El MAS, ¿para toda la vida?

No ha dicho que será él quien permanecerá en el Palacio de por vida, pero todo el mundo sabe que el MAS es sinónimo de Evo Morales. Y si no, basta ver lo que está aconteciendo en Oruro, donde se renueva la dirigencia masista sin renovarse el máximo cargo, un feudo del Presidente.

Editorial La Razón.

El presidente Evo Morales ha sorprendido, una vez más, con un discurso que se enmarca en la extendida línea populista dentro de la región sudamericana pero que, además, no condice con las reglas básicas de la democracia.



Inesperadamente, en su discurso pronunciado el sábado en Oruro, con motivo de inaugurar el séptimo Congreso del MAS, dijo sin demasiado preámbulo: “En el Palacio (de Gobierno), quiero que sepan, no estamos de paso. No estamos visitando el Palacio; hemos llegado al Palacio para toda la vida, hermanas y hermanos, y para eso mucho dependerá de ustedes”.

De esta forma, desprovisto de ambage, confesó lo que muchos temían: la intención del MAS y del actual Presidente de permanecer en el Poder Ejecutivo más tiempo de lo aconsejable para un país cuya democracia no ha acabado de sentar sus bases hasta establecerse definitivamente como sistema.

Es, sin dudas, la exteriorización de una estrategia política de largo aliento, muy similar a la que implantó en su momento Fidel Castro en Cuba y a la que está abocado el presidente Hugo Chávez en Venezuela. La única salvedad es que, en el primer caso, el ahora ex presidente de la isla lo hizo en un gobierno en el que se restringieron abiertamente los derechos humanos.

La principal característica de esta estrategia es el prorroguismo, la continuidad en el poder por varias gestiones, en lo posible, consecutivas. De allí los cambios propuestos en las constituciones; el MAS, en la Asamblea Constituyente, intentó aprobar un artículo que permitiese a Morales quedarse en el Palacio. Justamente la particularidad de la permanencia indefinida o, al menos, por más tiempo de lo admitido en las normas, ha levantado reacciones negativas en contra de los países que no se muestran dispuestos a permitir los relevos en el poder.

Alguien podría pensar que no hay ninguna novedad en el discurso de Morales; es cierto, existía la sospecha de que el MAS insistiría en la búsqueda del continuismo, lo cual, sin embargo, no aminoró la sorpresa causada desde el sábado en el país con el sinceramiento del Jefe de Estado.

Morales subió al Gobierno mediante una elección nacional y lo honesto —y digno— sería dar paso a la alternabilidad, que es la fórmula básica de la democracia. Ahora, por ejemplo, se avecina un referéndum en el que la ciudadanía definirá el cambio o la invariabilidad de la Carta Magna. La pregunta es: ¿Servirá de algo la opinión de los bolivianos, si, como se ha adelantado, luego podrán modificar la que sería la futura Constitución? Además, si el Presidente ha dicho que “hemos llegado al Palacio para toda la vida”, ¿para qué seguir convocando a elecciones?

En cierto modo, la honestidad de Evo Morales es merecedora de elogio: no cualquier mandatario se atreve a pensar en voz alta, con toda sinceridad, como lo ha hecho él ante sus acólitos.

No ha dicho que será él quien permanecerá en el Palacio de por vida, pero todo el mundo sabe que el MAS es, hace años, sinónimo de Evo Morales. Y si no, basta ver lo que está aconteciendo en Oruro, donde se renueva la dirigencia masista sin renovarse el máximo cargo, un feudo del Presidente.

El partido oficialista puede hacer lo que crea conveniente con sus mandos, pero no con el país. En Bolivia rige el sistema democrático y, como tal, nadie puede comprarse el poder.