzcan a la creación del Estado de Palestina. Nada más alejado de ello, pues, que un alineamiento con el Movimiento de Resistencia Islámico (Hamás).

La descripción que hicieron los reportes de prensa sobre el rostro adusto con que el presidente brasileño atendió la andanada verbal de Morales, dan cuenta del disgusto que ocasionó. Es que nadie, en su sano juicio, puede ver con simpatía el rol que el Presidente boliviano pretende adjudicarse a sí mismo como el principal promotor de un alineamiento de Latinoamérica con el fundamentalismo islámico. La decisión de su colega ecuatoriano de condenar duramente a Israel pero sin romper sus relaciones diplomáticas, es otra muestra de lo poco sensato de tal iniciativa.

Con actitudes como la de la víspera, Evo Morales pone a la diplomacia nacional en una difícil posición. Es verdad que a cambio cosecha agradecimientos y aplausos, como los que le dirigió el líder de Hamas, Khaled Meshaal. Esmirriado saldo, en todo caso, porque enturbiar las relaciones con amigos como Lula para congraciarse con cabecillas de organizaciones terroristas, es un precio demasiado alto que Bolivia tendrá que pagar por escoger mal a sus allegados y aliados.